En 43 municipios del país con población indígena ha muerto la mitad de quienes enfermaron de Covid-19. A nivel nacional, de cada 100 enfermos, 10 han perdido la vida. El dato es reflejo de la desigualdad y las limitaciones que enfrenta ese sector en el acceso a los servicios médicos, reconoce un informe de la Secretaría de Salud (Ssa).
- Esa inequidad también es evidente entre los indígenas que han requerido hospitalización, pues la mitad ha fallecido. Mientras, en el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER), donde únicamente son atendidas personas con cuadros en extremo graves de Covid-19, la mortalidad es menor a 40 por ciento.
- Hasta el 9 de septiembre se confirmaron 8 mil 563 casos de la infección en 455 municipios indígenas. La cifra equivale a 1.31 por ciento del total de individuos que han tenido el coronavirus en México, y se refiere únicamente a aquellos que llegaron a algún hospital.
En los estados de Yucatán, Oaxaca y San Luis Potosí se registran los números más altos de la infección con mil 717, 792 y 777 casos, respectivamente
A causa de las complicaciones graves de Covid-19 han perdido la vida mil 249 indígenas, quienes vivían en 244 municipios. En Benito Juárez, Quintana Roo, se tiene el número más alto de notificaciones, con 74.
Por entidades, la mayor cantidad de decesos ha ocurrido en Yucatán (191), Oaxaca (157) y estado de México (102), indica el reporte de la Dirección General de Epidemiología.
- Señala que la cantidad de fallecimientos respecto del total de casos confirmados de coronavirus en población indígena (tasa de letalidad), el promedio es de 14.6 por ciento, mientras a nivel nacional el indicador es 10.7 por ciento.
- No obstante, hay 43 localidades donde los decesos representan la mitad de los casos confirmados y se concentran en las regiones del sur-sureste (maya), centro (mixteca) y noreste de la República. El informe reconoce que la dificultad en el acceso a los servicios de salud también condiciona la disponibilidad de pruebas de diagnóstico del SARS-CoV-2 y la atención en las comunidades.
También menciona que hasta el 9 de septiembre se habían notificado 122 contagios en indígenas embarazadas. Yucatán concentra el mayor número con 29 notificaciones. En tanto, se ha reportado una sola defunción, que ocurrió en la Ciudad de México.
Otra diferencia sustancial que ha quedado en evidencia con la pandemia de Covid-19 son las hospitalizaciones. Mientras a nivel nacional casi 25 por ciento de los enfermos han requerido ser internados, entre personas de las comunidades originarias el porcentaje es de 34.1; y en 161 localidades más de la mitad de los afectados han tenido que ingresar a los nosocomios.
Indígenas se repliegan para sobrevivir a la COVID-19
Algunas comunidades indígenas en el estado de Oaxaca, en el sur del país, están aplicando estrategias creativas para afrontar la situación.
Oaxaca, uno de los estados más pobres de México y con mayor diversidad étnica, alberga numerosas comunidades indígenas, incluido los pueblos zapotecas. He pasado muchos años en los valles centrales de Oaxaca realizando investigaciones antropológicas en aldeas rurales zapotecas, documentando la vida de las personas, los patrones migratorios y su cultura alimentaria.
Estrategias indígenas de supervivencia
La cooperación es un pilar fundamental de la vida zapoteca en Oaxaca. Una historia de exclusión social por parte del gobierno federal recuerda a los zapotecas que no deben depender de los políticos para que los salven.
- Las personas trabajan juntas desde una edad temprana, uniéndose en “tequios”, o brigadas laborales comunales, para realizar proyectos que pueden ser desde pintar una escuela hasta reparar la red eléctrica. Los individuos, sus familias y amigos trabajan juntos de manera rutinaria para terminar rápidamente los trabajos pequeños y lograr que los trabajos grandes sean menos abrumadores.
Según la investigadora M.C. Nydia Sánchez de la Universidad Tecnológica de Oaxaca, las familias zapotecas están compartiendo los escasos recursos que tienen, como alimentos, información, agua y mascarillas, en lo que denominan “guelaguetza”: la práctica de trabajar juntos y dar regalos.
En un momento en que la cadena de suministro de alimentos de México está bajo presión, los aldeanos se aseguran de que nadie pase hambre aumentando su cosecha del maíz que se usa para hacer las tortillas.
Los “chapulines”, saltamontes recolectados en los campos que se tuestan rápidamente al fuego, están regresando a la mesa como una alternativa rica en proteínas a las carnes caras compradas en las tiendas, una opción que ya no está disponible a nivel local.
Reglas de consenso
Sin embargo, la naturaleza unida de las comunidades zapotecas también puede complicar otras medidas críticas para limitar la exposición de los residentes a la infección.
- Se trata de pueblos pequeños donde viven unos pocos miles de personas. Todo el mundo conoce a todo el mundo y es típico que los zapotecas pasen gran parte de su jornada junto a familiares y amigos. Esto puede dificultar mantener la distancia social que recomiendan los funcionarios nacionales de salud.
- “No saludar tanto en la calle es difícil, porque estamos acostumbrados a hacerlo”, le confesó a Reuters en abril un zapoteca llamado José Abel Bautista González. “Es una tradición, la cultura del pueblo”.
En vez de cerrar las puertas a amigos y familiares, los zapotecas quieren evitar que entre la COVID-19.
En gran parte de Oaxaca, los aldeanos están construyendo barricadas con cadenas, piedras y madera para bloquear físicamente el acceso dentro y fuera de sus comunidades. Muchas aldeas se ponen, efectivamente, en cuarentena de la sociedad.
“Decidimos instalar estas barreras para que no entraran visitantes o forasteros”, le dijo a Global Press Journal, el 28 de junio, José Manzano, de San Isidro del Palmar.
Esas decisiones, como la mayoría de las políticas zapotecas, se basan en el consenso de la comunidad, no son fruto de la orden de un líder político local o nacional.
Un futuro incierto
Es poco probable que las comunidades indígenas mexicanas puedan salir ilesas de la pandemia.
- Hasta ahora, México está perdiendo la batalla contra los efectos económicos del coronavirus: los empleos están desapareciendo y los economistas predicen que la economía nacional podría contraerse un 8% este año. El turismo, el elemento vital de la economía de México, se ha detenido.
- Eso significa hambre y una larga recesión que, según los expertos, afectará de manera desproporcionada a las zonas rurales más pobres. La agencia para el desarrollo social de México estima que hasta 10 millones de personas pueden caer en la pobreza extrema, poniendo fin a una racha de casi una década de reducción de la pobreza en el país.
Y si el coronavirus llega hasta las comunidades zapotecas, es probable que afecte mucho a los residentes. Sus aldeas carecen del agua corriente, no pueden mantener la distancia social, no cuentan con suministro de mascarillas y no tienen acceso a la atención médica necesaria para frenar la propagación de la enfermedad.
- La falta de agua potable es un factor adicional que aumenta el riesgo de que afecciones intestinales como el cólera, entre otros problemas de salud comunes en las poblaciones indígenas rurales, exacerben los efectos de la COVID-19.
El gobierno mexicano se ha comprometido a construir más hospitales rurales, incluso en Oaxaca. Pero el virus se mueve más rápido que los equipos de construcción. Mientras tanto, los zapotecas saben que su mejor apuesta son ellos mismos./Agencias-PUNTOporPUNTO