El grupo panista de la Cámara de Diputados ha hecho un llamado al gobierno y a la mayoría parlamentaria para dialogar. Juan Carlos Romero Hicks ha sorprendido pero no ha dicho qué propone. Durante más de un año no ha tratado de construir absolutamente nada sino sólo bloquear al adversario, aunque sin éxito.
La posición del PAN en San Lázaro es idéntica a la de su presidente nacional, el cual no tiene idea de qué proponer a los otros partidos y mucho menos al mayoritario. Como no hay planteamientos, se insiste en dejar todo igual, es decir hacer propuestas al pasado. Ese conservadurismo es monumental.
¿Qué temas le interesan más al PAN? ¿Qué propuestas pudieran llevar a Morena o al gobierno a discutirlas para buscar alguna convergencia con el viejo partido de la derecha? No lo sabemos.
Lo que Acción Nacional sabe de sobra es que la mayoría no requiere de su aceptación para impulsar su programa. En cuanto a las reformas constitucionales, las cuales demandan los dos tercios de ambas cámaras y la aprobación de la mayoría de las legislaturas locales, el PAN tampoco es decisivo si no conforma bloque de presión con todas las demás oposiciones.
El líder de los diputados del blanquiazul no ha dicho sobre qué tendría que hablarse ahora. Por lo pronto, en el Congreso no hay acuerdo sobre temas constitucionales como la eliminación del llamado fuero de los altos funcionarios ni tampoco las oposiciones aceptan elevar las facultades de las comisiones parlamentarias de investigación.
En materia de gasto público el PAN ha rechazado todo sin detenerse en un solo punto. Para la derecha panista, la política social de AMLO es detestable porque piensa que es un listado de regalos de dinero a los pobres y no está dispuesta a admitir en lo más mínimo que se trata de un reconocimiento de derechos. La excepción es el programa de estancias infantiles hacia madres trabajadoras en la economía informal porque ese fue de origen blanquiazul, pero el actual partido no admite que el apoyo debe darse directamente sin la intermediación de los establecimientos privados y sin la corrupción que ahí imperaba.
Aumentar los salarios mínimos no ha sido nunca un planteamiento de Acción Nacional, aunque sí de algunos panistas, como los líderes de la Coparmex. Por tanto, esa política pasa desapercibida por dicho partido, el cual no abre la boca para no tener que explicar la disminución salarial, en términos reales, que se impuso durante los 12 años de administraciones del PAN.
Combatir la corrupción significa algo peligroso porque puede tocar a personas cercanas al PAN y, hacerlo ahora, significa de alguna manera el reconocimiento de que eso fue lo menos que se hizo durante los años de las presidencias panistas.
El PAN en San Lázaro casi se dedica a hacer performance, escenificaciones en tribuna para gritar contra el gobierno, al cual acusan de ser dictatorial aunque sin que se hayan producido actos de represión política. A las bancadas de Juntos Haremos Historia (Morena, PT y PES), el insulto más grande proferido por Acción Nacional es que éstas manifiestan acuerdo con la administración, lo que aplauden los legisladores de la mayoría, antes, claro, de responder a los insultos personales que los oradores panistas disfrutan lanzar en su contra.
No hay nada en el escenario de la lucha política entre Acción Nacional y la nueva fuerza gobernante. Es un vacío difícil de explicar pero enteramente real. No podríamos imaginar una reunión abierta, sin agenda previa, entre el líder del PAN, acompañado de sus coordinadores parlamentarios, y el presidente de la República. Sería como un saludo entre conocidos distantes. En sedes legislativas, el diálogo se produce cada semana pero es tan infructuoso como los recientes llamados de Romero Hicks a seguir patinando en el pasado.
¿Podría el país conocer un listado de nuevas propuestas del PAN para ser convertidas en leyes o políticas públicas? Esa sería una forma de desmentir lo que está escrito en el presente artículo. Ojalá.