En los tiempos de la guerra fría la seguridad nacional giraba en torno al dominio ideológico para impedir la expansión del comunismo en el mundo, en los que Estados Unidos ejercía su dominio ideológico.
En México el PRI gobernaba sin oposición en todas las entidades federativas y municipios, quedaban muy pocos integrantes de los llamados cachorros de la revolución, esa clase política o militar que había participado de manera directa con los protagonistas de la revolución mexicana, o bien, con sus colaboradores cercanos, como Hermenegildo Cuenca o Marcelino García Barragán, quienes para 1917 eran militares con rangos menores y que se desempeñaban como ayudantes de Estado Mayor.
Mientras que en el mundo se configuraban nuevos modelos políticos, económicos y sociales, la guerra de Viet Nam causaba la mayor deshonra al ejército norteamericano y la burla en el Kremlin soviético; la carrera armamentista comenzaba un nuevo frente en el espacio, cuando en 1961 la URSS llegaba a la órbita de la tierra con Yuri Gagarin, lo que obligó a la administración del presidente Kennedy apresurar el programa espacial de la NASA.
México en el juego de la diplomacia y por su posición geopolítica se convertía en el amigo que occidente y oriente querían tener. Las embajadas de países del bloque socialista, como URSS, Alemania del Este, China, y Yugoslavia, destinaban una gran cantidad de personal y recursos a sus representaciones en México. Cuba, por ejemplo, se convirtió en gratitud en un gran aliado del gobierno mexicano, toda vez que, desde territorio nacional, los hermanos Fidel y Raúl Castro junto con Ernesto Guevara, diseñaron el asalto al cuartel de Moncada de 1959, cuando Fidel era un modesto archivista en el IMSS.
México fue el asiento de la formación de líderes latinoamericanos, por ejemplo, Edén Pastora, el comandante cero, cuando pasó por las aulas de la facultad de medicina de la Universidad Autónoma de Guadalajara.
Por su parte, los Estados Unidos triplicaron la presencia de agentes de seguridad norteamericana en territorio mexicano para vigilar la actividad latinoamericana e internacional. Desde México se ejecutaron operaciones internacionales que definieron el destino de varios países latinoamericanos, cuando el mundo se revelaba en imponer modelos políticos, económicos y sociales.
Mientras tanto el gobierno mexicano se encontraba en la paradoja política de apoyar regímenes latinoamericanos de izquierda, mientras que reprimía su propia izquierda, de cuyos movimientos sociales se nutrieron ideológicamente para fortalecer el régimen actual.
La seguridad mexicana pendía de los hilos y controles que había tejido el sistema político mexicano, en el que la política todavía podía acordar o someter a la delincuencia. Hoy quién sabe. Se decía que el presidente de la República estaba enterado de todo lo que sucede en las calles del país, mientras que las agencias norteamericanas de seguridad junto con las mexicanas colaboraban, a veces de buenas maneras o a veces a regañadientes, para mantener la seguridad en Estados Unidos en y desde México.
Han pasado muchos años de esa etapa de la seguridad mexicana y hoy cuando en apariencia las agencias norteamericanas no operan como antaño, la realidad y la duda sobre el verdadero estado de la seguridad mexicana saltan con la información diaria de violencia en el país y cuando el gobierno norteamericano mediante el Comando Norte hace poco más de un año y recientemente el Departamento de Estado afirman que territorios están dominados por la delincuencia organizada.
Todos estos son sucesos, algunos dolorosos de un México, abren viejas heridas políticas y sociales, algunas permanecen cerradas y otras en las que el sólo cambio de régimen no ha sido suficiente para cicatrizar.
*Es Maestro en Seguridad Nacional por la Armada de México
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