En diciembre de 2003, a unos días de cumplir 42 años, José Ramón Cossío llegó a la Suprema Corte de Justicia, nominado por el Presidente Vicente Fox, para reemplazar a Vicente Aguinaco, un ministro de la más rancia tradición judicial que había nacido en 1919.
- Proveniente del ITAM, con un perfil académico rara vez visto en la Corte, Cossío fue el primer ministro designado para el periodo fijo de 15 años previsto en la reforma judicial de 1994, e impulsó cambios relevantes en la forma de hacer las cosas en el máximo tribunal.
- El 30 de noviembre Cossío dejará su cargo. Volverá a la cátedra y tendrá derecho a un haber de retiro vitalicio.
De la agenda que traías en 2003, ¿qué se queda?
Me interesaba mucho el nuevo modo de redactar sentencias, esa sí la traía muy calculada, porque me parecía muy mal que las personas no entendieran qué era lo que al final les dábamos en la sentencia.
- Dos, otra cosa que desde el principio lo tenía es un equipo de trabajo no interdisciplinario, pero sí gente de muy diversa procedencia, gente que nunca había estado aquí, y los que sí venían del Poder Judicial, no (eran) los secretarios de siempre, y creo que generó un cambio muy importante.
- Tres, el derecho internacional, que sí lo había previsto, y cuatro, una agenda mucho más amplia de derechos humanos. Creo que esas fueron las cuatro propuestas, y me parece que las cuatro, no sé si por acción mía o por un conjunto de coincidencias, la verdad sí se lograron.
De la reforma judicial de 1994-95, ¿qué ves agotado y necesario transformar?
La reforma fue bien buena, bien oportuna. Lo que no quedó claro nunca, y hemos estado jugando, coqueteando, pero no nos atrevemos a hacerlo, o si lo hacemos no lo decimos explícitamente, es que no debiéramos ver tantos asuntos en la Corte.
- Cuando llegué en 2003 tuvimos 7 mil 250 asuntos, este año vamos en 18 mil 250, eso no tiene sentido. Pero tampoco nos hemos atrevido a decir «sólo van a entrar estos», o de plano, lo que siempre se ha querido hacer y nunca nos hemos atrevido: que todos los asuntos mueran en tribunales colegiados, y sólo ver los que nosotros queramos, a la estadounidense. Esa parte no quedó bien.
- Otra cuestión es que la misma persona no debe ser presidente de la Corte y del Consejo de la Judicatura, ya van muchos años del experimento y no hay tiempo, humanamente, para que las personas los corrijan.
- No sé si la mezcla y forma de procedencias de los integrantes del Consejo sea la mejor, eso también me preocupa, y revisar la administración de juzgados y tribunales, porque este crecimiento que estamos teniendo nosotros, también lo están teniendo ellos.
- Ahora que nos manden la oralidad mercantil, la oralidad laboral, la oralidad civil y la familiar, el tamaño de la Judicatura va a ser inmenso, y no creo que eso sea un buen sistema.
En tus 15 años la Primera Sala dictó muchas sentencias en favor del debido proceso penal, y ha habido muchas críticas de que la Corte fomenta la impunidad, que se preocupa más por los delincuentes que por las víctimas.
- Hoy ser juez constitucional es relativamente fácil. Estamos en una condición de «check list». Te sientas, ves un caso y dices «¿violaron esto?». «No, no, sí», y ya sabes cuáles son los efectos. Lo más difícil del juez constitucional es ser consistente con las decisiones, y no variar lo que dijiste en el caso A respecto del caso B respecto del C. Es un problema de carácter, de talante.
Porque luego hay mucha presión.
- Hay mucha presión, pero yo digo: oiga, ¿usted contrataría un abogado que no trate de presionar a un juez? Que venga y traiga personas y que lloren, me parece normal. Pero ser juez constitucional en mucho se trata de eso. Y ahí se presenta lo que dices: subieron tanto los estándares de derechos humanos, que no se explicó o no se entiende culturalmente el nuevo juego.
- Usted tiene que garantizar el debido proceso a rajatabla, tiene que subir el estándar de presunción de inocencia a rajatabla, muy bien, y si no lo satisface, pues lo deja libre, o se repone el procedimiento. Y eso creo que nunca lo comprendieron. Me dio la impresión de que cuando discutieron la reforma de derechos humanos en 2011, muchos de los legisladores estaban pensando que esto tenía el carácter del viejo discurso de las normas programáticas.
Nunca pensaron que la Corte fuera a hacer lo que hizo.
Nunca. Dijeron: «Esto es como las reformas de tiempos de Echeverría y López Portillo, son programáticas».
Y de repente le dan los derechos humanos, pues los estándares de requerimiento suben brutalmente. Empiezan a liberarse personas, a anularse leyes. ¿Los ministros se volvieron locos? No señor, simplemente ejercimos lo que ustedes nos quisieron poner en la Constitución, que no comprendieron cabalmente lo que pusieron.
- ¿Tooodos los derechos de la Constitución, todos los de los tratados internacionales? ¿Todos? Padre. Y además, con reglas de extensión: no regresividad, mayor beneficio, perfecto, a ver qué sale de todo eso.
- Creo que sí estamos pagando ese momento, por una razón que me parece la central: por la crisis de inseguridad que vive el país.
- Alertaste mucho sobre el nuevo sistema penal. ¿Cómo lo ves, a dos años que opera en todo el país?
- No por hacerle al artista o al sabio, pero muchas cosas que eran fácilmente perceptibles están pasando. Se pensó que era una reforma judicial, y como era judicial era para jueces. ¿Y los demás? Ah, no, los demás no porque es judicial. ¿Y oye, los policías, ministerios públicos, peritos?
- Lo estamos viendo en una deficiencia de capacidades, sobre todo. ¿Que ha aumentado la impunidad? Ha aumentado porque las personas dentro de un proceso racionalizado, sofisticado, tecnificado, no saben lo que tienen que hacer.
¿La facultad de investigación de la Corte, la extrañaste o no?
Sí. Creo que era una herramienta importantísima. No era una comisión de la verdad, ahora que estamos con comisiones de la verdad. Era eso, pero constitucionalizado y jugando con el prestigio de la Corte.
Con lo que vino después de desapariciones, fosas comunes, casos genéricos de tortura, en fin, lo que estamos viviendo en el país, hubiera sido un elemento. Por supuesto un elemento de un enorme desgaste e incomodidad para la Corte, pero sí creo que hubiéramos institucionalizado la Comisión de la Verdad.
Eran casos donde ya no había nada que hacer jurisdiccionalmente, pero hay que pronunciarse sobre eso.
En este sexenio hubo casos muy emblemáticos…
Imagínate nosotros en Ayotzinapa, habiendo intervenido relativamente pronto, tratando de moderar, creo que eso hubiera pacificado, hubiera puesto verdades, sugerido responsabilidad, eso hubiera sido muy importante, y bueno, creo que se perdió y que en unos años nos va a hacer falta.
Y si no estoy haciendo un juicio equivocado, y en esta expresión horrible pero que es moderna, la voy a usar así, pueden «bypassear» a los tribunales a través de ciertas comisiones de la verdad, lo cual creo que es peligroso para los tribunales.
De los nuevos ministros qué perfil te gustaría.
Lo primero que debiéramos pedirles es que sostengan la posición. Creo que la primera condición es que sea una cuestión de talante. La Constitución dice, y dice en el asunto uno, y dice en el asunto dos, y dice en el asunto tres.
Cuando digan: «verdad que la Constitución puede derivar en esto, porque las fuerzas políticas etcétera». Que respondan: «mire, yo no sé de fuerzas políticas, yo lo que sé es el texto constitucional, y yo me apego al texto constitucional. Si hace cinco años dije que no, hoy vuelvo a decir que no, y si hace cinco años dije que sí, hoy vuelvo a decir que sí». Esto va a ser un elemento central en este cambio político y social en el país. Y segundo, más personal, ojalá sea alguien que expanda la Constitución./REFORMA