Las conferencias matutinas que ofrece el presidente López Obrador han servido para dos cosas. La primera, para informar decisiones de su gobierno y, la segunda, para denostar a quienes él cree que disienten con su forma de gobernar.
Aquí llega el paro nacional convocado por un grupo feminista de Veracruz que encontró eco y resonancia en diversos grupos de mujeres, de tal forma que están convocando a un paro nacional para el próximo 9 de marzo, en cuya fecha, el presidente de la República anunció la venta de billetes de lotería del avión presidencial.
Pero con anterioridad el titular del Ejecutivo Federal se ha empeñado en afirmar que intereses políticos ajenos, de los conservadores, se encuentran presuntamente detrás de la organización del paro de mujeres.
Esta decisión de anunciar el inicio de la venta de billetes es desafortunada en el mismo día que el paro, que hasta el mismo diario inglés The Economist lo señala en uno de sus titulares, como “México necesita estrategias de estado, pero su presidente ofrece un espectáculo”.
Más desconcierto e irritación causó cuando el propio presidente afirma que desconocía que el mismo día se estaría convocando al paro nacional de mujeres.
No se puede tapar el sol con un dedo con un argumento político y menospreciar las consecuencias de las fallidas políticas de atención a las mujeres. Pretender incluir en la misma bolsa o medir con la misma vara a rivales o partidos políticos, administraciones anteriores y juntarlos con las víctimas, sus deudos, ciudadanos sin partido que reclaman seguridad o justicia, críticos, reporteros o periodistas, no conviene al espíritu de la cuarta transformación.
Justo esto mismo sucedió con la marcha a Palacio Nacional que a finales de enero pasado encabezó Julián LeBarón junto con el activista Javier Sicilia, en el que reclamaban el fortalecimiento de las políticas de seguridad y justicia, cuando el presidente López Obrador se negó a recibir al contingente, derivándolos a los secretarios de Seguridad, Gobernación y Defensa Nacional para atender sus reclamos.
Aquí también se encuentran los demás desatinos en las políticas de salud, de economía, de proyectos de inversión como la refinería “Dos Bocas”, la construcción del aeropuerto en Santa Lucía o en el combate a la corrupción, como la liberación de responsabilidad del titular de CFE, en las que el presidente y su administración desoyen opiniones contrarías señalándolas de conservadoras o fifís y defienden sus decisiones.
Los anhelos del pueblo mexicano que se encuentran expresados en los objetivos nacionales de la Constitución, son el valor supremo del Estado mexicano. Ahí subyace la sensibilidad de los gobernantes.
Las políticas de Estado contenidas en la Constitución y en el Plan Nacional de Desarrollo están alejadas de los propósitos de la cuarta transformación. Juárez, Madero o Lázaro Cárdenas además de que tuvieron rivales políticos, lograron separar el valor político de la necesidad ciudadana.
Por eso Juárez le retiró a la iglesia funciones con las que creó la institución del registro civil; Madero logró la no reelección y Cárdenas el crecimiento económico con instituciones sociales.
La cuarta transformación no lo comprende todavía.
*Es Maestro en Seguridad Nacional por la Armada de México
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