En pleno inicio de la campaña constitucional para elegir quién va a ser el próximo Presidente de México, todas las encuestas coinciden que hay un puntero y que si hoy fueran las elecciones sería indiscutible ganador, pero aun cuando estos números reflejan mucho del hartazgo ciudadano y de ahí su simpatía obligada para #YaSabesQuién por considerarlo antisistema, ningún sondeo muestra el sentir de miles votantes que no se sienten representados por alguna alianza, en promedio 24 millones de indecisos y desilusionados.
Y como no estarlo si a lo largo del bodrio inventado por el INE llamado precampaña e intercampañas, el candidato “puntero” se dedicó a administrar su ventaja, mientras los demás hicieron de todo sólo para figurar en las preferencias electorales como tratando de competirle al líder pero nada que propusieron de forma real a la sociedad, haciéndonos a un lado como simple espectadores de una guerra de lodo que nada aporta a la unidad que requiere un México fuerte ante los grandes retos nacionales e internacionales, como TLCAN y el TPP.
El voto de los indecisos y marginados, el conocido voto volátil que según la encuesta de EL HERALDO DE MÉXICO/SUASOR CONSULTORES, representa 1 de cada 4 votos, que se encuentran en el limbo, podrían cambiar y definir la elección presidencial junto a la Generación Z, franja donde los Millennials se ubican y que también muestran desilusión por lo demagógico de las ideas de campaña, ya que los partidos ni sus cuartos de guerra están leyendo bien los datos, pues realizan propuestas poco claras que dividen y restan, nunca suman como Nación.
Así, 64% dice estar convencido que va a votar por el candidato y partido que ya tiene definido y un 26% que aún se manifiesta con la posibilidad de cambiar, mientras que el restante 10%, que seguramente se doblará, pertenece a los que han decidido no participar, echando por la borda la oportunidad de incidir en la elección, ya en las intermedias de 2009 y 2015 y en las presidenciales de 2012, hubo una importante campaña abstencionista que superó el 40%, por no encontrar el electorado una real preocupación de los postulantes hacia sus necesidades.
Aunado a ello, este 1º de julio de 2018 remataremos lo fútil de la transparencia electoral, con un descomunal caos, debido a la multiplicidad de boletas, donde los ciudadanos seguramente cometerán errores que llevarán a la anulación de su voto, lo cual junto al famoso algoritmo que maneja en secrecía el INE, el cual premia y sanciona a discreción; como ocurrió en la pasada recolección de firmas de los independientes, que sacó de la contienda a “El Bronco” y Armando Ríos Pitter, pero gratificó a Margarita Zavala, aun cuando entregó 700 mil apoyos irregulares.
Según Financial Times la corrupción y la impunidad dejarán huella en el voto del electorado en las presidenciales, pues los mexicanos se encuentran indignados ante los casos expuestos durante la administración de Peña Nieto y que siguen en el limbo judicial, tal vez por eso los tres punteros a Los Pinos prometen ir contra este cáncer institucional. Andrés Manuel López Obrador como su timbre de orgullo, José Antonio Meade con su deslinde de partido y Ricardo Anaya cómo una necesidad ante las acusaciones en su contra, pero ¿cómo creerles?
No cabe duda que 2018 es la más grande elección de México, por el número de cargos a puestos de elección en México; pero también será una prueba de fuego para nuestra incipiente y costosa democracia (28 mil millones de pesos), mientras miles pernoctan en calles y plazas del país, pues son víctimas del sismos S19; otros más son los marginados y sin voz a los que se les ha excluído del “desarrollo nacional, pero la gran interrogante es: ¿Quién velará por un gran acuerdo nacional que detone el desarrollo y revierta la injusticia social?
Alguien que brinde alternativas reales no ocurrencias mesiánicas o palaciegas, que permee en los bolsillos, brinde paz y tranquilidad a todos por igual, no sólo de los grandes mercados. Un acuerdo nacional incluyente que detone el desarrollo interno y nos devuelva el orgullo nacional, tan vapuleado por la miseria, el asistencialismo corruptor y la guerra fratricida a la delincuencia, que lejos de ayudarnos ha elevado la deuda externa del país (con préstamos del FMI, Banco Mundial y la OCDE), que lleva implícita concesionar nuestra soberanía y recursos naturales.
¿Cómo elegir entre los impresentables: líderes sindicales, políticos relacionados con el narco, grupos empresariales o intereses extranjeros?, ¿quién trabajará por México y no sólo su grupo de adinerados promotores trasnacionales?, ¿acaso se filtraran acuerdos en lo oscurito o estamos condenados a vivir otra retahíla de políticas impopulares, pero “necesarias para el País”? Ejemplos de fracaso hay muchos alrededor del mundo, ahí tenemos a Emmanuel Macrón en Francia que hoy en día enfrenta el rechazo popular por reformas como la laboral.
Ya es tiempo de alcanzar una democracia vibrante y funcional, donde tengamos certidumbre, sin engaños ni ambages, pues no hacerlo ahora nos sumirá en un mayor caos, con un Presidente de minoría que difícilmente logrará el 28% de la votación, un parlamento de quintos donde los pequeños grupos parlamentarios transarán beneficios personales y la justicia seguirá negociándose al mejor postor, mientras los cacicazgos regionales serán predominantes y las transnacionales las tiranas. Aún es tiempo de evitar la anarquía, mañana será irremediable!!!