En el primer año de su sexenio, con la economía estancada, la violencia que no cesa y la oposición cada vez más beligerante, Andrés Manuel López Obrador ha desplegado su muy peculiar estilo personal de hacer política y de ejercer el poder: terco, empeñoso, desafiante, proclive a los riesgos y confiado en su instinto para conseguir los objetivos que se propone.
Con este perfil ha empezado a derrumbar el régimen político vigente durante décadas, pero lo conseguido está lejos todavía de sentar las bases de uno nuevo, pese al énfasis de los programas sociales, la austeridad, la reorganización de la administración pública y la nueva relación del gobierno con la sociedad.
• “En un sexenio uno no cambia a México. Mi objetivo es dejar las bases para que el que venga lo pueda cambiar”, le confesó López Obrador, aún como jefe de gobierno, al historiador Lorenzo Meyer, quien revela a Proceso que el objetivo del tabasqueño es que los mexicanos vean al gobierno como suyo. “Esa es la meta principal”, le confesó.
• A la distancia, y al cumplir el primer año de López Obrador en la Presidencia de la República, Meyer advierte que son tantos los intereses que existen y una historia de antidemocracia que, en efecto, sería un éxito que la mayoría de los mexicanos vean a un gobierno como suyo, porque ellos lo pusieron.
• “Los 30 millones de votos sí es una contribución, desde abajo, a ese ideal del gobierno como propio”, subraya el historiador, en entrevista, quien asegura que, pese a todo, sí ha avanzado en su proyecto contra la corrupción, recomponer el tejido social y rehacer la institucionalidad.
• “Yo estoy viendo que va más rápido de lo que él mismo ha de haber supuesto en aquel entonces, a pesar de los obstáculos. ¡Y vaya que hay obstáculos enormes!”, exclama el historiador ante los intereses que se le oponen. /PROCESO