El principal factor de desunión de las izquierdas ha sido el oportunismo, entendido como hacer a un lado el programa propio, meterlo en un cajón, y practicar la política sin objetivos de fondo. En México, antes de la gran unión de las izquierdas en el PRD a partir del 21 de octubre de 1988 con el llamamiento a crear un partido nuevo, las divisiones no eran tanto por motivos ideológicos sino por conductas, formas de relacionarse con el poder. Hoy, después de la escisión del perredismo, se vuelve a lo mismo.
Pero el problema no sólo existe entre Morena y el PRD sino también en el seno de éste último, en el cual ya no hay discusión sino la peor de las disciplinas, aquella que en cada ocasión se basa en el interés más inmediato y más ruin. En realidad, la dirección perredista ha dejado de estar en la lucha política con propósitos de partido y se ciñe a relaciones propias de las sociedades mercantiles.
Varios dirigentes se han lanzado al ataque virulento contra Miguel Barbosa luego que éste declaró que él apoyará como candidato a López Obrador. Otros respaldan muy tranquilamente a Miguel Ángel Mancera (quien tampoco es miembro del PRD) o a Silvano Aurioles, ambos también en campaña abierta. El grupo Nueva Izquierda y su socio Galileos tienen sus ambiciones puestas en una alianza electoral con el PAN.
A pesar de los denuestos, las amenazas y la tendencia a enchiquerar las divergencias políticas, las cosas se están empezando a aclarar dentro del PRD luego de que AMLO convocara a miembros de otros partidos y a personas sin militancia a firmar un pacto. Muchos perredistas están acudiendo, con lo cual también critican a los líderes formales de su partido.
La dirección del PRD ha desconocido en los hechos la resolución del más reciente congreso nacional en la cual se aprobó abrir el camino de la unidad de acción de las izquierdas. Esta fraudulenta conducta se practica con el argumento de que López Obrador ha dicho que no desea tratos con el PRD. Pero el tema es la línea perredista, la cual no es determinada por el presidente de Morena. A favor de la unidad se lucha, es acción política y, más aún, como dice aquella olvidada resolución del PRD, es parte integrante de un plan para alcanzar el poder. Los perredistas que apoyan a AMLO aplican en lo individual la línea oficial de su partido.
¿Cuál debe ser la contribución de un partido que nació para desmontar el viejo régimen político y construir uno nuevo? La actual dirección del PRD no se hace esta pregunta. A lo que convocan los dos más importantes grupos internos, el dirigido por Jesús Ortega y el encabezado por Héctor Bautista es, respectivamente, hacer el juego a uno de los dos partidos de la derecha: el PAN o el PRI. ¿Para qué? Para negociar un papel dentro de la política, entendida ésta como vieja estructura de poder y no como lucha por alcanzar las grandes transformaciones que México necesita, entre ellas un nuevo régimen. Desde hace años, esas dos corrientes renunciaron a tener un plan político hacia el poder, son grupos que operan ritualmente dentro de las viejas estructuras en las que prevalecen los intereses de una oligarquía compuesta por el 0.12% de la población que acapara el 43% de la riqueza individual. México es campeón mundial en concentración económica y desigualdad social, elementos estructurales de la pobreza y el atraso de la mayoría. Es también, por cierto, campeón en corrupción igualmente estructural.
La política de desunión de las izquierdas tiene como propósito seguir en esa cuesta empinada de pragmatismo de repartos. Ahora mismo se puede observar que la afiliación con vistas a las próximas elecciones internas se basa en los apoyos de poderes establecidos. El PRD es el único partido en el mundo que, bajando con persistencia en todas las encuestas de opinión, aumenta con extrema rapidez su número de afiliados. Esas elecciones serán un fraude fríamente preparado.
Si hubiera debate y no acarreos de clientelas muchas veces ajenas, en el PRD se debería analizar la pérdida de objetivos legítimos y, en consecuencia, lo que debería hacerse para recuperarlos y definir unos nuevos.
López Obrador es el principal político opositor y es también el más apreciado por los votantes de izquierda y del campo progresista que quieren un cambio de rumbo para el país. Si esto no se reconoce por parte de quienes imponen su voluntad dentro del PRD no ha de ser por arrogancias personales sino debido a intereses muy estrechos. Por esto tiene importancia que miembros de ese partido den un paso al frente, levanten la cara y se pongan de lado de la unidad de las izquierdas con un solo candidato a la Presidencia de la República. A todo análisis, ese tendría que ser Andrés Manuel. Hay que derrotar la política de la desunión.
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