Por Eduardo Ibarra Aguirre
“Prudencia a la hora de responder” al lanzamiento por parte de la República Popular Democrática de Corea de varios misiles no identificados de corto alcance desde la península de Hodo, cerca de la ciudad de Wonsan, en dirección a Japón, solicitó el belicoso secretario de Estado de Washington Mike Pompeo.
La RPDC realizó un simulacro de ataque con numerosos cañones de misiles de largo alcance y probó una arma táctica guiada en su costa oriental, en una maniobra militar que fue dirigida y supervisada por Kim Yong-un.
El joven presidente norcoreano destacó la necesidad de “mejorar nuestra capacidad para defender nuestra soberanía política y la autosustentabilidad económica ante la amenaza de invasiones militares” a la RPDC que sólo pueden provenir, aclaro, de Estados Unidos (con sus 250 mil soldados en 800 bases militares en el extranjero), y sus aliados. Así de simple y de claro.
En este contexto, Donald Trump expresó su confianza en que “es factible lograr un acuerdo nuclear con Pyongyang”, a pesar de lo que podría ser el primer lanzamiento de misiles de corta distancia en un año. “Sabe que estoy con él y no quiere romper su promesa. ¡El acuerdo se cumplirá!”, afirmó el magnate inmobiliario que preside Estados Unidos, quien desde la cumbre entre ambos presidentes celebrada en Singapur en 2018, y el reciente encuentro en Hanói (capital de la República Socialista de Vietnam), sostiene que Kim Yong-un “continua comprometido con la completa desnuclearización”.
El extremo cuidado verbal y la singular mesura diplomática del señor que hace, sólo donde puede, del chantaje y la amenaza militar vía Twitter un método de acción más propagandístico que castrense en la aldea global, tiene mucho que ver con la potencia militar de Corea popular, país que dispone de misiles de largo alcance que pueden ser colocados en las costas de California, el estado con la economía más grande de EU. ¡El miedo (o la precaución) no anda en burro! Y el propio Trump lo comprobó con su desplante adolescente de usar el arma nuclear contra la RPDC.
Contrasta sobremanera la conducta de la dupla Trump-Pompeo hacia Pyongyang con los planes abiertamente proclamados y puestos en juego para derrocar a Nicolás Maduro e imponer a su presidentito de pacotilla llamado Juan Guaidó al que, en efecto, reconocen “unos cincuenta países”, pero no 143, y entre la cincuentena existe una abierta oposición, como lo acaba de expresar la Unión Europea y el Grupo de Lima, a cualesquiera intervención militar estadunidense.
Es decir, a las “soluciones militares”, que no resuelven nada como lo muestra y demuestra Libia, Irak y Afganistán, se les estrechan los márgenes en Venezuela por más que el chantaje castrense permanezca a la orden del día en el discurso de la Casa Blanca sobre la llamada “Operación Libertad”.
Y a pesar también de que Guaidó reconoció abiertamente que subestimó a la vigorosa y clave unión cívico-militar bolivariana, y por ello fue derrotado junto con su jefe político Leopoldo López, en lo que resultó una escaramuza golpista apoyada decididamente por la dictadura mediática global. Pero Guaidó persiste en el exhibicionismo de su condición de subordinado de la Casa Blanca.
The Washington Post le preguntó al “presidente encargado” (por Trump) qué haría si el asesor de Seguridad Nacional John Bolton, lo llamara con una oferta de intervención de Estados Unidos. Y respondió: “Querido amigo, embajador John Bolton, gracias por toda la ayuda que ha brindado a la causa justa aquí. Gracias por la opción, la evaluaremos y probablemente la consideraremos en el Parlamento para resolver esta crisis. Si es necesario, tal vez lo aprobemos”.