Por Eduardo Ibarra Aguirre
Pasado el momento más crítico de la crisis de inseguridad en Culiacán, Sinaloa, del jueves 17, misma que la dirigencia del Partido Acción Nacional y de El Yunque parapetado en #ElPoderSomosTodos y sus 100 manifestantes dominicales –sí leyó usted bien, un centenar–, pretendieron convertir en crisis política, aparte de muchos otros que no dan la cara porque se parapetan en supuestas “ONG” y medios de comunicación, ahora se abre paso la investigación castrense para determinar los porqués del fracaso del operativo militar y, sobre todo, se construye una solución a una de las causas de la violencia criminal y que, ciertamente, no es el narcotráfico el único usuario y promotor, lo es una variedad de bandas que es indispensable escudriñar.
Resulta que el sábado 19 Donald Trump llamó por teléfono al presidente mexicano que se encontraba en Asunción de Nochixtlán, Oaxaca, para expresarle su apoyo y López Obrador con singular habilidad política le agradeció la solidaridad y el respeto a la soberanía nacional, le dijo según el relato de Marcelo Ebrard: “¿Usted quiere ayudarnos? Paremos el tráfico de armas, porque ayer vimos en Culiacán calibres que se ven sólo en acciones de guerra”. Le comentó que 80 por ciento de las armas proceden de Estados Unidos.
Debido a la falta de control en los estados fronterizos sobre el comercio de fusiles de asalto de uso militar y otros armamentos más letales, cruzan la frontera 500 de estos artefactos, en promedio a diario, procedentes de las más de 8 500 armerías, con la connivencia de los agentes de las dependencias de Washington encargadas de vigilar la línea divisoria.
Obrador le propuso a Trump que usando tecnología en los dos países y sin cambiar las leyes estadunidenses, se puede cerrar la frontera al tráfico de armas y el magnate que busca reelegirse en la Casa Blanca, respondió que le parecía “muy bien”.
Ambos presidentes acordaron, así, iniciar acciones inmediatas para “congelar” –término que irrita mucho al cada vez más irascible y superficial Jorge G. Castañeda–, el tráfico de armas de USA hacia México.
Integrantes del gabinete de seguridad, el canciller Ebrard y el embajador estadunidense Christopher Landau, celebraron la primera sesión del Subgrupo Binacional sobre Tráfico de Armas, el lunes 21, en la que abordaron la estrategia de seguridad en la frontera de ambos países para congelar el flujo de armas que ingresa a México.
La previsión de Ebrard Casaubon, expresada a partir de la conversación telefónica entre los dos presidentes y reiterada al concluir la primera sesión bilateral de trabajo, es que “habrá un antes y un después en la relación entre México y Estados Unidos” en cuanto a los mecanismos de revisión y prevención del tráfico ilícito de armas hacia nuestro país. Qué así sea.
Nadie puede o debe aspirar al fracaso del Frozen, nombre que identificará al operativo binacional para afrontar el mortífero tráfico de armas estadunidenses a México, mientras muchos elementos de las fuerzas armadas mexicanas cuidan la frontera de Estados Unidos para obstruir la entrada de estupefacientes ilícitos, pagando una altísima cuota de muertos y de sangre, sin la menor reciprocidad del gobierno del país con el mayor número de consumidores y adictos en la aldea global.
Por ello el tardío pero bienvenido compromiso (“Hay voluntad política para enfrentar el reto compartido”, dice Landau) es lo menos que puede esperarse. Para lo cual fue indispensable la existencia de un gobierno que emprende y anuncia cambios de fondo para México.