Opinión. RAMÓN ZURITA SAHAGÚN
De dónde habrá sacado Miguel Ángel Osorio Chong la aterradora cifra de que millones de priistas no quieren a su dirigente nacional Alejandro Moreno Cárdenas.
De ser cierto este número significaría que los priistas se encuentran cercanos a la recuperación del poder, lo que se aleja de la realidad.
El priismo vive su peor etapa, donde el próximo mes de junio puede significar su némesis de no retener el Estado de México.
La unidad partidista es necesaria en estos tiempos, pero eso no lo entienden algunos de sus más conspicuos militantes.
Y es que prevalece la ambición personal antes que el bien común y la sobrevivencia de la organización política.
Las diferencias entre Alejandro Moreno y Miguel Osorio no son nuevas, después de que ambos marcharon juntos en muchos tramos de la actividad política.
En los tiempos de Osorio Chong como secretario de Gobernación, Alejandro Moreno era uno de sus más cercanos, aunque todo cambió cuando “Alito” fue designado candidato a gobernador y vino un alejamiento de ambos.
Desde el gobierno de Campeche, Moreno Cárdenas contempló en su ruta la dirigencia nacional priista y así lo hizo saber, donde vino un nuevo roce con el ya senador Osorio quien tenía a otro aspirante en la mira.
Y es que Osorio no busca la dirigencia priista para él mismo, pero lo hace para algunos de los pocos adeptos que le siguen.
El ex secretario de Gobernación realizaba un patético papel como coordinar de la bancada senatorial del PRI, rezagado, con bajo perfil, temeroso de que fueran sacados algunos de los expedientes que le fueron archivados en su paso por la secretaría de Gobernación.
Cinco años después de esa experiencia, el hidalguense todavía no digiere la caída tan grave que tuvo el partido tricolor en los comicios presidenciales del 18.
En esos tiempos, Osorio y Claudia Ruiz eran principalísimos operadores del PRI, el uno como coordinadores de los candidatos al Senado y la otra como secretaria general del CEN.
La derrota para los priistas fue dolorosa, ya que no pudo ganar en ninguna de las seis entidades en que se eligió gobernador y perdió, además, 63 senadurías, obteniendo solamente una de mayoría y en la elección presidencial se fue hasta el tercer lugar con un ridículo 15 por ciento.
La crisis del priismo no es nueva ni achacable solamente a Alejandro Moreno, ya que desde los tiempos en que Osorio fungía como secretario de Gobernación se gestó con siete de doce gobiernos estatales perdidos en la anterior elección a la de 2018.
Bien harían los priistas en reconciliarse, en lugar de estar lavando sus trapos sucios en público ante el riesgo de que con la derrota en el Estado de México queden borrados del mapa electoral.
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