Cada año conmemoramos en el mundo elDía de los Fieles Difuntos y de Todos los Santos, una celebración católica que en México cobra especial relevancia pues la tradicional fiesta del Día de Muertos tiene sus orígenes en la propia fundación del Imperio Azteca que veían en el fallecimiento la oportunidad idónea para viajar a las estrellas, al lado de sus Dioses.
Posteriormente los evangelizadores cristianos de tiempos coloniales aceptaron en parte los ritos de los antiguos pueblos mesoamericanos, fusionándolas con las tradiciones europeas, para poder implantar el cristianismo en la sociedad americana, hasta llegar a 2008, año en el que la UNESCO declaró esta festividad en México como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
De ahí que el pueblo reverencie a la huesuda, también conocida como la Catrina, caracterizada por José Guadalupe Posada y bautizada por el muralista Diego Rivera, con ofrendas, altares y alegorías propias, que siguen asombrado a propios y extraños, pero también como una analogía de la vida después de la vida, manteniendo la añoranza de reencontrarnos con seres queridos.
Sin embargo este habitual festejo parece hoy en día volverse una maldición para nuestra Nación, pues en los últimos dos sexenios (PRIAN); pero particularmente, con Enrique Peña Nieto en la Presidencia, a diario tenemos muertos y desaparecidos por doquier, no en vano los más de 100 mil desaparecidos y 500 mil muertos, desde que arrancó la “guerra al narco”.
El drama se ahonda con las cifras oficiales de terror, que revelan 37,485 muertos en fosas clandestinas halladas este sexenio, de las cuales sólo han identificado 340 cadáveres, ya que muchos de estos cuerpos permanecen hacinados en improvisados Semefos en la República, mientras que otros están apilados en cajas de tráilers itinerantes, sin rumbo ni destino fijo.
La guerra desequilibrada, iniciada por Felipe Calderón (PAN), y agravada con Enrique Peña Nieto (PRI), con una cifra de horror: 8 de cada 10 homicidios dolosos ocurridos en México tienen que ver con ejecuciones; es decir, el 80% de las muertes son ocasionadas por la guerra emprendida por un dipsómano que se creía general, y continuada por alguien que se sintió Presidente.
De ahí que al cierre de éste 2018 tendremos más de 28 mil homicidios, con 33 mil víctimas colaterales; algo así como 90 muertes por día para engrosar la industria de las veladoras y las funerarias, un 17.6% mayor a lo registrado en el mismo lapso del año pasado, según indicadores del Observatorio Nacional Ciudadano, México Evalúa y México Unido contra la Delincuencia.
El conteo sigue, los malos están de plácemes ante la incapacidad de los “buenos gobernantes”. La encuesta ENVIPE- Inegi 2018 señala que durante 2017 la prevalencia delictiva a nivel nacional fue de 25.4 millones de víctimas, cifra que señala un incremento del 1.33% con respecto al 2016, cuando se cometieron cerca de 3 mil feminicidios, teniendo el triste 1er. lugar el EdoMex.
México aventaja con miles de asesinatos contra niñas y mujeres a Argentina, con 254; El Salvador, con 349; Guatemala, con 211; y Honduras, con 466. De ahí que la inseguridad y violencia en México haya sobrepasado niveles récord en el mundo, con un costo al país de 14% del Producto Interno Bruto (PIB) en 2017, mientras que cerraremos 2018 con el 20%, según cálculos del CEESP.
Así las pérdidas económicas relacionadas con la criminalidad alcanzaron los 312 mil 300 millones de dólares el año pasado, un factor que limita la capacidad de crecimiento de la economía y desarrollo personal. Cómo prosperar si en el primer trimestre de 2018, la percepción de inseguridad alcanzó 76.8 puntos en total, y ésta se incrementa en el caso de las mujeres.
Ese es el miedo de un país que ayer se reía con la parca y hoy la lleva con gran dolor y penumbra, ya que la sonada “estrategia de seguridad” se basa en la prueba y el error, con un fallido Nuevo Sistema de Justicia Penal que devino en una patente de corzo para liberar a los delincuentes y enriquecer hasta el hartazgo a infames políticos y funcionarios, federales, estatales y municipales.
Aun así hay seudo políticos que festinan sus ocurrencias y dislates, habría que recordar el cínico caso de un jefe de la policía del sureste en México que dotó de certificados -en escuelas patito- a sus subalternos, para alcanzar la profesionalización. Esto también es complicidad criminal que amerita cárcel.
O la política de ni oigo ni los veo implementada por el ex Jefe de Gobierno, que soslayó el hecho que la CDMX es tierra fértil para la delincuencia organizada. Esta semana el Semáforo Delictivo señala que en la capital Azteca crecieron 163% las ejecuciones por bandas delictivas. Sin embargo, el hoy senador Mancera dedicó una estulta iniciativa para “prohibir las armas de juguete”.
Estamos inmersos en la política de la improvisación y la corrupción institucional, lo vemos con la caravana de migrantes donde las autoridades no saben si reír o llorar ante su propia incapacidad, ya que si bien es un movimiento que debe priorizar los derechos humanos, la realidad es que están dejando pasar sin rasero lo mismo familias honorables que criminales.
El mejor ejemplo son decenas de venezolanos en Querétaro y colombianos en la CDMX, que sin ningún pudor ni respeto al pueblo que los cobija han utilizado la llamada “ayuda humanitaria” para secuestrar, robar y hasta asesinar a mexicanos de bien; y aclaro, no se trata de xenofobia, sino el mínimo control de seguridad nacional, ante este agudo fenómeno internacional.
El colmo, comandos con cuernos de chivo se placean por Naucalpan, EdoMex; mientras cuerpos descuartizados, son molidos por automovilistas, en Acapulco, Gro; por ello, es ambigua la propuesta de paz de AMLO, ya que la sociedad pide castigo ejemplar para criminales y sus padrinos… para ellos: jamás perdón ni olvido, ya basta de la apacible COMPLICIDAD POLÍTICA!!!
Twitter: @Armando_Alcocer