Por Eduardo Ibarra Aguirre
Escucho sorprendido el juicio del doctor Mauricio Merino quien sentenció como primera e importante conclusión al terminar la lectura del mensaje político sobre el I (o III) Informe de Gobierno del presidente AMLO, que: “No hay nada nuevo” porque todo lo que informó fue dicho o reportado en las mañaneras, en el informe con motivo de los 100 días (Palacio Nacional) o en el de los seis meses, realizado en la Plaza de la Constitución (Zócalo).
¿Seriamente se puede esperar que un informe contemple novedades o “rinda cuentas” de tareas por realizarse? Mucho me temo que no, sobre todo si nos atenemos a la definición del diccionario: “Exposición oral o escrita sobre el estado de una cosa o de una persona, sobre las circunstancias que rodean un hecho, etc.”
Desde hace medio siglo observo, escucho y leo el mensaje político presidencial con motivo de los informes de gobierno, incluidos el V y VI de Gustavo Díaz Ordaz saturados de frases grandilocuentes como si el chacal de Tlatelolco hablara para la posteridad, amenazas autoritarias y el torneo de legisladores e invitados para destacar como aplaudidores hasta enrojecerse las palmas de las manos, competir por cuantas veces se ponían de pie para ovacionarlo. Y todo eso formaba parte muy destacada de la información brindada por la que en 1968 fue definida como “prensa vendida” por el movimiento-estudiantil popular de julio-diciembre.
Por la abundancia de juicios puntuales y cifras que los respaldan, llama la atención lo informado el domingo, destacadamente en cuanto a las políticas sociales, ámbito de la actividad pública en la que más destaca el gobierno de la cuarta transformación.
A título de ejemplo sobresale el hecho de que nueve de cada 10 adultos mayores y los discapacitados reciben 2 mil 550 pesos bimestrales. O bien que el número de becarios desde el jardín de niños hasta la educación media y superior no tiene precedente en la historia mexicana. También que cinco de cada 10 hogares reciben apoyos en efectivo y sin intermediarios (de los que dicen representar al movimiento social y organismos no gubernamentales), de los programas sociales del gobierno de la 4T. Y en el caso de las comunidades indígenas son nueve de cada 10 las que los reciben. Además del programa de los aprendices que hoy beneficia a 900 mil jóvenes y que tanto critica Denise Dresser, una politóloga hambrienta de reconocimientos porque presume mucho sus aportaciones a la democratización de México.
Naturalmente que este reparto de la riqueza nacional, mas redistribución sin precedente, es harto criticado por analistas que suelen presentarse como liberales y que destacan en la justificación teórica y la defensa política, por lo general dogmática, del modelo macroeconómico vigente desde 1982. Pero también lo hacen colegas desde las izquierdas bajo la óptica de que son “dádivas” o el antiguo argumento de enseñar a pescar, pues, sostienen, el reparto de recursos públicos no abate la pobreza. Pero proponen reforzar la “autonomía relativa” de los grandes medios con recursos públicos.
Supongo que a esta altura de la vida ya me enseñaron a pescar ya que laboro desde los 11 años de edad y la pensión para adultos mayores que recibo desde febrero significa un respaldo importante, además de que es imposible que interfiera en mi sufragio de 2021. Seguramente los colegas que critican este derecho universal ganan mucho dinero y están en condiciones de despreciarlo, aunque reciban en automático el depósito de la Secretaría del Bienestar.