Por Eduardo Ibarra Aguirre
Seguramente será respaldada la convocatoria del presidente Andrés Manuel a los dirigentes de los trabajadores de las minas de Cananea, Sonora; Sombrerete, Zacatecas; y Taxco, Guerrero, afiliados al Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, para que después de 12 años de huelgas y movilizaciones se sienten a dialogar en una mesa de negociación con los representantes de los empresarios de Grupo México, que capitanea el archimillonario y ecocida Germán Larrea Mota Velasco, antes de que los obreros vuelvan a tomar las instalaciones, como están dispuestos a hacerlo después de protagonizar una de las luchas sindicales más prolongadas y tenaces de México.
Dijo López Obrador en la mañanera del 29: “Voy a convocar a los dirigentes sindicales y a los empresarios para tratar este asunto. Quiero proponerles que se establezca una mesa para buscar acuerdos y atender todo lo que esté pendiente tanto en lo laboral como en lo ecológico, y ver hacia adelante, es decir, acordar trabajar juntos”. (Mañaneras que, por cierto, son infinitamente más que conferencias de prensa. Para decirlo rápido, se trata de uno de los principales instrumentos que usa el presidente para gobernar a México).
Cumpliría así el titular del Ejecutivo federal con el “papel arbitral” que tanto le exigen muchos comentócratas, entre ellos el talentoso Leonardo Curzio, pero sobre todo para auspiciar la “conciliación entre ambas partes por el bien de los trabajadores y por el bien de la economía del país, y se debe cuidar a las empresas y la creación de empleos, pero, por encima de todo, el medio ambiente y la salud de la población”.
Papel que el gobernante Obrador debe desempeñar debido a que esas son algunas de sus funciones y hasta prioridades, aunque resulten incomprensibles para comentaristas que como la inteligente y guapa Elisa Alanís, estiman que “llegan al poder y cambian”. Y qué esperaba, acaso que desde Palacio Nacional se comportara el presidente como líder opositor, que impulsaran movilizaciones contra sus política gubernamentales. Por favor, las funciones, papeles y tareas son tan distintas hoy respecto al 30 de junio de 2018 que pueden parecer e incluso ser contradictorias. Son los costos de cargar de moralina el análisis político, saturarlo de criticismo porque “es lo de hoy”, formar parte del mundillo de los analistas militantes de la crítica mediática.
Así que una docena de años después de iniciados los tres conflictos obrero-patronales con Vicente Fox, continuados hasta el extremo por Felipe Calderón (con su golpeador Javier Lozano) y Enrique Peña Nieto, con quien coquetearon algunos dirigentes mineros durante la campaña presidencial de 2012 –“López Obrador se ve viejo y cansado, Peña está joven y es muy dinámico”, me dijo uno de ellos–, resulta oportuna y hasta plausible la propuesta presidencial que contempla su participación directa al instalar la mesa de negociación, y que después continuarían con Graciela Márquez, secretaria de Economía; Jorge Alcocer, de Salud; y Luisa María Alcalde, de Trabajo; así como Alfonso Romo, jefe de la Oficina de la Presidencia.
Los dirigentes seccionales enseguida le tomaron la palabra al señor de Tepetitán, Macuspana, Tabasco, y en el foro que realizan en Cananea ponderan la fórmula que incluye posponer 10 días la “toma” de las instalaciones, ya que estiman que es una “oportunidad histórica” para solucionar los conflictos que cumplen una docena de años. El gran ausente es Napoleón Gómez Urrutia, con 17 años al frente del Sindicato Nacional y sucesor de Napoleón Gómez Sada, quien lo presidió 40 años.