Por Eduardo Ibarra Aguirre
Transcurrió el primer semestre del gobierno de la cuarta transformación y sólo hubo un video del presidente Andrés Manuel con un mensaje grabado a bordo de un barco de guerra para festejar el día de la Marina y será colocada la primera piedra de la refinería de Dos Bocas, en Paraíso, Tabasco.
Los hechos y las obras son la mejor forma de festejar que “el país marcha bien y de buenas”, como dijo López Obrador en Veracruz puerto, ya que “nos guiamos por la estrella polar, vamos hacia delante hacia el norte, México se va a convertir en una potencia económica con dimensión social. Un país justo, digno, libre y soberano. Para nuestros hijos y nietos. Hay rumbo y está en buenas manos el timón.”
Rumbo que pone a prueba Donald Trump, no el animador de televisión sino el magnate que despacha en la Casa Blanca y que a trompicones conduce a la aún economía más grande de la aldea y con el complejo militar industrial más intervencionista y agresivo, para lo cual cuenta con 250 mil soldados, en 800 bases militares en el extranjero.
Con la amenaza extraoficial de imponer un arancel de 5% a todos los productos procedentes de México y un aumento progresivo hasta llegar a 25%, Donald John (Pelos de Elote, para muchos que radican en ambos países), provocó el desplome del peso frente al dólar y una caída de 1.38 por ciento en la Bolsa Mexicana de Valores. El amago de recurrir al castigo comercial como medida de presión en política migratoria causó un nuevo ajuste a la baja en las expectativas de crecimiento del producto interno bruto mexicano.
Un tuit del emperador que se puede llevar entre los pies a los consumidores, inversionistas y trabajadores estadunidenses, como lo advierten muchas voces influyentes, echó por la borda el espaldarazo que del Fondo Monetario Internacional recibió Obrador, a través de Christine Lagard.
Como es habitual desde que era candidato presidencial, las amenazas imperialistas –que eso son aunque para muchos analistas liberales el imperio no existe, pues trabajan con éxito en ambos países–, Trump busca desviar la atención de agudos problemas internos como presidente y hasta como precandidato que será oficializado esta semana, como la crisis que atraviesa por el informe del exfiscal especial Robert Mueller sobre las elecciones de 2016; decenas de procedimientos jurídicos, legislativos y fiscales que padece y promueve odios y azuza las fobias entre un electorado que no crece.
Cuando una delegación mexicana permanece en Washington a la espera de que Mike Pompeo y Jared Kushner, el yerno cómodo, la reciba para negociar en base a una carta del presidente AMLO (de la que sólo Jorge German Castañeda se mofó y en las redes sociales lo exhibieron como subordinado ideológico y mercantil a Estados Unidos), Trump vuelve a las andadas contra México así:
“La gente ha estado diciendo durante años que deberíamos hablar con México. El problema es que México es un ‘abusador’ de los Estados Unidos, que toma pero nunca da. Ha sido así durante décadas. O bien, detienen la invasión de nuestro país por narcotraficantes, cárteles, traficantes de personas coyotes e inmigrantes ilegales, lo que pueden hacer muy fácilmente, o nuestras muchas empresas y trabajos a los que se les ha permitido mudarse al sur de la frontera, serán devueltos a los Estados Unidos a través de impuestos (aranceles). ¡América (sic) ha tenido suficiente!”
Rumbo y timón mexicanos son puestos a prueba por el imperio. Por eso el llamado a la unidad nacional de AMLO es preciso llenarlo de más contenido.