La pandemia de la enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19) ha desatado una de las más graves crisis mundiales de los tiempos recientes. Esto debido a la velocidad vertiginosa con que se propaga y a la alta peligrosidad que representa para personas con alguna condición vulnerable al síndrome respiratorio agudo que provoca.
En los 67 días transcurridos desde que se confirmó el primer caso en China (escribo esto el 21 de marzo), la enfermedad se ha extendido a 170 países y territorios con más de 272,000 casos confirmados y 11,300 fallecimientos. El número de casos tardó 53 días en llegar a 100,000, sólo 12 en rebasar los 200,000 y tardará menos de 5 en superar los 300,000.
En algunos países la tasa de letalidad (porcentaje de fallecimientos del total de casos confirmados) es muy superior a la tasa máxima observada en China desde que se confirmó el primer caso, lo que magnifica la gravedad de los efectos de la enfermedad en dichos países.
A fin de mitigar la propagación, algunos países han implementado medidas drásticas de distanciamiento social y aislamiento, las cuales provocan prácticamente la suspensión de las actividades cotidianas.
- Desafortunadamente, las anteriores medidas traerán muy graves repercusiones para la economía y para la vida de millones de personas, que llevará meses o años recuperar.
- La propagación y peligrosidad de la COVID-19 son favorecidas por un mundo interconectado y, paradójicamente, con mayor expectativa de vida.
De acuerdo con la Asociación Internacional del Transporte Aéreo (IATA), 22 mil pares de ciudades del mundo están conectadas por vuelos regulares que transportan 4,300 millones de personas al año (11.8 millones diarios).
Por otro lado, si bien no igual en todos los países, durante los últimos 50 años la expectativa de vida al nacer aumentó de 57 a 72 años, aunque en ocasiones la edad avanzada viene acompañada de padecimientos crónicos.
Esta pandemia se presenta entonces en circunstancias históricas únicas, que le dan un alcance y repercusión mayores a los de cualquier otra crisis similar. No obstante, se presenta también en un momento en que redes de comunicación de alta capacidad y velocidad, así como computadoras y dispositivos móviles con capacidades inimaginables hace unos años, dieron lugar a la era de la hiperconectividad y el auge de la ciencia de datos y la inteligencia artificial (IA). Estas circunstancias tienen el potencial de marcar una diferencia a nuestro favor en la lucha contra esta amenaza.
El más notorio efecto de estas circunstancias favorables es que tenemos información sobre la evolución global de la pandemia casi en tiempo real. Además de la nota humana de los medios de comunicación y las redes sociales, con la que atestiguamos como se vive la crisis en otras partes del mundo, es fácil para cualquier persona obtener datos muy completos de las mismas fuentes que alimentan a los medios de comunicación y los gobiernos. Tres de las principales fuentes que pueden consultarse son:
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El micrositio de la Organización Mundial de la Salud, que contiene información de orientación, médica y estadísticas de todo el mundo actualizadas cada 24 horas.
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El tablero de control de la Universidad John Hopkins, que actualiza su información global cada hora, y del cual pueden obtenerse también las bases de datos.
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El micrositio de la Secretaría de Salud de México, o el correspondiente a la autoridad de salud de tu país, que tienen información de interés nacional y material de orientación.
Esta gran disponibilidad de información ha incentivado que investigadores y profesionistas de la ciencia de datos e IA de todo el mundo, en un esfuerzo por educar a la opinión pública y contribuir a la atención de la emergencia, realicen y publiquen investigaciones sobre diversos tópicos relacionados con la pandemia.
Evidentemente, no todos los artículos tienen el rigor técnico y la calidad para que valga la pena leerlos, pero podemos seleccionarlos con base en el perfil del autor y las calificaciones que tienen en el sitio que los publica.
Un ejemplo es un artículo publicado por Andreas Backhaus, economista europeo, en el que observa que hay una alta incidencia de casos de COVID-19 en los grupos de mayor edad en Italia, lo que pudiera explicar la alta tasa de letalidad que se observa.
Sin embargo, esto requiere ser investigado ¿Por qué en Corea del Sur el mayor número de contagios se presenta en los grupos de edad de 20 a 29 y de 50 a 59 años y en Italia se presenta entre las personas mayores de 70 años? ¿Cómo se comportará en México?
Otro ejemplo es el artículo de Helen Jenkins, investigadora de epidemiología y enfermedades infecciosas de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Boston, que repasa las investigaciones que respaldan la efectividad de las medidas de distanciamiento social y aislamiento para mitigar los efectos de epidemias y pandemias. Estas investigaciones incluyen el caso de la gripe española que asoló el mundo a principios del siglo XX, en la que hay evidencia de cómo puede “aplanarse” la curva de casos para evitar colapsar los sistemas de salud y disminuir la gravedad de la crisis.
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Por otro lado, la gran diversidad de áreas en las que se han desarrollado con éxito herramientas de IA permite intentar todo tipo de aplicaciones para un mejor monitoreo, diagnóstico y tratamiento de la enfermedad. Un interesante artículo de Forbes menciona algunos ejemplos ilustrativos, entre los que se encuentran:
- Monitoreo y pronóstico de brotes.
- Diagnóstico con reconocimiento de imágenes de tomografías.
- Reparto de suministros médicos con drones.
- Uso de robots para desinfectar y distribuir alimentos y suministros.
- Desarrollo de medicamentos.
- Detección de personas infectadas.
Finalmente, hay esfuerzos para llamar a la comunidad e industria de la ciencia de datos y la inteligencia artificial a la lucha contra la pandemia. Un ejemplo de ello son las convocatorias que Kaggle, una popular plataforma para el desarrollo colaborativo y abierto de software, lanzó para participar en 10 tareas. Entre ellas está el desarrollo de modelos de pronóstico que, más que acertar en el número de casos, se busca permitan identificar los factores que contribuyen a la propagación del virus. Otras tareas involucran utilizar técnicas de interpretación de lenguaje natural para extraer información útil de más de 44,000 artículos, los cuales resulta imposible que alguien pueda leer.
Estamos ante una enfermedad que hasta hoy no tiene tratamiento definido y que, si bien no genera una condición de gravedad en la mayoría de los casos, pone en peligro la vida de millones de personas. La manera más efectiva de tratar de mitigar sus efectos es reducir su propagación con el distanciamiento social y el aislamiento de los enfermos. Esto traerá consecuencias severas para nuestras vidas, pero es necesario hacerlo para evitar daños mucho mayores.