La capital de Sinaloa amaneció con los vestigios de una guerra: cuerpos tirados en avenidas, vehículos incinerados, una semiparalización de las actividades comerciales, bancarias, de servicios públicos y privados.
- El ambiente tenso no mejoró con los rayos del sol, aquí el miedo se enraizó en la tierra. Por primera vez en la historia de esta ciudad, adaptada a una violencia que data de hace más de seis décadas -debido a la pugna por el control de los cultivos ilícitos y su comercialización- sus habitantes asumieron prácticamente un toque de queda, se resguardan en sus hogares.
Las calles, jardines y parques de Culiacán se vieron desiertos, el flujo de vehículos fue mínimo y 85% de los restaurantes no abrió por temor a nuevos enfrentamientos. El nulo servicio del transporte urbano tampoco ayudó./ EL UNIVERSAL