Como una especie de rompecabezas chino, el Estado mexicano diseñó un tangram para combatir la corrupción. Son siete piezas que conforman el Sistema Nacional Anticorrupción (SNA), y dos de ellas son neurálgicas, la PGR y la Auditoría Superior de la Federación (ASF). Ambas están fallando. La Auditoría es el ente que fiscaliza las finanzas públicas y detecta las grietas por donde se desvían los recursos; la PGR investiga y somete a juicio a los responsables de esos delitos. El problema es que en los últimos 15 años, a pesar del crecimiento de casos de corrupción, en promedio la ASF ha interpuesto sólo dos denuncias por mes, y la Procuraduría, de las 443 querellas que recibió apenas consignó ante un juez el 2 por ciento. Hasta ahora, no ha conseguido una sólo sentencia condenatoria en contra de un funcionario que haya defraudado al erario./EJE CENTRAL