Opinión. RAMÓN ZURITA SAHAGÚN
Qué impresión habrán de llevarse de la antigua Ciudad de los Palacios los Jefes de Estado que asistan a la toma de posesión de Claudia Sheinbaum Pardo, los que, posiblemente, podrían rebautizar como la acorazada CDMX.
Hay un dilema sobre si fue Alexander von Humboldt o Charles Latrobe el que le endilgó tal distinción a la hoy capital del país, pero eso sí, fue antes de la mitad del siglo XIX, en que ambos resaltaron la belleza de esa metrópoli.
Esos dos personajes del pasado quedarían sorprendidos de que lo conocido en aquel entonces sea hoy una plaza amurallada, cobijando el bello Palacio Nacional y la hermosa Catedral con muros y bloques de acero puro, respaldando las vallas que pretende salvaguardar esos monumentos históricos, pero qué más nada reflejan el temor que tiene el gobierno mexicano a la furia de los padres de 43 normalistas desaparecidos hace 10 años, cuyo compromiso con ellos no fue cumplido.
Y es que hace unas cuantas semanas esos mismos padres que protestan por el incumplimiento del gobierno del Presidente López Obrador no honró con su promesa de resolver el entuerto en que se convirtió la desaparición de esos jóvenes, vulneraron una de las puertas de la residencia oficial del Presidente de la República.
Aquella vez no pasó a mayores y se intenta que en esta ocasión tampoco lo haga, aunque las precauciones se ven magnificadas.
Si la imagen y popularidad del Presidente sigue siendo envidiable (más de 60 por ciento), sus últimos eventos del término de su gobierno no parecen refrendar esas cifras.
Pocas veces el Ejecutivo federal ha sido increpado durante su gobierno y su círculo de protección tiene la virtud de mantenerlo alejado de esas protestas, pero Veracruz mostró su vulnerabilidad, ya que un grupo pequeño que no rebasó las trescientas o cuatrocientas personas lo recibió con gritos de repudio, llamándolo incluso “dictador” y hasta una botella con agua cayó a unos centímetros de su cuerpo.
Tal vez eso lo alertó para cuidarse un poco más y no exponerse a unos cuantos días del término de su mandato.
Y es que su período de gobierno de cinco años y 10 meses ha sido gratificante para él, basado en reconocimientos por parte de sus seguidores, aunque a nivel internacional no tenga los mismos blasones, pero engrandecido por los niveles de aceptación que mantiene dentro del país.
El Presidente López Obrador se muestra contento y satisfecho por lo que sus seguidores consideran el gobierno del mejor Presidente de México y él mismo cataloga como exitoso y que culmina con la aprobación de dos de sus reformas constitucionales, la del Poder Judicial y el de la transferencia de la Guardia Nacional al sector castrense, por lo que no se entiende el por qué guarda tanto temor a la presión de los padres de los 43 desaparecidos en septiembre de 2014 en Iguala, Guerrero.
Ese será uno de los compromisos no cumplidos por su gobierno, el de aclarar qué sucedió con esos jóvenes.
Por lo pronto la ciudad amurallada se extiende hacia los recintos de San Lázaro y Senado de la República, especialmente el primero de ellos, donde la nueva Presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo jurará la Constitución y asumirá de manera formal el mando de la República.
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Andrés Manuel López Obrador dice que se quedará algunos días en la CDMX, cuando quede franco y con la libertad que le dará el no tener que velar por el pueblo bueno y sano que le dio tanto cariño durante su administración, aunque hay algunos tendenciosos que aseguran que se quedará para continuar marcando línea en el gobierno de la República, aunque lo podría hacer a larga distancia. Aclimatarse a las condiciones climatológicas de Palenque, sitio en el que hay las cosas que más le gustan, el silencio, la naturaleza y la reflexión. Ya tendrá tiempo de madurar que es lo que sigue.
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Ramón Zurita Sahagún
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