En Jardines de Morelos, Ecatepec, hay una advertencia que todos los vecinos repiten: si no tienes a qué salir de tu casa después de las seis de la tarde, mejor no lo hagas. Ellos se impusieron un toque de queda después de que en 2018 se conociera el caso de un feminicida serial que vivía en esa colonia, igual que la mayoría de sus víctimas; lo apodaron “el monstruo de Ecatepec” por la saña de sus asesinatos.
- Pero Gabriela no puede encerrarse; sale de trabajar después de las ocho de la noche y tiene que correr hacia los límites de la colonia, en Avenida Central, para recoger a su hija de 17 años, que regresa en transporte público de la preparatoria.
- Suelen encontrarse frente a una estación del Mexibús, en un camellón oscuro, invadido por pasto silvestre, junto a las vías del tren que atraviesan la colonia, donde se han hallado restos humanos.
- En ese lugar Gabriela sufrió el segundo ataque del que ha sido víctima en Ecatepec. El primero fue en un taxi, cuando el chofer la asaltó, la manoseó, la golpeó, le rompió la nariz y la dejó tirada, sangrando, en el estacionamiento de su casa. “Me tiró como una basura en el estacionamiento, y yo nada más veía como mi sangre salía y se mezclaba en la lluvia y nadie me ayudó”, cuenta la noche del martes 3, mientras espera a su hija.
- El segundo, narra, fue una tarde de lluvia, en ese mismo camellón con la hierba crecida, donde un hombre la jaló. “Supuestamente ya había visto que no hubiera nadie, que nadie se viera sospechoso, pero cuando voy caminando ¡un tipo sale de la hierba y me jala del cabello! ¡Enredó mi cabello en su brazo! Más para allá hay un hoyo y me estaba arrastrando hacia él. Cuando me di cuenta que tenía sus dos manos ocupadas en mi cabello supe que no traía un arma, entonces lo comencé a patear y él me jalaba más fuerte hacia el hoyo, pero yo escapé. Una policía del Mexibús, al que le pedí auxilio, me dijo que no podía hacer nada”.
Ahora Gabriela va por su hija de lunes a viernes, armada con algunas piedras que se encuentra en el camino. “Para que ella corra. Tal vez yo, mientras, me quedaré viendo qué hago, pero que mi hija esté bien. No nos queda a las mamás más que preocuparnos y cuidarlas. Aquí es muy fácil que te asalten, te violen o abusen de ti de cualquier manera: verbal, física… que te humillen, te maten y no pasa nada, nadie dice nada”, lamenta.
Ese martes 3 Gabriela salió más tarde de trabajar y se quedó sin pila en el celular. No pudo comunicarse con su hija. Después de varios minutos, preocupada, se retiró a su casa con la esperanza de encontrarla ahí y así fue.
Igual que ella, decenas de vecinos de la colonia Jardines de Morelos se organizan con sus hijas e hijos para recogerlos de noche sobre ese largo camellón, frente a alguna de las estaciones del Mexibús, donde los puentes están totalmente oscuros. “El lugar es una boca de lobo”, dicen los vecinos. Esperan a sus familiares unos minutos y cuando los ven, los abrazan.
Es también el caso de Lilia, quien monitorea cada noche con el GPS de su celular a su hija, también preparatoriana, y cuando se acerca, va en su coche por ella, acompañada de sus mascotas: un perro y un gato en su jaula.
Y el de Genoveva, quien desde hace años sigue esta rutina con su esposo o con su cuñado, quien esté en casa, para pasar por sus hijos adolescentes.
En un recorrido realizado la noche del martes 3, la reportera no vio ni una patrulla en la zona. Los vecinos dijeron que 15 días antes las luminarias públicas no servían.
Después de que el feminicida Juan Carlos Hernández Béjar y su pareja Patricia Martínez Berna, sentenciados a casi 400 años de cárcel, aterrorizaron en 2018 a los vecinos de la colonia y al país entero con sus brutales crímenes contra mujeres, algunos habitantes de Jardines de Morelos se unieron en brigadas de autodefensa, aunque sin armas.
Con todo, los feminicidios siguieron, igual que las desapariciones y los asaltos. Los vecinos señalan que algunos integrantes de las incipientes autodefensas se involucraron en la política y se terminaron las brigadas./PROCESO-PUNTOporPUNTO