Ernesto Zapata
Dagoberto Longino Santos Trinidad, cadete del segundo año de la Escuela Médico Militar, sacó un guante de látex de una bolsa negra. Se lo colocó en la mano, se puso gel y le introdujo un dedo en el recto a Alfredo, cadete de nuevo ingreso.
El resto de los cadetes dormía en esa madrugada de marzo del 2013, en que Dagoberto abusaba sexualmente de su compañero de armas.
Mientras introducía su dedo en el recto de Alfredo, Dagoberto volteaba para todas partes, temeroso de que alguien entrara al baño del enorme dormitorio.
Una investigación realizada por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, que derivó en una recomendación enviada al secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos, puso al descubierto esta historia de bullyng extremo y de violación sexual en la Escuela Médico Militar de México.
Dagoberto tenía sometido al joven Alfredo, originario del municipio de Irapuato, en el estado de Guanajuato.
Entre marzo y mayo del 2013, Dagoberto repitió varias veces la operación: Entre las 00.00 y las 2:00 de la madrugada despertaba a Alfredo y lo obligaba a ir al baño. “Si no lo haces, incurrirás en una desobediencia mayor y el castigo será más grave”, lo amenazaba.
Ya en el baño, Dagoberto obligaba a Alfredo a bajarse la ropa interior. Le ordenaba inclinar el tronco de tal forma que su rostro bajara a nivel de las rodillas y a sujetar sus tobillos con las manos. Entonces, Dagoberto sacaba de la bolsa negra el guante de cirugía, el gel y procedía a introducir su dedo en el recto de su víctima.
La operación duraba aproximadamente cuatro minutos, durante los cuales Alfredo experimentaba un gran dolor físico y psicológico. Pero no podía gritar ni decir nada, por temor a las amenazas.
Cuando concluía la violación, Dagoberto simplemente se iba a dormir.
ABUSO MÚLTIPLE
La violación sexual era la agresión más grave que sufría el joven aspirante a médico militar, pero no la única. Sus victimarios no solo eran cadetes de grados superiores, sino autoridades de la Escuela Médico Militar, ubicada en Lomas de Sotelo, en la Ciudad de México.
La CNDH documentó que durante su estancia de aproximadamente año y medio en el plantel, Alfredo sufrió constantemente golpizas, vejaciones y abusos de autoridad que llegaron a poner en riesgo su vida.
En noviembre del 2012, las autoridades le impusieron como castigo una guardia de nueve horas consecutivas en la Sala de Banderas sin que se le permitiera abrigarse, lo que le provocó neumonía.
Cuando apenas tenía diez días de haber salido del Hospital Central Militar, –en donde estuvo internado tres días– fue obligado por la profesora de educación física a correr cinco kilómetros y a nadar en la alberca con agua fría.
Para entonces, la salud de Alfredo estaba deteriorada por las secuelas de la neumonía y por las golpizas con palos y tubos que frecuentemente recibía de parte de cadetes de grados superiores.
Pero la profesora se negó a que le hicieran una revisión médica, como él solicitaba, y lo obligó a correr y a nadar en agua fría.
A COMER BASURA
Los cadetes de grados superiores eligieron a Alfredo, de nuevo ingreso, como su víctima favorita.
Escondían en donde podían palos de madera y tubos, con los que golpeaban constantemente a Alfredo en los glúteos. Cuando no tenían instrumentos, usaban sus puños o sus botas con casquillo para golpearlo en varias partes del cuerpo.
“Cállate, maldito cerdo, esto tiene que ser así y punto”, le decían, cuando lo castigaban a golpes por no cumplir sus caprichos, como hacerles de comer, limpiar sus botas, planchar sus uniformes o hacerles sus tareas académicas.
Dos cadetes de grados superiores, uno de ellos identificado por la revista Proceso como Fernando Melo Leónides, obligaron a Alfredo a comer basura.
La madre de Alfredo, ex esposa de militar, presentó diversas quejas e incluso se reunió con el director del plantel, el general Daniel Gutiérrez Rodríguez, quien le pidió, de acuerdo con una nota publicada por Proceso el 20 de agosto del 2013, que “se maneje el asunto bajo el agua”.
Posteriormente la Procuraduría General de Justicia Militar inició una investigación, pero las autoridades informaron a la madre de Alfredo, casi de inmediato, que no había elementos para proceder.
Fue hasta que Alfredo y su madre acudieron a la CNDH, cuando la Procuraduría Militar integró debidamente la averiguación previa y consignó al cadete Dagoberto Longino Santos Trinidad por el delito de violación equiparada.
No se sabe si los otros agresores de Alfredo, los que lo molían constantemente a golpes, fueron sancionados de alguna manera.
Tampoco se sabe si la profesora de educación física que obligaba a Alfredo a realizar esfuerzo físico extremo a pesar de que presentaba insuficiencia respiratoria como secuela de la neumonía, ha sido sancionada.
VIDA DESTROZADA
De acuerdo con la recomendación 02/2016 de la CNDH, Alfredo, quien solicitó su baja de la Escuela Médico Militar, presenta un cuadro de depresión severa, producto de las vejaciones a que fue sometido.
Alfredo dejó sus estudios, no realiza ninguna actividad y padece sentimientos de enojo, autoestima dañada, sentimientos de tristeza, pérdida del control de su vida, embotamiento emocional y apocamiento.
Además presenta síndrome de estrés postraumático, dificultad para expresar sentimientos, alteraciones de la motivación sexual, problemas de relación interpersonal y aislamiento.
En la citada recomendación, la CNDH pidió al titular de la Sedena que le sea resarcido el daño a Alfredo y que la dependencia dé seguimiento a la queja que en su momento sea promovida ante la Inspección y Contraloría General del Ejército y Fuerza Aérea Mexicana, en contra de los cadetes y autoridades identificados como los agresores.
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