Su nombre es Germán, pero en el mundo de la mafia lo conocían como «El M1» seudónimo que adoptó mientras fue cabecilla del cártel de la Familia Michoacana hasta antes de su encarcelamiento.
Germán fue agente de la Procuraduría General de la República (PGR) y mando de la Secretaría de Seguridad Pública de Toluca, pero decidió formar parte del crimen organizado por una decepción laboral.
La Silla Rota accedió a un expediente confidencial de la entonces Procuraduría mexiquense, donde Germán, de viva voz, narra por qué se corrompió y explica el nivel de infiltración que tenían los cárteles con autoridades locales y federales.
«Me llevé una gran decepción como policía»
• Hijo de un ex alcalde del municipio de Donato Guerra, en el Estado de México, Germán «El M1» no sufrió la marginación y la pobreza como gran parte de los miembros de la delincuencia organizada.
• Nació en Toluca en 1981, vivió su infancia y adolescencia en una colonia «clasemediera» de este municipio mexiquense hasta que decidió hacer una carrera como policía y unirse a la extinta Agencia Federal de Investigación en 2002, donde ganaba aproximadamente 30 mil pesos mensuales. Así lo relató ante funcionarios de la Procuraduría del Estado de México, el 9 de enero de 2012.
• En la PGR recibió toda serie de cursos sobre operaciones especiales, manejo de armas e Inteligencia policial; estuvo comisionado en Tamaulipas y Ciudad Juárez, donde combatió a los Zetas y a los Arellano Félix.
• Pero en 2006 decidió renunciar porque, aseguró, había mucha corrupción. Sentía que arriesgaba su vida para que los delincuentes salieran libres poco después de capturarlos.
• Cuando se reinstaló en su ciudad natal, Toluca, lo convencieron de integrarse a la Dirección de Seguridad Pública donde tuvo fricciones con su jefe inmediato, usualmente por la carga excesiva de trabajo y la falta de respeto.
• La vida de Germán dio un vuelco en 2009, cuando cargaba gasolina para su patrulla en Avenida Pacífico. Ahí, un hombre se le acercó y se presentó como «La Culebra», jefe de plaza de la Familia Michoacana.
Se trataba de Edgardo L, desertor del Ejército mexicano y cercano a la cúpula del cártel.
• «Me preguntó a qué corporación pertenecía y mi cargo, manifestándome en seguida que él era de la Familia Michoacana y que trabajara con ellos, que la orden era ´alinear´ a todos los policías y si no queríamos, la orden era ´darnos para abajo», recordó Germán ante altos funcionarios de la Procuraduría estatal.
• No fue el miedo, admitió, lo que provocó aceptar la propuesta, sino el hartazgo que acumulaba dentro del servicio público. Durante ocho meses, su única tarea era avisar sobre operativos y el paso de vehículos militares o policiales; la época cuando ordenó cavar fosas clandestinas y organizaba secuestros no estaba demasiado lejana.
En las entrañas de la ´familia´
• A Germán, de cierta forma, lo engañó el hampa. Cuando aún era policía de Toluca, la Familia Michoacana lo convenció de que había una investigación en su contra, que habían grabado todas sus llamadas y que pronto lo arrestarían.
• Su única salida era, según le recomendaron, abandonar las filas de Seguridad Pública y unirse de lleno a ellos. Pese a que la indagatoria contra él era en ese momento falsa, Germán quiso creer que era real y que era mejor integrarse de tiempo completo al crimen organizado.
• «El primer secuestro que hice fue el de un ratero apodado ´El Pájaro´; yo sólo mandé gente y luego se lo entregué a ´La Culebra´, quien posteriormente me mandó a secuestrar a ´Lalo Ríos´, recibiendo la cantidad de 70 mil pesos.
• «Después le hablo a ´El Rafita´, que estaba arriba de ´La Culebra´ y le digo que me dé un grupo para mí solo, y así no tener que reportar con nadie, reclutando a mi gente, de los cuales tres eran policías del Distrito Federal», reveló Germán.
• Ya con el nombre clave «M1», Germán percibía 100 mil pesos quincenales y llevaba a cuestas varios homicidios de, según él, narcomenudistas que no compraban a la Familia Michoacana. Para 2011 ya era encargado de Toluca y más tarde sus dominios se extendieron a Naucalpan, Tlalnepantla; Nicolás Romero y Atizapán.
Ya era mando en el mundo de la mafia.
Era invitado a comidas en Luvianos y Michoacán, -bases de operación del grupo delictivo- donde departía con los capos y altos funcionarios de gobierno coludidos con ellos.
• «Sí teníamos protección policiaca, con la de Zinacantepec y la Policía Federal de Caminos. (…) Los medios que teníamos para comunicarnos era por mensajería de BlackBerry, ya que era más difícil bajar las conversaciones, siendo que esta información la proporcionaron corporaciones como la Agencia de Seguridad Estatal, Policía Ministerial y Policía Federal», confesó «El M1».
• Cuando un miembro de la organización era capturado, detalló, toda la estructura humana se cambiaba, lo mismo que vehículos y teléfonos. Cada determinado tiempo, los cabecillas se reportaban con su mando inmediato para saber que estaban bien. «Con un ´hola, cómo está´ bastaba», dijo Germán.
• La droga él la compraba a otro miembro del cártel, Raymundo «El Mata», a 196 mil pesos la onza de cocaína y la almacenaban en el pueblo de San Pedro Limón, en Tlatlaya. El punto de entrega era, casi siempre, la Ciudad de México debido a que era más fácil pasar desapercibidos.
Un día le cambiaron el punto de reunión: la zona de comida de la plaza Mundo E fue el escenario para que, tras tres años como miembro del crimen organizado, fuera arrestado. En esos años, acorde con la PGJ, se le responsabilizó por 25 homicidios y una fosa clandestina donde fueron hallados varios restos humanos.
• «A mí lo que me orilló a dedicarme a esto fue el miedo a represalias contra mí o mi familia, también la decepción que tenía en el gobierno, y la decepción de que el trabajo que realizaba no se me reconocía, porque de hecho no ganaba yo mal.
• Para mí fue frustrante saber que agarrábamos a un delincuente y a los ocho días ya andaba libre; me arrepiento de la decisión pero también me dijeron que si me salía ya tenía pintada una cruz en la frente. El dinero que hice, para lo que tuve que hacer, se me hizo muy poco», expresó «El M1»./LA SILLA ROTA