Por Eduardo Ibarra Aguirre
Suena a justificación el afán de algunos colegas y medios del duopolio televisivo y el oligopolio de la radio, como Ciro Gómez en Imagen y Excélsior Televisión, por encontrar en el hartazgo y la furia de las jóvenes apoyadas por señores y jóvenes, porque no fueron escuchadas oportunamente por las autoridades capitalinas el lunes 12.
Y, por ello, vandalizaron el viernes 16 la estación del metrobús de la Glorieta de Insurgentes, tres unidades motrices de ese servicio de transporte, la estación de policía de Florencia –donde “entraron por la fuerza y agredieron a los cuatro uniformados que estaban adentro, los golpearon e incluso les arrojaron solventes: querían prenderles fuego, según dijo un alto mando policiaco”, La Jornada, 16-VIII-19–, cinco patrullas y varias motocicletas, una unidad del Cuerpo de Bomberos y hasta el emblemático Ángel de la Independencia. Además de agredir a periodistas, agentes policiacos, transeúntes y usuarios del Metro. Todo ello en dos horas y media, en la Ciudad de México.
Aducen que referir los hechos del lunes 12 como una provocación por los destrozos causados en la entrada de la Procuraduría capitalina y en la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, donde le arrojaron diamantina (vidrio molido) al secretario Jesús Orta, fue un despropósito de la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum y la procuradora Ernestina Godoy, lo que coadyuvó a la indignación desbordada de las jóvenes que marcharon el viernes, alrededor de 2 mil, cuando está documentado que fue un grupo mucho menor de encapuchadas que se presentan como “anarquistas” las que a partir de las 18:30 horas realizaron todos los desmanes sin que ninguna autoridad lo impidiera.
Durante 2012-18 se aplicó la táctica de reventar luchas y movimientos legítimos, infiltrando supuestos anarquistas, desde el acto de toma de posesión como presidente de Enrique Peña Nieto, atribuidos a José Murat Casab, y también durante el auge del movimiento por la presentación de los 43 de Ayotzinapa. Jesús Rodríguez Almeida fue una pieza clave los primeros dos años.
Rayuela de La Jornada (17-VIII) dice que “Las causas son incuestionables. Los métodos deben discutirse”. Cierto, debate para evidenciarlos, no para contemporizar con ellos, como acostumbran cuando se trata del movimiento social, para formular reflexiones críticas, acaso porque las consideran políticamente incorrectas, como le sucede a buena parte de las izquierdas.
Los lamentables hechos evidenciaron que cualquier grupúsculo puede poner en jaque a zonas de la ciudad, en este caso turísticas y recreativas en una tarde-noche en que los capitalinos acostumbran usarlas. Mientras que las autoridades no mostraron, salvo su mejor opinión, la suficiente capacidad disuasiva, que no es lo mismo que represiva, para contener a las presuntas anarquistas que estaban muy furiosas pero no se atrevieron a dar la cara, porque no hay provocador que trague lumbre, menos sus padrinos e impulsores.
Con diálogo y negociación política entre las autoridades y las representantes de los organismos feministas, algunos de los cuales no supieron o no quisieron deslindarse de los hechos del lunes 12, sino que algunas voceras hasta los justificaron, será posible que gobierno capitalino, organismos y sociedad encuentren los caminos y las políticas para afrontar la inaceptable violencia de género, las violaciones sexuales y asesinatos que comienzan en el mismísimo hogar de las víctimas.