Un torbellino. La plaza de la controversia; el escenario privilegiado para dirimir la elección fue la arena digital. Y ahí vino el remolino y los arrobó. L@s muchach@s resultaron indispensables, catalizadores, conmovedores. Tomaron el escenario de creatividad y de la simpleza eludiendo la crispación inventada.
- La batalla en las redes pasó de las travesuras digitales a la autoridad discursiva. Dime cuántos followers tienes y te diré qué propones. Somos por lo que decimos no sólo por los que seguimos.
- Y navegaron en aguas turbulentas sin naufragar. En lanchas rápidas frente a los trasatlánticos con los cascos picados y maltrechos o los yates de los personajes cuestionados. Velocidad y precisión era el nombre del juego.
- Alrededor de la candidatura de Andrés Manuel López Obrador se agruparon legiones de usuarios digitales intermitentes e impertinentes; provocadores y desparpajados; intrigosos y agresivos; varios fanáticos y dogmáticos; pero al final decisivos.
Emergió una capa de pensamiento crítico más allá de la reproducción de las consignas.
- Es innegable que ganaron la batalla digital fortaleciendo la campaña de tierra de su candidato, debilitando los mensajes del establishment y las nomenklaturas, arrastrando pejebots en sus caudales y estableciendo una nueva categoría en la batalla política en el país: el activismo digital.
- Uno de los fenómenos que hereda la batalla de 2018 es la nueva forma de incorporación de los jóvenes a la política. Y, en el caso de los ganadores, a la adhesión a corrientes de izquierda.
- Antes, mucho antes, para hacer política como joven en la izquierda había que acreditarse pintando bardas o ganando la moción en la eterna asamblea.
- Ahora, desde la prótesis llamada celular, l@s muchach@s trazaron su ruta de incorporación a la política y el debate, sin estar exentos del fanatismo o la irreflexión.
Qué fortuna para el país que la juventud haga política aún en esa ruta abstracta e incluso a veces ñoña, y no desafiando la guerra o la muerte, o tundiendo a patadas y golpes a sus contrarios en asambleas o mítines callejeros. El medio es el masaje. La política virtual fue terapia colectiva y catarsis. Cataplasma y ungüento. Vitalización.
En términos de la campaña electoral, la clave fue encontrar coherencia entre el mensaje de la plaza pública con el de la pantalla íntima. Y, para los efectos de la campaña ganadora, en la austeridad. Los expertos de las compañías digitales como Twitter, Facebook o Google que colaboraron en las campañas del PRI y del PAN (Movimiento Ciudadano siempre mantuvo una estrategia de mejor entendimiento de la realidad virtual y social) no alcanzaron a dimensionar la subversión de usuarios.
- Por momentos, l@s muchach@s constituyeron una guerrilla comunicacional que atacaba, hacía emboscadas, dinamitaba conversaciones, provocaba, tomaba posiciones copando la zona e imponiendo las temáticas de conversación alteradas por las maquinarias de mensajes contratadas a alto costo por los adversarios.
- Y sus incursiones, concertadas o espontáneas, invadían redes como Facebook y sobre todo Twitter; pero particularmente desembarcaron en WhatsApp, donde había una aguda batalla por desconcertar al votante.
- La nueva manera de debutar en la política por parte de los jóvenes pudo ser exitosa por una adecuada lectura o intuitiva adaptación de las circunstancias. Las fabulosas plataformas de la instantaneidad donde con extrema facilidad puede persuadirse o manipular viven una extraña crisis.
- Las «fake news» se atascaron en su propio pantano; primordialmente porque los promotores fueron víctimas de su ambición. Cambridge Analytica, por ejemplo, descarriló en el momento que aceleraba motores para intervenir en la elección mexicana tras sus contundentes operaciones de manipulación e intervención en perfiles y preferencias que orientaron decisiones políticas y sociales en otras partes del mundo.
- Desnudada, exhibida, la empresa, su trama y su sistema, Cambridge emprendió retirada. Y resquebrajó a Facebook, la plataforma del éxito que ahora ve caer ganancias y seguidores.
No fueron heridas mortales pero sí marcaron franjas de vulnerabilidad que debilitaron el mensaje falso o confrontacional y abrieron márgenes al mensaje propositivo, reflexivo y fáctico. Las «fake news» tuvieron noches muy incómodas en un ambiente donde, además, los usuarios masivos tenían la prevención de cuidar sus cuentas, sus links, sus posts.
Y en Twitter, donde los bots rechinaban, los grandes personajes perdieron el sentido. Capos de la política o de la cultura eran estremecidos por Juan Ninguno, quien arrobaba a toda la comunidad tuitera su desafío de desmentir y demoler el pedestal.
La horizontalidad del mensaje contra los poderosos tenía impactos definitivos. No valían currículums ni linajes. Quizás l@s muchach@s ni cuenta se daban de la trascendencia de sus 280 caracteres, pero poco a poco ganaron terreno derrotando costosas estrategias de opositores.
- Kevin Allocca, Jefe de Cultura y Tendencias de YouTube, describe en su libro de reciente aparición Videocracy, entre otras cosas, los fenómenos de comportamiento en las plataformas digitales que convierten banalidades en éxitos de atención, los impactos letales que tienen en los sistemas tradicionales de comunicación los mensajes y videos de aficionados e inexpertos, y los cambios vertiginosos en lo digital que han marcado incluso la política y las elecciones.
«El nuevo poder que tiene nuestro comportamiento en línea y la influencia en el mundo que nos rodea fue en buena medida subestimado… El mismo lugar que se había convertido en la sede para documentar la injusticia y organizar comunidades también podría convertirse en un lugar para un ataque sin sentido y acosos deliberados.
Plataformas que nos ayudaron a expresarnos de las formas más íntimas y personales también permitieron la expresión de la negatividad. Mientras las preocupaciones sobre el bullying se habían estado gestando en pocos años, las cosas parecían hervir en 2015 y 2016, cuando las conductas concertadas en las plataformas empezaron a mostrar lo desagradable que podrían ser.
- Celebridades, activistas y la gente común fueron atacados con mensajes misóginos y amenazas. Prácticamente todas las principales plataformas impulsadas por la comunidad, incluidos Facebook y Twitter, tuvieron que lidiar con ese problema», describe Allocca.
Los medios digitales transitaron rápidamente por distintos estremecimientos. Efectivamente, iniciaron como medios de interacción privilegiada, creadores de intimidad y de comunidad a la vez, eficaces y eficientes en la articulación de conductas sociales positivas e incluso de movilizaciones sociales. Pero pronto, como refiere Allocca, mostraron su potencial opuesto y empoderaron a grupos y segmentos hostiles y extremistas. Igual en la política.
En 2008, las redes sociales fueron herramientas privilegiadas en la campaña electoral que llevó a Barack Obama al poder. Sentaron precedente e imbuyeron con sus ansias y novedades a la política en todos los países del mundo. Entonces, la cantidad de seguidores tenía una correspondencia directa con la cantidad de votantes. El líder en seguidores virtuales lo era en votos reales en las urnas.
Y, sobre todo, inició con el desplazamiento de los mensajeros tradicionales, los medios de comunicación masivos que antes dictaban las preferencias de votantes. Los políticos tomaron atajos para hablar con sus electores.
Después tomó carta la manipulación, la infección de las redes, la creación de seguidores artificiales para simular fuerza política. Se vendieron legiones de identidades falsas como si se alquilaran personas para llenar plazas en los mítines.
Eso ocurrió en México en 2012. Y el primer choque fue el de los jóvenes de #YoSoy132 contra la candidatura de Enrique Peña. Pero dominó la combinación de manipulaciones, la compra de bots y la compra de voto, junto con una carismática candidatura que triunfó.
- «Y luego vinieron las elecciones de 2016 (en las que triunfó Donald Trump). Si bien en 2008 ocurrió la primera y verdadera elección en la era de las redes sociales, las elecciones de 2016 fueron las primeras en llevarse a cabo después de que la influencia política del comportamiento en línea hubiera superado a la de los medios de comunicación tradicionales.
- Simultáneamente, vimos una gran afluencia de voces nuevas y cuestionables con increíbles capacidades de persuasión y una comunicación directa que carecía de contexto crítico y corroboración. Como nunca antes, las bocas más ruidosas podrían ahogar cualquier asunto complejo, y los tipos de mensajes en los que habíamos estado acostumbrados a confiar como fácticos resultaron a menudo en poco dignos de confianza absoluta», añade Allocca.
- Por ejemplo, las vistas a contenidos electorales en YouTube crecieron 8 veces en la campaña de 2016 respecto a la del 2008, muchos de mensajes controversiales o manipulados.
- La infección con noticias falsas, con rumores convertidos en supuestas noticias, con versiones fantasiosas que nos hacían aparecer como verdaderas estropearon la confiabilidad de las redes sociales, los medios de los que se había apropiado la comunidad. Rápidamente pasaron a ser un tremendo campo de batalla por la propia credibilidad. La elección de Trump modificó de tajo el comportamiento en redes.
- «La parte más difícil de todo es que no tenemos una hoja de ruta sobre cómo proceder. Nuestras voces han recibido un alcance sin precedentes, y tal parece que no estamos totalmente preparados para gestionar las implicaciones», advierte el especialista de YouTube.
El asunto es que la olla que hervía modificó su consistencia. Las redes sociales en buena parte del mundo, y desde luego en México, tuvieron en 2017 un ingrediente cultural, social y político demoledor: la denuncia contra el acoso sexual que pasó de la comunidad artística a distintos estamentos sociales, jerarquías empresariales e impactó la vida cotidiana.
#MeToo no sólo fue el empoderamiento femenino, sino la confirmación de que las redes no habían sido arrebatadas por los manipuladores. El movimiento, incluso con causas extremas, fue notable y logró consolidarse desde las zonas digitales. Dicho empoderamiento confluyó con la crisis de los sistemas millonarios de manipulación en redes a la vez que arrinconó los mensajes de odio y exclusión.
Partidos como el PRI y el PAN, por ejemplo, no parecieron dar una lectura adecuada a esa circunstancia. Las redes andaban hirvientes con el empoderamiento de l@s excluid@s y agredid@s y rengueaban por la descalificación de que eran objeto las empresas de manipulación. Faltaban manos que moldearan esa nueva circunstancia.
Irrumpió entonces una generación formada políticamente en el debate virtual. No hay cara a cara. De la moción a la emoción. Del voto en favor o en contra en la asamblea al like o al retuit. La generación digital, táctil, encontró una manera pacífica, preñada de emoción e intensidad, de encontrarse con los quehaceres de la vida pública como protagonista.
- Uno de los momentos de ruptura política y mediática de la campaña electoral fue cuando el priismo lanzó una campaña desmesurada sobre la infiltración rusa (precedida de la influencia venezolana) en la campaña de López Obrador.
Instalado en el malecón del Puerto de Veracruz, AMLO filmó un video con su celular donde decía que esperaba la llegada del barco ruso con el oro de Moscú. Y se autobautizó como «Andresmanuelovich». La chunga resultó corrosiva. El video, siguiendo la lógica de Allocca, cumplió los tres requisitos esenciales para viralizarlo y darle éxito masivo:
- Ser impulsado por un creador de tendencias (AMLO es el político con mayor número de seguidores en redes);
- Encontrar comunidades que lo acepten y compartan (en el primer trimestre del año ya estaban instaladas las zonas pejistas), y
- Ser sorpresivo, generar impacto por la sorpresa. (Ver a AMLO, aquel adusto personaje confrontativo y quejoso, haciendo bromas desde luego que resultó sorpresivo y en términos de la campaña mediática fue demoledor).
Y es que de lo que muchos no se habían dado cuenta o no querían asumirlo, es que desde antes del comienzo formal ya había decisiones consumadas. La principal: el voto mayoritario por AMLO. El desprecio por las encuestas cegó a los contendientes.
AMLO no dejó de encabezarlas desde 2017. Pero ello expresaba otro asunto maduro: la confluencia de una generación que había tomado partido desde antes y que le daba sustento en otras zonas de confrontación electoral como las redes sociales./ CON INFORMACIÓN DE REVISTA FORMA Y FONDO- REFORMA