Por Eduardo Ibarra Aguirre
Para Ricardo Salinas Pliego, el tercer mexicano más rico de la aldea global con 11 mil millones de dólares, Andrés Manuel López Obrador se equivocó al cancelar el aeropuerto de Texcoco y lo mismo hace con proyectos de infraestructura poco rentables o con algunos programas sociales, si nos atenemos a lo que dijo al diario británico Financial Times.
Que uno de los magnates más favorecidos por el capitalismo de compadres desde que el hermano incómodo, Raúl Salinas de Gortari se cruzó en el camino del ahora integrante del Consejo Asesor Empresarial, órgano que con ochos integrantes aconseja al titular del Ejecutivo federal, critique la cancelación de la magna obra aeroportuaria y extraordinario negocio por varias generaciones, es comprensible, pero no lo es tanto cuando sin recato pone por delante los intereses de sus pares: “Se perjudicaron a inversores internacionales y algunos de los líderes empresariales más ricos del país”. Y quedó tan lastimado en sus intereses plutocráticos que lo llama “mierda política”.
Si de manera tan franca (¿o cínica?) el planteamiento lo hubiese dado a conocer hace tres meses, el debate con analistas que privilegian los intereses de los dueños de México, pudo haber sido más rico y productivo para una opinión pública y publicada proclive a las calificaciones y descalificaciones de los actores políticos, los agentes económicos y sociales, e incluso entre los que debaten.
Finalmente lo que hizo el señor Ricardo Benjamín, al que le encanta usar su cadena televisiva para vender al país la imagen de gran filántropo y mecenas, pero lo hace con recursos públicos, fue otorgarle la razón al planteamiento de AMLO sobre que su gobierno no será “un facilitador de negocios”, como lo fueron sus antecesores desde 1982, al servicio de “una minoría rapaz” o bien eso que aún denomina la “mafia del poder” y que a tantos analistas irrita, pero que permiten que las mayorías entiendan más y mejor a México.
El debate perdurará y no faltan los que con apuestas inhiben la discusión para impulsar que el Nuevo Aeropuerto Internacional de México será construido en Texcoco, como si palabras y planes gubernamentales carecieran de valor. Lo extraño, en todo caso, es por qué no informa hasta hoy el Gobierno de México, como oficialmente se autodenomina, de los enormes costos de mantenimiento que implicaría la magna obra. Tampoco da a conocer el decreto presidencial emitido hace tres décadas para convertir a Santa Lucía en aeropuerto civil.
De la franqueza cínica Salinas pasa a la presunción que le caracteriza, pues jura estar “en vías de convencer al líder mexicano de que divida Petróleos Mexicanos en tres compañías: una, encargada de exploración y producción; otra, de la refinación, y una más para distribución y permitir que entre mayor inversión de China al país”. La primera propuesta no tiene nada de original, la emprendió Vicente Fox Quesada con grandes resultados para los bolsillos de Marta Sahagún y Manuel, Jorge y Fernando Godoy, así como los socios y cuates de la impresentable familia presidencial de 2000-06. Y respecto a la segunda propuesta va un poco más allá: “Creo que sería un gran error que México diga que no quiere su dinero porque son chinos y los gringos no los quieren. ¿Por qué haríamos eso?” Tiene razón Salinas y experiencia en negocios con el gobierno y el empresariado chinos.
Así que el “empresario favorito” del presidente Andrés Manuel, al decir del Times, pone en relieve que sus intereses muy particulares están por encima de todo, o casi, que los presuntos “amigos” sólo existen en la medida que los negocios crecen. Y que el capital no tiene patria.