Opinión. CARLOS RAMOS PADILLA
Aunque amlo presuma tranquilidad y se muestre sereno sabemos que no solamente es el sexenio más corrupto y violento de la historia. Incluso el cierre sacude a todas las estructuras del poder y cimbra la cimentación de Palacio Nacional para una difícil llegada de la Sra Sheinbaum.
En días se ha desmoronado un movimiento que nunca llegó a “transformación”. amlo se empeñó en todo su sexenio en aplicar la política de la confrontación y el ataque. Las consecuencias? La división social y política inédita. La transición será muy, pero muy complicada. La debilidad de las instituciones y la participación del crimen organizado marcan a esta administración.
El paro de un Poder de la Unión y el levantamiento social encabezado por la comunidad estudiantil opaca al feliz griterío por los resultados electorales que hay se tambalean anta la suma de argumentos y pruebas de que hubo trampa. Está misma semana podrían destaparse datos preocupantes que pudiesen acabar en tribunales internacionales. La bomba, otra?, puede detonar en Estados Unidos con la información que los capos que no fueron detenidos en México, están obsequiando a las autoridades estadounidenses que presentan, los demócratas y republicanos, muchas facturas y fracturas con el gobierno de amlo. Si el presidente no cedió en su terquedad y caprichos, menos lo hará en estas semanas y los ataques a medios de comunicación, sector privado y Poder Judicial están incendiando al país. La inflación, los precios de la gasolina y la depreciación del peso son detonantes. La huida de inversiones y la salida de capitales se adelantaron.
Las calles han sido tomadas por inconformes que en templete reflejan una realidad cruel: el país vive una crisis lamentable y de francos retrocesos. El Ángel de la Independencia en su plataforma y las puertas del Senado de la República se vieron este domingo con peticiones de defender a la República, su estabilidad, su soberanía, la autonomía de las universidades, la división de poderes, la defensa de los derechos humanos y la protección y de los organismos autónomos. Pero el presidente se ocupa en dar el espaldarazo al gobernador de Sinaloa (Rubén Rocha) y en presumir su fallido proyecto del Tren Maya. En ambos eventos comprometiendo a la llamada presidenta electa.
La tenacidad con que amlo buscó llegar a la presidencia, incluso con su protesta espurio de “legítimo”, no le da derecho a apropiarse de la Constitución como botín político y escudo proyector ante los muy probables señalamientos de contubernio y complicidad entre grupos delincuenciales y funcionarios públicos. Una extracción de información que ya se maneja y se da seguimiento en el ámbito internacional. Por ello la ocupación y preocupación por desmantelar una estructura judicial interna para que juzgadores a modo ofrezcan protección ante la consigna de que no me salgan con que “la ley es la ley”.
Después de casi tres décadas hoy los jóvenes mexicanos desmantelan una estrategia que nos podría acercar a la tiranía. Por vez primera un grupo, 43 senadores, pueden salvar a México de un futuro funesto. En ellos descansa la tranquilidad nacional y el freno a atropellos políticos que de lograse a partir del miércoles quedaríamos a la deriva rodeados de improvisados y traidores.
El peor cierre de un sexenio se avecina. La nación la demandará a amlo su arrogancia y soberbia que nos ha colocado en un radicalismo de horror y a merced de la más insultante corrupción que oscila desde la política hasta los abusos de poder. Frenar la reforma al Poder Judicial es apenas el inicio de una permanente defensa de toda una nación frente a las triquiñuelas de una llamada sobre representación que pretende suplantar resultados electorales por trampas políticas.
Lo que finalmente ocurra el miércoles no se tratará de una coqueta apuesta o un “volado merenguero”, es la determinación patriota más urgente que merecemos.