Nadie podía descartar que México acabase siendo objetivo de los aranceles de Donald Trump sobre el acero y el aluminio, pero en la capital mexicana la medida anunciada el jueves ha sentado como un jarro de agua fría. En plenas conversaciones para actualizar el TLC, la medida supone la constatación de que el presidente estadounidense no tiene límites y su oposición al libre comercio y su visión mercantilista son un riesgo para el país latinoamericano, cuyas exportaciones dependen en un 80% del mercado estadounidense. El impacto macroeconómico será prácticamente residual, según todos los especialistas consultados. El acero y el aluminio suponen sólo el 2% de las exportaciones totales mexicanas a EU, por lo que, opina Carlos Serrano, economista jefe del mayor banco mexicano, BBVA Bancomer “no será disruptivo” sobre el país. “Tendrá, por supuesto, un impacto negativo. Pero será localizado geográfica y sectorialmente, no generalizado”./ EL PAÍS