Por Eduardo Ibarra Aguirre
El “ya basta de divisiones” que formuló el presidente Andrés Manuel en Las Margaritas, Chiapas, al Ejército Zapatista de Liberación Nacional, resulta por demás oportuno, plausible.
Lo es porque como el mismo titular del Ejecutivo ponderó son momentos en que la oposición de “algunos sectores” que “antes no protestaban cuando se robaban el dinero del pueblo, ahora ya protestan en contra de nosotros. Si nosotros somos del pueblo, si nosotros surgimos del pueblo, si nosotros no somos rateros; que vayan a protestar y que vayan a reclamarle a los que se dedicaban a saquear, no a nosotros”.
Desde la lógica de López Obrador lo anterior es razonable, pero cuando los partidos opositores se distinguen por su incapacidad para articular propuestas alternativas frente a la cuarta transformación, con la excepción quizá de los senadores, y menos tienen un opción propia, aunque el presidente del PAN publicita todo lo contrario, pues resulta normal que algunos sectores, bajo el formato de la cachondeada sociedad civil hagan resistencias social y jurídica a proyectos de AMLO como el Aeropuerto Felipe Ángeles y la refinería de Dos Bocas.
Resistencia que será beneficiosa para el país, no tanto por aquello de “lo que resiste apoya”, sobre todo si dan la cara los grupos plutocráticos que la auspician –como los Claudio X. González (Laporte y Guajardo), entre otras de las familias dueñas del país–, como porque México, la sociedad y el gobierno requieren de oposiciones medianamente articuladas que den cauce al enojo e irritación primarias, sin rumbo, de la cuarta parte de la ciudadanía que rechaza a AMLO y sus políticas. Y también a los decepcionados por diversas razones, entre ellas que fueron excluidos a la hora del reparto burocrático o afectados en sus bolsillos por buenas y malas razones (errores, por ejemplo).
Si es perentorio contar con oposiciones articuladas, pues la contraparte lo requiere igualmente, a pesar de la notable amplitud de la coalición que gobierna al país. Y es el EZLN conducido por Marcos (como lo denominó AMLO en la entrevista con La Jornada (1-VII-19) y los entrevistadores antepusieron subcomandante insurgente: https://www.jornada.com.mx/2019/07/01/politica/002n1pol), uno de los grupos más beligerantes con la 4T, como antes lo fue con el candidato presidencial Cuauhtémoc Cárdenas, al que dejó colgado de la brocha en 1994 y 2000 a pesar de los acuerdos negociados. Frente a Andrés Manuel López Obrador de plano hizo trabajo para que perdiera, pero hace un año fracasó en forma estrepitosa el tamaulipeco de Tampico.
Pragmático como es el presidente, de lo contrario no despacharía en Palacio Nacional, acompañó su exhortación del sábado 6 en la comunidad de Guadalupe Tepeyac, cuna del EZLN, con lo siguiente: “Como esa estrofa del Himno de Chiapas: ‘Que se acabe la odiosa venganza, que termine por siempre el rencor, que una sea nuestra sola esperanza y uno también nuestro amor’. Todos juntos, unidos como hermanos, respetándonos”.
López Obrador insistió en “respeto mucho al movimiento zapatista y mi recomendación fraterna, respetuosa, es de que no nos peleemos, de que ya basta de divisiones, que necesitamos unirnos todos”. Apeló a que “haya libertades plenas, completas, que nos respetemos, que cada quien tenga su religión y que se le respete; que se respete la libertad de creencia, que se respete la libertad de pensamiento, la diversidad, que seamos, no tolerantes, respetuosos de todos y que nos hermanemos”.
El balón quedó en la cancha del EZLN y es deseable que Marcos no salga con una de sus típicas baladronadas, mismas que lo mantienen aislado.