Sentado en una silla a la puerta de su casa, Israel tomaba una cerveza cuando dos camionetas de la Armada se detuvieron frente a él, lo interrogaron, lo golpearon hasta la extenuación y se lo llevaron. Unos días antes, Marco Antonio ponía gasolina con un amigo cuando dos patrullas se acercaron, los subieron a un vehículo y se los llevaron. Así hasta 30 casos en Nuevo Laredo, de unos 600.000 habitantes, y en un periodo de solo tres meses, entre febrero y mayo. Para unos es una venganza tras el asesinato de un comandante y para otros, el peor rostro de la guerra contra el narco en México./EL PAÍS