Por Eduardo Ibarra Aguirre
Por primera vez en una década se mide la pobreza en México desde una perspectiva multidimensional: educación, salud, seguridad social, calidad de vivienda, servicios básicos de vivienda y alimentación.
Invertidos 40 billones de pesos en 10 años (165% del producto interno bruto), los resultados no se compadecen con los enormes recursos públicos destinados a combatir la pobreza. Destinados es la mejor expresión, pues nadie puede asegurar que llegaron a su destino sin “moche”, como lo demuestra la Estafa maestra, investigada por la doctora Muna Buchahín y, por ello, despedida de la Auditoría Superior de la Federación por David Colmenares.
Todavía se recuerda a Enrique Peña decir en el acto por el arranque de la Cruzada Nacional contra el Hambre, en abril de 2013: “Rosario (Robles), no te preocupes, hay que aguantar porque han empezado las críticas, han empezado las descalificaciones…”, ante las denuncias por corrupción en el sexenio que asaltó el erario y súper endeudó al país bajo el eslogan Mover a México. Algunos de sus ahora agudos críticos lo llamaban “presidente patriota”.
Y justo el programa emblemático del grupo gobernante mexiquense fracasó, de acuerdo con el informe del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, pues hasta el 2018 “más de 25 millones de mexicanos tenían experiencias de hambre”, y este gobierno “inició con 27.4 millones de personas con carencias de acceso a la alimentación”. 2.4 millones de hambrientos menos no son para despreciarse, sobre todo cuando se conoce el hambre no sólo como objeto de estudio, como este redactor.
Algunos de los datos ilustrativos del reporte del Coneval –que José Antonio Crespo asegura que el presidente lo quiere desaparecer–, son que el número de pobres aumentó en 2 millones 936 mil 391 personas en números absolutos, pero en términos relativos disminuyó –y esto es preciso ponderarlo mejor– al pasar de 44.4% a 41.9%. Y resalta que, de mantenerse la tendencia económica y social, a México le tomaría 175 años llevar la pobreza a cero. Ningún país de la aldea, carece de pobres, vale agregar.
José Nabor Cruz, nuevo secretario Ejecutivo del Coneval, afirmó que las seis carencias sociales tuvieron reducciones en el último decenio, mas puso el acento en los 71.7 millones de paisanos que no tienen seguridad social, y que éste “es uno de los retos para reducir la pobreza de manera estructural”. Y el número de personas vulnerables o en riesgo de caer en pobreza aumentó en 4 millones 104 mil 609 personas, lo que implica que pasó de 41.2% a 45.3% de la población.
Respecto a la pobreza por ingreso, 61.1 millones de mexicanos no tienen un ingreso suficiente para adquirir las canastas alimentaria y no alimentaria. La sola pobreza por ingresos constituye una tasa de 48.8% de la población, prácticamente el mismo porcentaje de hace 10 años. Así que, en materia de ingreso de las familias, “falta todo por hacer”.
En tanto que la población que no es pobre ni es vulnerable de serlo se incrementó también entre 2008 y 2018, en una magnitud de 6 millones 473 mil 262 personas, lo que significó pasar de 18.7 a 21.9% de la población. Esto constituye también un crecimiento sumamente alentador en tanto que represente un punto de inflexión en la persistencia de la depauperación relativa y absoluta de los mexicanos, fenómeno estructural que no es privativo de los 36 años de neoliberalismo (capitalismo salvaje), como lo simplifica cierta propaganda en boga.