Si bien en repetidas ocasiones se ha dejado en claro la relación que guarda la incidencia de cáncer con la edad de la población; es decir que a mayor expectativa de vida, mayor será el número de personas que presenten la enfermedad, lo cierto es que cada vez se observa más la presencia de tumores malignos en adultos jóvenes como es el caso del cáncer de tiroides. También hemos repetido infinidad de veces la importancia de detectar el padecimiento en etapas tempranas, sin embargo a diferencia de otras enfermedades y tipos de cáncer, el tiroides no puede prevenirse; no obstante es de los que tienen mayor tasa de curación si se le detecta en etapas tempranas al hacerse un buen diagnóstico diferenciador y se recurre a las cirugías más avanzadas como las de mínima invasión.
El cáncer tiroideo –también conocido como cáncer de tiroides- agrupa a un pequeño número de tumores malignos de la glándula tiroides, que es la enfermedad más común del sistema endocrino. Por lo general, los tumores malignos de la tiroides tienen su origen en el epitelio folicular de la glándula y son clasificados de acuerdo a sus características histológicas. Los tumores diferenciados, como el carcinoma papilar o el carcinoma folicular, generalmente tienen buen pronóstico y son curables en casi todos los casos si son detectados en etapas tempranas. Empero, los tumores no diferenciados, como es el carcinoma anaplásico, el cual tiende a cursar con un peor pronóstico, tiene muy poca respuesta al tratamiento y tiene un comportamiento muy agresivo.
En el cáncer de tiroides, la edad más frecuente de aparición de los primeros síntomas (nódulos tiroideos benignos y malignos) se da entre los 25 a 35 años, con una prevalencia de 80 por ciento en mujeres; en cambio, en pacientes de mayor edad, la distribución hombre-mujer se vuelve homogénea, destacó Manuel Acuña Tovar, cirujano oncólogo certificado.
El también maestro en Ciencias, explicó que la tiroides es una glándula interna (endocrina) que libera hormonas – tiroxina (T4) y triyodotironina (T3) – directamente al torrente sanguíneo para ayudar al cuerpo a utilizar la energía (metabolismo), mantener la temperatura corporal y a que el cerebro, el corazón, los músculos y otros órganos funcionen normalmente, por lo que es de las más importantes del cuerpo.
El principal síntoma en un paciente entre 30 y 40 años “es el crecimiento anormal, en la línea media del cuello, de una lesión no dolorosa, signo que representa la benignidad o poca agresividad de un tumor”. Sin embargo, advirtió “en pacientes mayores de 60 años los primeros síntomas son ronquera o dificultad para hablar (disfonía), así como dolor y dificultad para tragar (disfagia) ya que, independiente de su tamaño, el cáncer de tiroides invade tempranamente tejidos cercanos de otros órganos como esófago o laringe, en entrevista con Hablemos de Cáncer…sin miedo.
Los estudios iniciales para su diagnóstico son el ultrasonido de cuello y tiroides para evaluar su estructura, así como un perfil hormonal tiroideo completo en sangre para ver su funcionalidad. “Dependiendo de los resultados, a toda lesión sospechosa de malignidad se le realiza una biopsia y se envía a revisión (citología). Frecuentemente, los resultados no son concluyentes, por lo que, en los últimos años, realizamos estudios moleculares para determinar la biología tumoral de la lesión”, agregó.
El tratamiento quirúrgico es la principal herramienta terapéutica de las lesiones tiroideas, afirmó el especialista en cirugía oncológica. “Dependiendo si son benignas o malignas, así como de su tamaño, se elige el tipo de cirugía, si es con un abordaje convencional, de mínima invasión, video asistidas con un endoscopio o con lo más reciente y avanzado, a través de una incisión en el carrillo de la boca (transoral) sin dejar cicatriz visible en el cuello.
Si bien, la cirugía (tiroidectomía) es pieza irremplazable en cualquiera de los tipos y etapas de este tipo de cáncer, el tratamiento se complementa con radioterapia externa convencional o interna como es el yodo radioactivo. Y se sabe que la quimioterapia tiene un papel menor, con pobres resultados, y se reserva para casos muy avanzados o con progresión.
El tratamiento conlleva necesariamente la extirpación total de esta glándula, por lo que el paciente requerirá un suministro externo de las sustancias tiroideas (terapia de reemplazo hormonal) de por vida para cubrir la supresión de la tiroides.
Al terminar su tratamiento, el seguimiento continuo de los pacientes se hace a través de pruebas de sangre (tiroglobulina sérica, marcador con alta sensibilidad para vigilar una posible recurrencia) y un perfil tiroideo (para controlar y ajustar la terapia de reemplazo hormonal). Periódicamente se realizan estudios de imagen como ultrasonido, gammagrama con yodo o incluso de imagen (PET CT) en casos seleccionados.
El éxito de ésta y toda entidad oncológica es que sea atendida por un especialista en cirugía de cáncer, que maneje un volumen elevado de pacientes con esta enfermedad de la tiroides, enfatizó.
Los factores de riesgo más relacionados con el carcinoma de tiroides son la exposición a radiación ionizante, por ejemplo, accidentes de plantas nucleares o en el tratamiento de enfermedades del cuello, o bien, trastornos hereditarios y aquellos con lesiones de crecimiento crónico sin atención durante años, precisó Acuña Tovar.
Por desgracia –dijo- no existen medidas de prevención en las lesiones tiroideas. Sin embargo, afortunadamente, en este padecimiento, lo más importante siempre es el diagnóstico oportuno, y tener una muy alta sospecha de padecerlo, siendo acciones fundamentales para poder diagnosticar y diferenciar a tiempo, y con ello programar la cirugía y posteriormente brindar el seguimiento necesario para este tipo de padecimientos.
De ahí que si te aparece en nódulo en la parte de enfrente del cuello, así sea muy pequeño y no represente ningún dolor; si se llegan a hinchar los ganglios linfáticos; empieza a tener voz ronco sin motivo que lo justifique; es decir, haberse expuesto a temperaturas extremas, hablado o cantado mucho, etcétera); si tiene dificultad para respirar o tragar, presenta dolor en el cuello y en la garganta y no se quieta por semas, habrá que acudir a un especialista porque muy probablemente se trate de un caso de cáncer de tiroides. ¡Ojo! el “hacernos de la vista gorda” –ignorar la situación- a lo único que nos conduce es a mayores problemas de salud.
Siempre será preferible que el médico nos diga que nos duele el cuello porque dormimos mal, la garganta porque ingerimos bebidas frías o que tenemos lastimadas las cuerdas vocales, a que nos confirme un tumor maligno de tiroides avanzado.