He tomado la decisión de retirar mi membresía en el Partido de la Revolución Democrática. Durante varios años, junto con miles de otros afiliados al partido, mujeres y hombres, traté de impedir que el PRD se convirtiera en una central de negocios políticos sin objetivos nacionales, democráticos y populares, sin principios morales, sin rumbo cierto. Hemos fracasado en tal empeño, hay que reconocerlo con claridad.
Muchos compañeros y compañeras tomaron antes la decisión de abandonar al PRD. Tenían razón, hemos de admitirlo, pero ellos habrían también asumido que teníamos el propósito de evitar el desplome y la segura desaparición de un partido que durante años fue un instrumento de grandes luchas políticas populares y nacionales.
Hoy, ya nada está vigente en ese partido. Sus principios, su programa y su Estatuto están abrogados en la práctica. Además, quienes se ostentan como dirigentes son producto de una ilícita continuidad de sus mandatos, fenecidos desde el 5 de octubre del presente año. Hay ahí una autocracia.
Esa dirección absolutamente espuria ha integrado una coalición electoral con Acción Nacional cuyo propósito es llevar al líder del PAN a la Presidencia de la República. Así, se le impone al PRD abrazar a un candidato enemigo de la izquierda y al programa neoliberal de la derecha contra el cual había luchado desde su fundación. Hay una entrega del partido a una corriente política adversaria. Sí, es triste pero es real, no son palabras sino lacerante evidencia. Ya es imposible hacer algo para evitar la caída del Partido de la Revolución Democrática, la cual le está conduciendo a signar el certificado de su propia desaparición política.
Pero la infortunada muerte del PRD no debe debilitar al conjunto de las izquierdas mexicanas. Existe en México una corriente popular que busca romper con 30 años de estancamiento económico, aumento de la pobreza y la desigualdad, corrupción, simulación democrática y autoritarismo restaurado. La gran corriente nacional de la izquierda sigue existiendo, es un elemento vital del México de nuestros días y busca la victoria de su propia causa.
El candidato a la Presidencia de la República del amplio espectro de la izquierda popular mexicana es Andrés Manuel López Obrador. El camino que reclama la situación de México es el de la unidad electoral de las fuerzas democráticas y de izquierda para conseguir la interrupción del programa neoliberal que ha llevado al país al desastre, es decir, alcanzar la derrota del PRI y del PAN: instaurar un nuevo poder político de la República. La unidad electoral se tiene que dar alrededor de ese candidato.
He militado en la izquierda mexicana desde hace 54 años y lo seguiré haciendo. Fui uno de los fundadores del partido desde la primera convocatoria. He sido presidente nacional, legislador y coordinador parlamentario y, ante todo, militante consciente. Mi retiro del PRD es una consecuencia del fracaso de una lucha que muchos dimos en diferentes momentos para mantener a ese partido en las filas de las izquierdas. No fue posible. Ha prevalecido el oportunismo y la corrupción, síndrome contra el que hemos luchado durante toda la vida.
Mas las izquierdas mexicanas no dependen de unas siglas por más entrañables que éstas hayan sido alguna vez. Lo que importa es la causa social y política. En pos de ella es preciso seguir adelante.
Esta carta no se la dirijo a los sedicentes dirigentes del PRD porque, además de traidores, son ilegales: han violado el Estatuto y toda norma elemental de comportamiento democrático. Se la dirijo a lo único que hay en ese partido, a los que siguen siendo honrados miembros y simpatizantes. A ellos y ellas les llamo a sumarse a sus compañeros y compañeras de lucha, a quienes sostienen la misma causa democrática y popular para llevar a cabo el cambio político que México necesita y que es posible.