Por Carlos Ramos Padilla
El periódico The Economist ha calificado a AMLO como “tacaño e indiferente” en relación a las disposiciones oficiales que se han dado desde la presidencia por la pandemia.
Pero como aquí creen que nadie habla inglés, el gobierno federal anda en sus celebraciones y festines con un mal gusto de “misión cumplida” por haber ingresado al país tres mil vacunas contra el coronavirus.
Hoy se sabe que parte de ese paquete ya ha sido destinado a personajes influyentes, familiares de políticos y médicos burócratas y que el resto ha servido como impacto mediático para tratar de convencer que todo está controlado y la gran población carente de recursos económicos está siendo atendida.
Pero la realidad, los otros datos muy diferentes. Lejos de pensar que ya estamos com9 en Dinamarca, las filas fuera del ISSSTE son interminables.
Muchos pacientes han muerto en salas de espera porque no hay capacidad hospitalaria para auxiliarlos.
Desesperada la señora Sheinbaum busca la ayuda de Carlos Slim para ha imitar espacios médicos, no hubo prevención.
Otros tantos fallecen en sus domicilios, sin siquiera aparecer en registros oficiales.
Las cifras ni encuadran ni coinciden. Los cementerios atienden servicios saturados por muertos por COVID.
Los contagios se están multiplicando.
Enero y febrero, se pronostica, van a ser terribles por la crisis económica que nos ha provocado la austeridad Republicana, por el altísimo desempleo, por la pandemia y por la inseguridad (iniciamos el 2021 con 73 homicidios).
La situación es más compleja y grave de lo que nos refiere el gobierno aún cuando Lopez Gatell ande circulando sin protocolos sanitarios en aviones y playas turísticas.
No habrá tiempo suficiente para atender a tantos mexicanos, todos, en la vacunación.
Andamos solicitando nos vendan las vacunas en el extranjero porque aquí se decidió impunemente cortar los flujos de apoyo a la ciencia, la investigación y la tecnología.
Dirían en mi colonia,” nos está saliendo más caro el caldo que las albóndigas”.
La verdad es que todo está fuera de control. Tardía, muy tardía la decisión del gobierno de la CDMX de aplicar el semáforo rojo.
Anticipan que el 7 de enero podríamos volver a naranja siendo una fecha calendario muy difícil por el día de reyes y el fin de semana.
Expertos consideran que por lo menos hasta febrero estaremos en rojo.
En el Estado de Morelos las dependencias oficiales continúan.
Confirmando citas a los contribuyentes y sin previo aviso, menos respeto, no han dado aviso de que las oficinas están cerradas.
Son enormes filas de médicos y enfermeras que luego de esperar más de diez horas para recibir la vacuna les informan que no fueron beneficiados.
Cada día me entero con preocupación que personajes muy cercanos están contagiados o han fallecido de una manera muy pero muy lamentable.
No hay hospitales, no hay ambulancias y más tarde, no hay espacios para cremaciones o entierros.
Y todo esto no es para festejar en los pasillos de Palacio Nacional, la cifra última de más de 126 mil muertos habría de significar dos cosas, un emergente cambio de rumbo y la destitución de más de uno por ineficiente y mentiroso.
Y que conste que anticipé que es muy probable que el COVID la caiga como anillo al dedo al presidente para armar campañas electorales previó a nuestra visita a las urnas.
Con las pocas vacunas intentarán que olvidemos los índices de violencia, de pobreza, de quiebras empresarias, de la inundación en Tabasco, de las torpezas en Dos Bocas y otros asuntos que están obligando al país a retroceder décadas de avances mientras AMLO siente satisfacción por sus maniqueísmo mañanero bromeando que se suspenderán sus conferencias/homilias e ironizar con el 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes.
México jamás había registrado números tan degradantes como en estos dos últimos años.
Tampoco la defensa abrumadora a tanto sospechoso de corrupción los deja bien parados.
La burla es mayor cuando al dinero mal habido se le llama “aportaciones” algo así como cuando AMLO fue jefe de gobierno en la capital y al subir impuestos, sobre todo prediales, dijo que no era un incremento sino una “actualización”, o cuando intentó bloquear los accesos al Senado para impedir las votaciones a favor de la Reforma Energética, anticipó que no era ni bloqueo ni plantón sino un “cerco”.
Un mandatario tan ambivalente que se niega a usar tapabocas, cancelar giras y obedecer los protocolos sanitarios invitando al pueblo a salir a las plazas públicas a darse abrazos, pero siembra un árbol en duelo a tantos muertos por la pandemia.
Estamos viviendo una desgracia, nos estamos enfrentando solos como población a una pandemia, el gobierno está preocupado en mantenerse en el poder y lejos de atender los satisfactores sociales anuncia todos los días quiénes son sus candidatos a cargos de elección.
Eso les entretiene, lo demás, lo demás les viene valiendo lo que un pepino.
*Conductor del programa VA EN SERIO, canal 34.2 mexiquense tv