Por Eduardo Ibarra Aguirre
Declarada desierta la licitación para construir la refinería en Dos Bocas, Paraíso, Tabasco, y asignada la magna tarea a la Secretaría de Energía que encabeza Rocío Nahle –ingeniera petrolera–, y la paraestatal Petróleos Mexicanos, conducida por Octavio Romero –ingeniero agrónomo y por ello muy criticado por la comentocracia y no tanto por sus desaciertos–, el debate o mejor dicho las reacciones políticas e ideologizadas, y en menor medida técnicas a cargo de los expertos, están a la orden del día, mas es dable esperar que en algún momento el más común de los sentidos, el sentido común, termine por abrirse paso.
Hasta la equilibrada informadora Azucena Uresti mostró el cobre en la muy desequilibrada Radio Fórmula en términos de información y no se diga de opinión, al asegurar que “prácticamente todos coinciden en criticar” la asignación de la obra sexenal por excelencia, junto al Tren Maya. Para este redactor utópico, la mayor obra del gobierno de la cuarta transformación seguramente es y será aún más la política social, que algunos comentaristas reducen a “dadivas”. Ah, pero los rescates bancario, carretero, azucarero, entre otros en 37 años, son “excelentes inversiones” del Estado para proteger a los grandes consorcios.
Luego se sorprenden y hasta se dan por ofendidos los colegas que no gustan de las respuestas y comentarios del presidente Andrés Manuel a las opiniones y prejuicios que divulgan con todo derecho y que son respetables por el simple hecho de que las suscriben los autores; de la misma manera que es de esperarse para con las que vierte López Obrador y con las que es frecuente se escandalicen no pocos periodistas porque suponen que no tiene “un estilo personal de gobernar” o bien se acostumbraron y gustaban más del empleado por Miguel de la Madrid, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña que, con diversos matices, los “apapachaban” en público y en privado hacían lo contrario. Los equipaban con ingresos no periodísticos, concesiones y buenas plazas de trabajo para familiares y amigos en las oficinas gubernamentales.
El hecho es que Obrador ratificó la viabilidad de la refinería en Dos Bocas, a cargo de Energía y Pemex (“Regresa el Estado constructor”, dicen) y lo hizo en esa forma claridosa del discurso con el que conecta con muchísimos mexicanos, pero molesta e incluso irrita a buena parte de la opinión pública y publicada, “porque descalifica”, aducen. Olvidan que durante 18 años AMLO fue descalificado en el duopolio de la televisión y el oligopolio de la radio, por los poderes fácticos. Y eso sella e influye a cualquier ser humano, político o no.
Y desde la mañanera del Día de la Madre, en Palacio Nacional dijo: “Es un desafío, que nos esperen, ellos tuvieron la oportunidad. En 36 años ¿qué hicieron? Arruinaron al país. Ahí están los datos: creció la pobreza, la corrupción, la violencia; que nos den oportunidad de demostrar que hay otra forma de gobernar”. Tiene razón, aunque para las buenas conciencias no es políticamente correcto. Y fijó costos y plazos: El gobierno cumplirá los objetivos de este proyecto, construirla a un costo no mayor a 8 mil millones de dólares y en tres años. Para vaticinar que “vamos a lograr en 2022, para ser exactos en mayo de 2022. Vamos a tener ya autosuficiencia en producción de gasolinas”.
Concluirá, pues, en tres años el gigantesco negocio gubernamental de importar gasolinas para sumar cuatro décadas y todavía permanecen ocultos los nombres de los grandes beneficiarios. Así lo ilustró: Como si vendiéramos naranjas y compráramos jugo de naranja.