En el segundo día de debate del Foro Internacional por la Construcción de la Paz en México, que se lleva a cabo en Barcelona, la mayoría coincide en que la violencia en México es letal para la convivencia, la democracia y el futuro. También comparten la idea de que con la llegada a la Presidencia de la República de Andrés Manuel López Obrador nació una nueva esperanza, una segunda oportunidad, que sentará las bases de una sociedad en paz. Sin embargo también coincidieron en advertir que va en aumento el desencanto ante los primeros pasos del nuevo gobierno, que no ataja de raíz el problema que, a su juicio, no lucha contra los problemas estructurales que provocan la violencia y el auge del crimen organizado.
Miguel Álvarez Gándara, presidente y fundador de Servicios y Asesorías para la Paz (Serepaz) y que ha sido mediador entre el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y el gobierno mexicano, entre otros, reconoció que en México se está registrando un desparramiento de la violencia. Y que esa violencia general tiene que ver con la estrategia del Estado de la lógica de la fuerza en la que hay la presencia de un factor histórico, que es el papel del Ejército mexicano. Y en el nuevo gobierno, aunque van apenas nueve meses, hay una palabra que está creciendo allá abajo: desencanto. No hay reconocimiento a la sociedad civil, se están llevando a cabo prácticas que consolidan al viejo régimen y provoca tensión con las organizaciones civiles.
Rupert Knox, un investigador inglés y defensor de los derechos humanos desde hace décadas, también fue el principal analista de Amnistía Internacional para México durante los años más duros del régimen priísta y en los años en los que se inició la llamada guerra contra el narcotráfico, por parte del ex presidente Felipe Calderón. Su diagnóstico es parecido: Es una situación muy compleja porque la crisis de la violencia afecta a la sociedad mexicana de forma muy grave. Y la llegada del nuevo gobierno hace nueve meses ofreció un compromiso que era muy difícil de cumplir. Creo que actualmente no se ven los cambios estructurales necesarios para construir una paz social duradera y el respeto a los derechos humanos para todos los ciudadanos.
Knox, en entrevista con La Jornada, añadió que a pesar de que los retos son muy difíciles, con una herencia terrible por parte de los gobiernos del PRI y el PAN por el deterioro de las instituciones, el problema es hasta qué punto hay el compromiso de la voluntad política para respetar los derechos humanos y de aclarar tantos crímenes y tan graves perpetrados en las pasadas décadas.
Kristian Herbenzeimer, director del Instituto Catalán para la Paz y que además fue mediador en los proceso de paz de Colombia y el País Vasco, señaló por su parte que a pesar de los datos de muertos en México, más graves y altos que en Yemen o en Afganistán, no se habla de un conflicto armado, pero tiene más muertos violentos que muchos Estados que sí están en guerra. México no es el país más violento del mundo, de hecho México enfrenta su reto de violencia en una situación mejor que muchos otros países, con una sociedad civil que es capaz de resistir, de reinventarte y de luchar por una sociedad mejor, señaló.
- Y advirtió una diferencia fundamental con otros países del entorno: En México no hay un gobierno como el de Bolsonaro en Brasil. Hay un gobierno que reconoce gran parte de los problemas y se compromete a resolverlos. Es un país que ofrece esperanza al mundo de que hay otra forma de entender la seguridad, de que hacer frente a los retos de las múltiples violencias, es posible./LA JORNADA-PUNTOporPUNTO