Por Eduardo Ibarra Aguirre
Buena parte de los conductores de espacios noticiosos –es un decir, pues las empresas mediáticas y ellos privilegian por sobre todo la antes llamada nota roja y el escándalo político, en ese orden–, en su papel de comentaristas y otros que los acompañan en condición de analistas, colocaron en el centro de la agenda política los abucheos de los gobernadores en mítines con el presidente Andrés Manuel.
El motivo es que suman 17 los titulares del Ejecutivo estatal y algunos medios suponen que descubrieron la prueba que muestra y, según su simple dicho, demuestra que Morena está a cargo de las expresiones de rechazo ciudadano, y que cuentan con la simpatía y anuencia de López Obrador. Para ello dan como prueba un manual dirigido a los militantes y seguidores, a los que en forma racista y hasta clasista denominan ordinariamente “chairo” (“Persona que defiende causas sociales y políticas en contra de las ideologías de la derecha, pero a la que se atribuye falta de compromiso verdadero con lo que dice defender; persona que se autosatisface con sus actitudes”).
Con los altísimos niveles de aprobación que tiene AMLO (entre 78% y 88%), sin precedente, resultaría sencillamente estúpido que los dirigentes de Morena buscaran apuntalar el liderazgo presidencial con expresiones de rechazo que finalmente obligan al presidente a comprometerse en la defensa de gobernadores que son, para decirlo rápido, impresentables, debido a que hace apenas 100 días actuaban casi como virreyes de los estados y sostenían un franca competencia con Enrique Peña Nieto y su grupo para el enriquecimiento personal y familiar.
Los gobernadores afectados saben muy bien por qué reciben muestras públicas de reprobación, ganadas a pulso como es del conocimiento ciudadano, empezando por el michoacano Silvano Aureoles y terminando con el colimense José Ignacio Peralta, incluido Javier Corral quien no da muestras de poder con los problemas de Chihuahua y ya se embarcó en la aventura del 7 de julio de 2024, disponiendo del presupuesto de todos los chihuahuenses. Sabido es que los políticos no usan su bolsillo personal o familiar para hacer política. Y el otrora colega decidió no acompañar a AMLO en mítines para no “arriesgar” su imagen de por sí deteriorada, y el presidente anunció que a Corral Jurado y a otros: “los visitaré en sus oficinas”.
Cierto es que la condición marginal o disminuida en que se encuentran los partidos de oposición, incluido Movimiento Ciudadano, presiona a sus “lideres” –de alguna manera hay que denominar al bocón de Marko Cortés, a Claudia Ruiz Massieu, sobrina de Carlos Salinas, también a Dante Delgado, experto en manejar los hilos detrás del trono partidista–, los presiona para batear cualquier pelota que les envía el gobierno de la cuarta transformación y sin medir consecuencias de su verbosidad, cuando recientemente demostraron que actuando en frente único y negociando con los operadores de Palacio Nacional es posible obtener mucho más, máxime si se parapetan en organismos de la sociedad civil hábiles para presentarse como representantes de todos, cuando no existe tal cosa.
El hecho es que el tema en cuestión ya fue colocado en la agenda de la Conferencia Nacional de Gobernadores, de mayoría tricolor y blanquiazul, ignorando la irritación y el descontento ciudadanos como una de las causas principales, como muy bien los mal acostumbró Peña Nieto con sus actos faraónicos saturados de vallas metálicas, puntos de revisión del Estado Mayor Presidencial y muchos autorretratos programados.