La salvación de María Pérez fue una casa con patio trasero y tobogán amarillo. Allí llegó hace unos meses después de que su pareja la apuntara con una pistola. Apretó el gatillo, pero se trabó. Ella huyó con lo puesto a un refugio para víctimas de violencia machista en Ciudad de México. “Venir aquí ha sido la vida.
- Ya me había hecho a la idea de que no iba a ver a mis hijos iniciar el nuevo curso”, explica esta mujer de 29 años y madre de tres niños, cuyo verdadero nombre no se revela para proteger su identidad. Pese a la atención que ofrece a mujeres como Pérez, el centro tiene humedades y goteras y ha sufrido una reducción de subvenciones./ EL PAÍS