Hace apenas unos días comentaba como en los últimos años se ha venido incrementado el cáncer de tiroides sobretodo en gente joven; lo cual es triste porque básicamente tiene que ver con dos aspectos: con la falta de una cultura y educación en la salud y con la falta de conocimiento del médico de primer contacto para poder cuando menos sospechar que pueda estar ante un caso de cáncer, independientemente del tipo de tumor que se trate.
Si a ello se le suma el que, que como en la mayoría de las neoplasias, los pacientes no presentan síntomas en las etapas iniciales, como en el caso del cáncer de tiroides, se hace necesario insistir y hacer conciencia que el cáncer es una enfermedad cuya tendencia a nivel mundial va en aumento, y México no es la excepción; por lo que a cualquiera se nos puede presentar; de ahí la importancia de acudir al médico cuando menos una vez al año para un chequeo de rutina.
De acuerdo con la Sociedad Americana del Cáncer, durante el 2018 se diagnosticarán cerca de 53 mil 990 casos nuevos de cáncer de tiroides en los Estados Unidos, de los cuales 40 mil 900 serán en mujeres y 13 mil 90 en hombres. Mientras que en México la prevalencia es de 7 por ciento en la población general, siendo entre los 25 a 35 años la edad más frecuente de aparición de los primeros síntomas, con una prevalencia de 80 por ciento en mujeres; sin embargo, en pacientes de mayor edad, la distribución hombre-mujer se vuelve homogénea.
A saber, existen cuatro tipos principales de cáncer de tiroides: papilar, folicular, anaplásico y medular. Usualmente, los dos primeros son los más comunes y muy tratables, excepto por algunas variantes; y los dos últimos son escasos, particularmente agresivos y difíciles de manejar. Por ello, no se debe pensar que, el cáncer de tiroides, siempre es del tipo “bueno”, advirtió Manuel Acuña Tovar, cirujano oncólogo certificado.
Explicó que a medida que la enfermedad avanza los síntomas pueden incluir además de la aparición de pequeños crecimientos (nódulos) en el cuello, dificultad para hablar, inflamación de los ganglios linfáticos, problemas al tragar o respirar y dolor de garganta o malestar en el cuello”.
Los factores vinculados con esta neoplasia incluyen una historia de cáncer de tiroides en la familia, el sexo (las mujeres tienen una incidencia mayor de cáncer de tiroides), la edad, ya que la mayoría de los casos ocurren en personas mayores de 40 (aunque afecta a todos los grupos de edad, desde niños hasta adultos mayores), y haber expuesto la glándula tiroidea a radiación.
Aunque el pronóstico para la mayoría de los pacientes con cáncer de tiroides es muy positivo, la tasa de recurrencia puede llegar hasta un 30 por ciento. Agregó que las recurrencias pueden surgir incluso tras décadas del diagnóstico inicial. Por lo tanto, “es de suma importancia que los pacientes se sometan a exámenes periódicos y evaluaciones por el resto de su vida”.
Si bien, la cirugía de tiroides es la base del esquema de atención de este tipo de cáncer y de acuerdo con cada caso, se puede utilizar yodo radiactivo, radioterapia con rayo externo y quimioterapia. Posteriormente los pacientes prosiguen con una terapia de reemplazo que les suministre las hormonas tiroideas.
El éxito de ésta y toda entidad oncológica es que sea atendida por un especialista en cirugía de cáncer, que maneje un volumen elevado de pacientes con esta enfermedad de la tiroides.
De ahí que el empezar a promover una revisión sencilla de cuello, durante una cita de rutina con el médico, puede ayudar a detectar algún nódulo tiroides; la mayoría de los cuales no resultan en cáncer, pero no por ello hay que confiarse.