El cuerpo de Luis, de 62 años, colapsó en tan sólo una hora el 5 de enero, tras 18 días de padecer COVID-19. Su familia llamó al 911 una docena de veces para pedir una ambulancia desde Coapa, Coyoacán, para trasladarlo hacia algún hospital con la esperanza de salvarle la vida, pero la ayuda nunca llegó.
Sergio García García explica que su hermano pensó en un primer momento que tenía una infección del estómago, pero al empeorar acudió el pasado 19 de dciembre a hacerse una de las pruebas gratuitas que realiza el Gobierno de la Ciudad de México, la cual confirmó que tenía el virus.
- Primero intentó sobrellevar la enfermedad en casa, sin embargo cada vez le era más difícil respirar y para el 21 de diciembre ya necesitaba oxígeno. A partir de ese momento comenzaron a llamar cada tercer día al 911 y Locatel, centro que concentra la atención de emergencias por COVID-19 en la Ciudad de México.
“Supuestamente un médico lo valoraba, pero la valoración era ‘quédate en tu casa’”, explica Sergio.
- Entre Navidad y Año Nuevo, la familia de Luis se formó a diario durante las madrugadas en el punto de distribución de INFRA en la Colonia Escandón para rellenar los tanques de oxígeno y contrataron una enfermera para vigilarlo las 24 horas.
- También se endeudaron con 70,000 pesos para comprar dos concentradores de oxígeno desde Durango y en su desesperación, incluso le aplicaron células madre por recomendación de un médico que ahora Sergio califica como “un charlatán”.
Los primeros días de enero parecían verse signos de esperanza, pues la oxigenación de Luis se estabilizó, pero el 5 de enero de nuevo le faltó oxígeno y su corazón no resistió más.
“De repente le subía el nivel de oxigenación, le bajaba de nuevo hasta que le dio un infarto”, indica su hermano Sergio.
Morir en la confusión y sin atención
Al menos 1,928 personas han muerto en la Ciudad de México por COVID-19 han perdido la vida fuera de un hospital, lo que representa el 8.58% de los 21,951 fallecimientos registrados de manera oficial por el Gobierno de México hasta el 1 de febrero.
- Sin embargo, esta cifra podría ser mucho mayor, pues de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) a nivel nacional se registró la muerte de 108,658 personas por COVID-19 entre enero y agosto de 2020, un 45% más que la cifra oficial de la Secretaría de Salud federal, que reportó 75,017 fallecimientos y de acuerdo con funcionarios del INEGI, 58% lo habría hecho fuera de un hospital.
- De acuerdo con el propio Gobierno capitalino, de abril al 12 de diciembre del año pasado en la ciudad se registraron 37,523 muertes más de las estimadas. De estas, al menos 23,704 muertes fueron por sospecha o confirmación de COVID-19, según el “Reporte de Exceso de Mortalidad en la Ciudad de México”.
En el mismo periodo, el Gobierno capitalino registró oficialmente 18,935 muertes por COVID-19 en el informe diario publicado en covid19.cdmx.gob.mx , una diferencia de 4,769 fallecimientos.
«No hay dónde atenderlos»
Para Rafael Bojalil Parra, investigador del Departamento de Atención a la Salud de la UAM Xochimilco, la diferencia entre el número de víctimas oficial y el reportado en el exceso de muertes oculta que más personas de las que se piensa están muriendo fuera de un hospital durante la pandemia.
“La Secretaría de Salud contabiliza fundamentalmente a quienes mueren de los hospitales y el Inegi contabiliza también a quienes mueren fuera de los hospitales», señala el experto.
- “Primero, la gente está muriendo en la calle o en sus casas porque no hay dónde atenderlos, está totalmente saturado el sistema de salud. No hay camas disponibles y donde sí hay camas no hay respiradores”,
- Aunado a la saturación de los hospitales en la capital que hasta el 27 de enero alcanzaba un 88.6% para camas de hospitalización general y 83.1% para camas con intubación, el temor de morir en soledad también es un factor para que las personas retrasen o eviten ir a los hospitales, comenta Bojalil.
“En muchos lugares donde se interna a un paciente los familiares no vuelven a saber de su paciente hasta que les dicen que ya falleció, entonces algunas personas toman la decisión consciente de no llevar a su familiar a un hospital y prefieren tenerlo en casa y muere rodeado de su gente amada”, dice.
- El doctor Malaquías López Cervantes, integrante de la Comisión para la Atención de la Emergencia Coronavirus de la UNAM, apunta a la fragmentación del sistema de salud mexicano y la falta de orientación como algunas de las causas por las cuales personas con COVID-19 fallecen antes de ser atendidos en un hospital.
“Toda esta multiplicidad de instituciones que dividen a las personas de una manera impráctica. Si están en el ISSSTE, en el IMSS, en otro sistema, no hay reglas claras para que la gente sepa exactamente qué hacer en caso de necesitarlo.
“Los que la gente normalmente conoce como los institutos de salud o los grandes hospitales como el (Hospital) Juárez, (Hospital) Gea (González), (Hospital) General parece que son hospitales ya sin disponibilidad para atender a la gente… Debería de ser motivo de mayor atención porque quiere decir que la gente se está quedando atorada sin saber qué hacer”, comenta.
El doctor y profesor de Salud Pública en la Facultad de Medicina considera esto como un fracaso frente a la atención de la pandemia.
“El hecho de que las personas estén muriendo fuera de los hospitales nos está demostrando que no tenemos la capacidad para dar la respuesta correcta a este problema que estamos viviendo hoy en día”, señala López Cervantes.
Sergio García García considera que su hermano se pudo haber salvado si tan sólo hubiera acudido una ambulancia o un médico a valorarlo.
- “En el momento en que nosotros vimos que tenía oxigenación de 70% en ese momento hubieran ido y le hubieran controlado la neumonía.
- “Llamas y reportas, luego el 911 ya no te llama para ver cómo estás, entonces es una llamada de sordos”, cuenta.
La advertencia de que sólo a través del 911 podrían ser referidos a un hospital y el miedo a que su hermano colapsara en una ambulancia sin rumbo seguro lo detuvo de intentar ingresarlo por su cuenta.
Ahora Sergio recuerda a su hermano Luis como un hombre sin miedo a empezar de nuevo: a los 62 años había comenzado a estudiar la carrera de Arquitectura, diseñó un sistema de construcción con base en PET y había instalado una fábrica junto a un grupo de amigos con los que se asoció.
“Era buen tío, buen papá y buen dicharachero; cuando supieron de Luis no imaginas la infinidad de apoyo y personas que hablaban. Se nos fue en un gran momento de su vida”, dice.
Sergio apoya con cargas de oxígeno al cuidado de su hermana Ana, de 66 años, también enferma de COVID-19 quien está en tratamiento bajo supervisión de un cardiólogo y ha dado signos de mejoría.
Para este trabajo se buscó una versión de la Secretaría de Salud capitalina, pero hasta el cierre no se obtuvo respuesta./EXPANSIÓN-PUNTOporPUNTO