Por FRANCISCO RODRÍGUEZ
A cambio de unos cuantos miles de pesos que la Cuarta Corrupción les entrega bimestralmente, la mayoría de los mexicanos no se ha dado cuenta –o no ha querido darse cuenta– del desastre que han provocado los “gobiernos” de Andrés Manuel López Obrador y de Claudia Sheinbaum, ahora.
Quienes sí se han percatado aún no reaccionan. Pero hay esperanza de que, ante la agudización de las diversas crisis que ya padecemos, pronto lo haga, preferentemente por la vía pacífica: la electoral.
Pero ¿y si no es así? Porque las condiciones están dadas para que en diversos puntos de nuestra geografía la ciudadanía se levante. Inicie protestas que escalen en algaradas, revueltas.
Hoy, el espíritu revolucionario se mantiene más vivo que nunca en el país, aunque alguna vez Jorge Castañeda, el canciller de Vicente Fox, haya dicho que en México se necesitaría estar loco para ser revolucionario.
La realidad es que buena parte de ciudadano afirman que no creen que las condiciones de desigualdad y pobreza puedan resolverse actualmente poco a poco y de forma pacífica, ni con las “ayudas sociales”, sino que sólo se darán con un nuevo enfrentamiento armado entre los mexicanos, como ocurrió en la Independencia y en la Revolución.
La existencia de tantos mexicanos que consideran que la vía armada sería la única forma de resolver la desigualdad y la pobreza que aquejan al país no debe ser vista como un reflejo de una cultura política atrasada, sino como la consecuencia directa del claro fracaso de los gobiernos para resolver los problemas más urgentes de la población.
Una gran cantidad de mexicanos están hartos del constante abuso de autoridad, de la preponderancia criminal, del estancamiento económico y de la franca ineficacia gubernamental.
Estos mexicanos se hallan convencidos de que la clase política actual está más preocupada por asegurar el siguiente cargo y cuidar sus propios intereses que por lograr el desarrollo nacional.
Son muchos, muchos loco ¿no cree usted?
Más muertos de 2018 a 2024 que en 1910 -1917
Teóricos y estudiosos serios de la Revolución Mexicana sostienen que el millón de muertos en el proceso armado fue otro de los mitos fundadores. Dicen que no pasaron de 150 mil.
Es un afirmación muy apegada a la realidad. Realmente, la Batalla de Celaya –que todo mundo reconoce fue la más encarnizada– produjo no más de cinco mil muertos. Los demás fueron enfrentamientos medianos y pequeños en comparación con esa sangría que definió el triunfo de las estrategias de armas de gran calado de Álvaro Obregón frente a la valentía a caballo de los Dorados de Villa.
Por ello, sacando cuentas reales, muchos investigadores nacionales y extranjeros se atreven a afirmar que la cantidad de cadáveres de la anterior etapa más sangrienta de nuestra historia apenas superó en muertos a la villanía de Andrés Manuel López Obrador.
Datos conservadores sostienen que con la estrategia de “abrazos, no balazos” al narco el tabasqueño abrió el escenario para que la delincuencia organizada, tanto como la improvisada, produjeran ahora sí más de un millón de fallecimientos en el primer gobierno de la 4T.
Sume usted: 200 mil caídos en ejecuciones y masacres.
Más 750 que dejó la pandemia del Covid, pésimamente manejada por el oficialismo.
Y más de 50 mil “desparecidos” –que seguramente se encuentran en las miles de fosas clandestinas que hay en el territorio– dan como resultado ese millón de muertos como saldo de la gestión de AMLO.
Lo peor es que la tendencia sigue igual en este inicio del sexenio de la presidente formal Claudia Sheinbaum.
La paz, rota por el alza de la criminalidad
Como es advertible, en materia de seguridad pública, tanto como en salud, educación, servicios públicos… los gobiernos cuatroteros han sido un fracaso enmascarado ante la población que hasta hoy se conforma con las “ayudas” sociales.
Por eso, los especialistas coinciden: hay condiciones objetivas, tanto sociales, económicas y sobre todo políticas para que en México haya una nueva revolución que trastoque y cambie el statu quo.
Para empezar, los gobiernos de los últimos 36 años –del delamadridismo al obradorato, incluida la docena tragicómica panista– son prácticamente equivalentes a las tres décadas de porfiriato:
1) elecciones amañadas para acceder al poder por la costosa vía del fraude,
2 impopularidad creciente de los gobernantes que así usurpan el poder público y, entre otras
3) empobrecimiento de las mayorías para beneficio de los grupos oligárquicos de siempre.
De eso mismo hablaba desde las vísperas del centenario del movimiento armado de 1910. John Ross, veterano periodista norteamericano afincado en México, quien blandía esos tres puntos en el semanario Counterpunch en noviembre de 2009:
Ya sea por el ciclo secular, sea por una medida del metabolismo político de México, o por una coincidencia en los números, esto ha llevado a los académicos a volver a sus libros de historia
Y como se señalaba líneas arriba, las similitudes existen.
El historiador José C. Briones, autor de Crisis del Estado: México 2006, no duda en comparar las épocas. Hace un siglo la paz de la dictadura de Porfirio Díaz se quebró por las jornadas de lucha de diversos sectores de los trabajadores, entre las que destacaron las huelgas de los mineros en Cananea, en 1906, y de los trabajadores textiles en Río Blanco, en 1907.
De igual manera, en el sexenio de AMLO, las luchas de las autodefensas, por ejemplo, en Michoacán, Guerrero y ahora en Chiapas, han marcado la resistencia de los de abajo, pero –igual que en el porfiriato– todas las luchas acabaron en represión y asesinatos a manos de los criminales socios de la 4T.
Desde el poder mismo o entre los satélites que gravitan en su entorno, esa posibilidad latente siempre se niega.
Pero ahí está… Una posible revolución en contra del autoritarismo de la 4T.
Indicios
El 24 de noviembre de 2019, hace ya casi seis años, AMLO dijo en Tlapa, Guerrero –donde seguro degustó el huaximole o el chilate de chivo con frijol epazonqui–, que; “Vamos a cumplir un año, ya las reformas que han habido en la Constitución, son como una nueva Constitución, les hablaba de las tres reformas que ha habido, después de la Independencia se tuvo la primera Constitución federal, en 1824; después del movimiento de Reforma se tuvo la Constitución liberal, de 1857; luego de la Revolución, como ya lo expresé, la Constitución de 1917. ¿Que correspondía si hablábamos de la Cuarta Transformación? Hacer una nueva Constitución, pero dijimos no, va a generar mucho revuelo, nos vamos a ir despacio porque llevamos prisa, y cuando se den cuenta ya va a haber una nueva Constitución, y ya puedo decirles aquí en Tlapa que ya hay una nueva Constitución”. Y agregó: “Así se han llevado a cabo reformas paulatinas para una nueva Constitución”. * * * Por hoy es todo. Mi reconocimiento invariable a usted que leyó hasta aquí. Y como siempre, le deseo ¡buenas gracias y muchos, muchos días!
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