El uso de cubrebocas-mascarilla podría volverse en una especie de “variolización” —término que se refiere originalmente a la inmunización de la viruela— de COVID, lo cual generaría una inmunidad que ralentizaría la propagación del virus mientras esperamos una vacuna, señala un artículo publicado en The New England Journal of Medicine, elaborado por investigadores de la Universidad de California en San Francisco.
- “La variolación era un proceso mediante el cual las personas susceptibles a la viruela eran inoculadas con material extraído de una vesícula de una persona con viruela, con la intención de provocar una infección leve y la consiguiente inmunidad. La variolación se practicó solo hasta la introducción de la vacuna contra el virus de la variola, que finalmente erradicó la viruela”. Si el cubrebocas replicara esa función, ayudaría de este modo a generar inmunidad y desacelerar los contagios, señala la hipótesis de los investigadores Monica Gandhi y George W. Rutherford.
“Varios hemos defendido el concepto de que en ausencia de vacuna, el cubrebocas es un sustituto que nos permitirá transitar por la nueva normalidad. Las evidencias son ya suficientes para defender y promover esta postura”, escribió Alejandro Macías en Twitter, en relación con el artículo.
El texto “Facial Masking for Covid-19 — Potential for ‘Variolation’ as We Await a Vaccine” apunta que si el inóculo viral es importante para determinar la gravedad de la infección por SARS-CoV-2, una razón hipotética adicional para el uso de cubrebocas-mascarilla sería reducir el inóculo viral al que está expuesto el usuario y el impacto clínico posterior de la enfermedad.
“Dado que las mascarillas pueden filtrar algunas gotitas que contienen virus (con la capacidad de filtrado determinada por el tipo que se utilice), podrían reducir el inóculo que inhala una persona expuesta. Si esta teoría se confirma, la utilización de cubrebocas-mascarilla de toda la población, con cualquier tipo de máscara que aumente la aceptabilidad y la adherencia, contribuiría a aumentar la proporción de infecciones por SARS-CoV-2 que son asintomáticas”.
- El análisis recuerda que las infecciones asintomáticas están relacionadas con un desarrollo menos severo de la enfermedad así como una reducción de muertes. En EU, apunta, los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) estimaron que la tasa típica de infección asintomática con SARS-CoV-2 era del 40 por ciento a mediados de julio, pero las tasas de infección asintomática son superiores al 80 por cierto en entornos con “enmascaramiento facial universal, lo que proporciona evidencia observacional de esta hipótesis”.
A los países que han adoptado este uso generalizado del cubrebocas les ha ido mejor en términos de tasas de enfermedades graves relacionadas con COVID y muerte, añade, lo que, en entornos con pruebas limitadas, sugiere un cambio de infecciones sintomáticas a asintomáticas.
Los científicos citan además un estudio con modelos animales donde se simuló un enmascaramiento quirúrgico y mostró que hámsters de laboratorio con “mascarilla” tenían menos probabilidades de infectarse y, si se infectaban, eran asintomáticos o tenían síntomas más leves que los hámsteres desenmascarados.
A LA ESPERA DE VACUNAS.
Recientemente, Robert Redfield, director de los CDC en EU, refirió que la disponibilidad de la primer vacuna contra COVID no estaría lista antes de la primavera o verano de 2021, aunque el presidente Donald Trump tiene “otros datos” y ha señalado que se comenzaría a distribuir en las próximas semanas —el 3 de noviembre se llevarán a cabo las elecciones presidenciales.
- A pesar de las preocupaciones con respecto a la seguridad, la distribución mundial y la eventual aceptación, el mundo tiene grandes esperanzas de una vacuna contra el SARS-CoV-2 altamente eficaz y, a principios de septiembre, 34 vacunas candidatas estaban en evaluación clínica y cientos más en desarrollo
Las esperanzas de las vacunas, señalan los autores del artículo, se basan no solo en la prevención de infecciones: la mayoría de los ensayos de vacunas incluyen un resultado secundario de disminuir la gravedad de la enfermedad, ya que aumentar la proporción de casos en los que la enfermedad es leve o asintomática sería una victoria de salud pública. “El uso generalizado del cubrebocas parece reducir la tasa de nuevas infecciones, por ello, planteamos la hipótesis de que al reducir el inóculo viral, también aumentaría la proporción de personas infectadas que permanecen asintomáticas.
“(…) Mientras esperamos los resultados de los ensayos de vacunas, cualquier medida de salud pública que pueda aumentar la proporción de infecciones asintomáticas por SARS-CoV-2 puede hacer que la infección sea menos mortal y aumentar la inmunidad de toda la población sin contagios graves ni muertes”.
- Los científicos finalizan su artículo apuntando que se requieren más estudios para probar su hipótesis, los cuales tendrían que comparar la tasa de infección asintomática en áreas con y sin enmascaramiento universal. “Para probar la hipótesis de la variolación, necesitaremos más estudios que comparen la fuerza y la durabilidad de la inmunidad de células T específicas del SARS-CoV-2 entre personas con infección asintomática y aquellas con infección sintomática, así como una demostración de la desaceleración natural del SARS-CoV-2 que se propaga en áreas con una alta proporción de infecciones asintomáticas”.
En julio, un estudio del Instituto Karolinska y del Hospital Universitario Karolinska (Suecia) refirió que muchas personas con COVID-19 leve o asintomático demuestran inmunidad mediada por células T al nuevo coronavirus, incluso si no han dado positivo en la prueba de anticuerpos. De acuerdo con los investigadores, esto significa que la inmunidad pública es probablemente más alta de lo que sugieren las pruebas de anticuerpos./LA CRÓNICA-PUNTOporPUNTO