La inopinada visita de Donald Trump a México ha tenido graves consecuencias porque cuando se juntan a maquinar varios políticos extraviados el resultado no es una suma de errores sino un error multiplicado.
El origen es la pretensión obsesiva de Peña Nieto de hacerse pasar por un estadista de nivel mundial. Pero el presidente de México no ha elaborado ninguna iniciativa de carácter internacional. Sus conversaciones con otros jefes de gobierno han sido anodinas. Su política internacional es principalmente defensiva frente a las acusaciones de que en México se violan los derechos humanos.
Aunque el gobierno de Peña no tiene nada qué proponer a otras naciones, se ha visto metido en un problema relativamente nuevo: un posible presidente de Estados Unidos propone concluir el muro fronterizo a lo largo de toda la línea, revisar el TLC y cambiar las reglas fiscales, además de intensificar más aún (Obama ya lo ha hecho) el programa de deportaciones. Como parte de su estridente propaganda y ante la renuencia a costear el muro a pesar de que muchos están de acuerdo con su completa construcción, Trump ha tenido éxito en sostener que él sería capaz de obligar a México a pagar por el 100% del muro. Podría decirse que algo de lo más aplaudido en los discursos del candidato millonario es la temeraria afirmación de que México pagará aunque los mexicanos aún no lo sepan, según dijo en Phoenix al regresar de su visita a Los Pinos.
Al parecer, una consecuencia de la desastrosa invitación a Trump fue la separación del secretario de Hacienda, Luis Videgaray. El error de fondo provocado por el ridículo protagonismo del presidente se multiplicó rápido: el falso cálculo de que la visita de Trump le restaría votos a éste; la absurda idea de que se podría aminorar la salida de dólares para ayudar a estabilizar el peso; la estrafalaria pretensión de que Hillary Clinton tendría también que aceptar la invitación de Peña, lo cual haría del presidente mexicano un político de grandes ligas al recibir en su oficina a los dos candidatos estadunidenses en la víspera de la votación.
Como los errores políticos no se suman sino que se multiplican porque son en realidad un mismo error, no ha sido Videgaray el único perjudicado sino todo el gobierno y el PRI, incluyendo al nuevo secretario de Hacienda, José Antonio Meade, el cual se permitió afirmar en entrevista con El Universal que la visita de Trump había sido un éxito del presidente.
Para colmo, Peña no dejó zanjada el tema del muro en la conferencia de prensa conjunta y tuvo que aclarar después en un tuit que sí le había dicho al candidato en privado que México no va a pagar el muro. Con esa aclaración, sin embargo, Peña cometió la peor parte del error: caer en el falso debate de quién pagará. La posición de México como Estado y como nación es que todo acto tendiente a construir ese muro sería considerado una agresión, la cual, por tanto, crearía un grave conflicto internacional de consecuencias impredecibles. Esto era lo que se debió decir con o sin entrevista y es lo que habría que proclamar ahora, pero el tema del muro ya sería ridículo en boca del presidente.
Por un lado, Trump ha afirmado que Peña nunca le dijo que México no pagaría. Por otro, Hilary Clinton acusa a su rival de mentiroso con base en un tuit del presidente mexicano. Pero no está demostrado que el republicano dijera una mentira. Esto complica todo y deja en auténtica vergüenza a México.
Para colmo, Trump dice que fue tan exitosa su visita a México que han tenido que despedir a quienes la promovieron. Después ha agregado que Videragaray, “maravilloso hombre”, fue un “brillante secretario de Hacienda”. Lo peor de todo es que ese candidato ha subido en las encuestas a pesar de las burlas que ha hecho del gobierno mexicano y de México.
Ante ese error multiplicado, el Congreso debería exigir el texto de la conversación privada entre Enrique Peña y Donald Trump. Por haber situaciones graves que afectan a México, debe hacerse valer el derecho a la información.