Añejos

El sistema de partidos nacional cuenta con, al menos, dos institutos políticos de larga trayectoria, los que se pueden considerar fundadores de este sistema. El Partido Revolucionario Institucional cumplió en marzo pasado noventa años de existencia; Acción nacional cumple ochenta años de su fundación en la anualidad en curso; sin duda, estos dos longevos partidos han marcado la historia político electoral de nuestro país.

El PRI fue el partido hegemónico desde su constitución (PNR, PRM) hasta el año dos mil, su preeminencia abarcó setenta largos años en los que dominó el Congreso de la Unión, legislaturas locales, gobiernos estatales y municipales; el PAN fue el primer partido en obtener una gubernatura por medio de elecciones; en 1989 se reconoció el triunfo de Acción Nacional en Baja California, entidad en la que ese partido fue hegemónico durante treinta años. En la elección presidencial del año dos mil el PAN es el artífice de la primera alternancia en el ejecutivo federal, para luego repetir en la presidencia de la República en dos mil seis; en el año dos mil doce el PRI nuevamente recupera la titularidad de ejecutivo federal la cual perdería en 2018.

Estos añejos institutos que son el origen de nuestro sistema de partidos, poco aportaron en su desarrollo y desempeño a la consolidación de un sistema verdaderamente competido y competitivo; en mi opinión se limitaron a establecer agendas parlamentarias y de gobierno, agendas coyunturales en todo caso, sin que se propusieran encausar un sistema institucional, estable, que evitara una pluralidad artificial. Quizá no son los responsables principales de la existencia de partidos denominados satélite o partidos testimoniales que aparecen y se extinguen con los procesos electorales, pero si son responsables de la carencia de una visión de futuro.

Nuestro sistema político es preponderantemente presidencialista, lo que emplaza a los partidos políticos nacionales y locales a contar con figuras fuertes que los dirijan o aglutinen, esto es, los partidos requieren de líderes carismáticos para ser más competitivos. Estos dos partidos políticos se encuentran hoy en la oposición y no cuentan, por el momento, con figuras fuertes para su reposicionamiento, de cara al proceso de elecciones intermedias de este sexenio.

A mi parecer, México requiere de un sistema de partidos moderno, institucionalizado, que presente opciones claras al electorado, que evite una falsa pluralidad que solo genera costos al erario público y que no representa realmente la diversidad social. Cierto es que una parte es responsabilidad de los partidos políticos, pero lo es también de los electores y autoridades. Ojalá haya pronto una reflexión al respecto.

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