Opinión. CARLOS RAMOS PADILLA
Pude ver y escuchar una conversación sostuvo Saskia Niño de Rivera con a el “bart” uno de los sujetos que atentó contra la vida de Ciro Gómez Leyva. Un ejemplo más del cinismo pero del arrojo con que se han movido estos sicarios. Según este sujeto lo atraparon porque no mató al periodistas (“me lo imaginaba ya en una sábana blanca dentro de la camioneta”) pero reconoció sin pudor alguno que por lo menos ha asesinado a más de 20 personas, quizá más porque cuando disparan entre varios, dijo, pues no se sabe quién aniquiló al perseguido.
Así de fácil habla de un México mágico en donde se matan a periodistas y no pasa nada por ello asimila que su peor error es haber fallado en el “jale”. Estos sujetos están acostumbrados a robar y a matar, esa es su misión y la cumplen. Son psicopatas que permanecen muchas veces en libertad por la complicidad con autoridades o la fuerza de sus compinches.
Asegura que no únicamente salen a matar sino que ellos mismos proceden a la “investigación” y escogen las armas adecuadas, en pocas palabras tienen los elementos, cuentan con el apoyo y no actúan solos. Muchos son usados simplemente como ejecutores, matan, cobran, se esconden “mientras se enfrían las cosas” y luego se “coronan”.
Así e sencilla es su tarea, ya programada, ya experimentada. No se le ve ni un solo estímulo de arrepentimiento, por el contrario, se duele porque falló. No le Importan ni las consecuencias, ni la tragedia que provocan ni el daño que infringen. Son irracionales, ningún contacto con la sensatez. No sé qué pensará y sentirá Ciro al ser testigo de cómo iba a ser sacrificado y con enorme satisfacción por parte de los pistoleros. Y el “bart” no es el único implicado en el evento de Gómez Leyva y podría suponer que muchos más participan del inmundo quehacer de matar.
Pudimos tener un ejemplo práctico con el mutimencionado “culiacanazo” en donde el desfile público, retador y abierto de los sicarios en la vía pública fue históricos. Festinaban que amlo diera libertad de Ovidio Guzman, mostraban sus armas, se burlaban de los miembros del Ejército, desafiaron a la sociedad y ningún detenido, todos impunes acelerando en sus “trocas” y camiones blindados. Y esa fuerza la percibimos también en el atentado contra García Harfuch en Reforma.
Tipos que son capaces de arrojar una granada de fragmentación o un mortero, da igual, les pagan para ello. Pero a esos tipos son a los que hay que darles abrazos o esperar que sus abuelas los nalgueen para que así de pronto les vuelva la capacidad de entenderse como seres humanos racionales. Impresionante este tipo de testimonios, de burla pública, de demostrarnos lo podrido que está el país mientras estos asesinos saben que a la larga ganarán, incluso ahora que está en vigor la famosa amnistía.