Irene Licona Ocaña
Después de casi doce horas de espera por fin dio inicio la misa multitudinaria, que encabezó este domingo el máximo jerarca de la Iglesia, como parte de su primera visita pastoral a nuestro país.
El acto litúrgico al que se estima asistieron más de 300 mil personas de todas partes de la República, sobre todo del Estado de México y entidades circunvecinas, representó un verdadero viacrusis para los asistentes, luego de lo que privó en el lugar fue el caos y la desorganización.
De inicio hubo que caminar más de cinco kilómetros, desde el paraje donde los asistentes descendimos de los autobuses hasta el sitio – a un costado de la Unidad de Estudios Superiores Ecatepec- donde quedamos a la espera de la llegada del Papa; no sin antes avanzar –en ciertos tramos como si estuviéramos en los accesos del Metro a las 6 de la mañana-, para luego caminar por terracería y pasar por treinta mil filtros. Filtros en los que obligaban a la gente a tirar su agua embotellada –si no iba en bolsas de plástico transparente- así como refrescos de lata, yogurt o jugos; pero ¡oh sorpresa! una vez pasados los filtros ahí estaban las camionetas de Bimbo, Marinela, Danone y otras marcas que ofrecían también agua y refrescos, lógico por un respectivo pago, lo que permitió a dichas empresas “hacer su agosto” amparados por los organizadores del evento.
De entrada, además de no haberse respetado el horario de acceso al lugar, tampoco se respetaron las áreas previamente asignadas y numeradas en los boletos; de tal suerte que cuando uno llegaba, a lo que debiera ser el sitio marcado en los boletos, simplemente ya estaba ocupado el espacio, por lo que ya no se permitía el espacio y había que buscar donde se pudiera. De acuerdo a lo programado la entrada estaba señalada en los boletos a la 01 de la mañana; horario que no fue respetado porque se permitió el acceso a las 9 de la noche, y en consecuencia derivó en la molestia de las personas, y por supuesto en todo este caos.
Una vez ahí, yo al igual que miles y miles de personas nos dispusimos a acondicionar el espacio en el que habríamos de esperar con paciencia la llegada del Papa, después de asimilar que los lugares no había sido respetados, empezando porque en los filtros rompieron los boletos en su totalidad, a fin de evitar que la gente tuviera su contraseña para poder reclamar su lugar exacto, y después que sólo un mínimo de asistentes tuvieron la fortuna de alcanzar una silla; incluidas las autoridades municipales, invitados especiales, la “crema y nata” de la sociedad ecatepense, como ya es usual en este tipo de eventos.
En el predio “acondicionado” para la misa papal, yo al igual que miles y miles de personas acondicionamos para poder dormir o cuando menos descansar sobre tepetate, teniendo por tapete sólo una cobija, luego de que era imposible permanecer de píe por horas enteras. Hubo quienes al no tener como acondicionar un lugar de descanso, simplemente se sentaron o durmieron sobre el tepetate, sin más que lo que traían puesto.
Ni que decir de los sanitarios, que no fue un problema menor, luego de que los más cercanos –y por supuesto los más demandados- se localizaban cuando menos a 300 metros de distancia y los siguientes hasta un kilómetro de distancia; para muchos llegar a los sanitarios les representó caminar una mayor distancia. De ahí que hubo quien prefiriera no consumir ningún líquido o alimento; tarea casi imposible si se toma en cuenta que ni los niños, ni los enfermos -que también estuvieron presentes- pueden dejar de realizar está necesidad fisiológica. En las calles aledañas los negocios que ofrecían servicio de sanitario o casas particulares tampoco se daban abasto; además de que si se abandonaba el predio ya no se podía volver a accesar.
“ Ya no me dejaron –los integrantes de la Policía Federal- salir al baño, me dijo una señora de más de 60 años de edad, mientras me enseñaba su caja de pastillas. “Pues hágase en los pantalones, total al rato se le secan” agregó mientras veía sus pastillas y alejaba desolada.
Algunos puntos a favor –que todo acto debe tener-, sin duda fue el entusiasmo de las religiosas y voluntarios –que instalados en un templete contiguo al altar, invitaban a la gente a cantar, bailar y a no quedarse dormidos, sobre todo al amanecer, cuando el frío “congelaba hasta las ideas”; así como la actuación de los organizadores para encontrar a extraviamos con sus familiares o acompañantes, y por último la gente que a las afueras del predio regalaban tortas, sándwiches y agua a las personas. La repartición de la ostia durante la eucaristía, otro aspecto a su favor.
Existe una sociedad de pocos y para pocos
Y así, después de haber caminado varias horas para llegar al punto de encuentro; primero sobre, asfalto, luego por terracería y por último pernoctar sobre tepetate, soportando una noche muy fría y una madrugada helada, y después los rayos del sol que caían a plomo al filo del mediodía, por fin dio inicio la ceremonia litúrgica, donde el Papa Francisco fue contundente en su aseveración : “existe una sociedad de pocos y para pocos”, en alusión a la pobreza, marginación, desigualdad y exclusión que se vive no sólo en Ecatepec, sino en todo el país.
En el evento que duró casi tres horas –y en el como sucede siempre en estos casos, donde las autoridades e invitados especiales no tienen que hacer filas interminables, ni tienen que asolearse por horas previo al evento, porque se antemano ya se les asignó un lugar privilegiado- el máximo jerarca de la Iglesia Católica en el mundo comenzó su mensaje refiriéndose a la llegada de la Cuaresma: «Cuaresma, tiempo de conversión porque a diario hacemos experiencia en nuestra vida de cómo ese sueño se vuelve continuamente amenazado por el padre de la mentira, por aquel que busca separarnos, generando una sociedad dividida y enfrentada. Una sociedad de pocos y para pocos. Cuántas veces experimentamos en nuestra propia carne, o en la de nuestra familia, en la de nuestros amigos o vecinos, el dolor que nace de no sentir reconocida esa dignidad que todos llevamos dentro».
Tras esas palabras, el Papa Francisco hizo alusión a tres tentaciones que enfrentó Jesucristo y las asemejó como amenazas aplicables a de toda sociedad y todo católico: «Tres tentaciones del cristiano que intentan arruinar la verdad a la que hemos sido llamados. Tres tentaciones que buscan degradar y degradarnos».
Luego para no dejar lugar a dudas las explicó: «La riqueza, adueñándonos de bienes que han sido dados para todos y utilizándolos tan sólo para mí o para los míos. Es tener el pan a base del sudor del otro, o hasta de su propia vida. Esa riqueza que es el pan con sabor a dolor, amargura, a sufrimiento. En una familia o en una sociedad corrupta es el pan que se le da de comer a los propios hijos». La vanidad, esa búsqueda de prestigio en base a la descalificación continua y constante de los que no son como uno. La búsqueda exacerbada de esos cinco minutos de fama que no perdona la fama de los demás, haciendo leña del árbol caído, deja paso a la tercera tentación: orgullo, o sea, ponerse en un plano de superioridad del tipo que fuese, sintiendo que no se comparte la común vida de los mortales, y que reza todos los días: Gracias Señor porque no me has hecho como ellos».
EL Sumo Pontífice fue categórico al señalar que «hemos optado por Jesús y no por el demonio, queremos seguir sus huellas pero sabemos que no es fácil. Sabemos lo que significa ser seducidos por el dinero, la fama y el poder».
Por último, el Papa volvió a referirse a la violencia, pobreza y corrupción que castiga a México. «Quiero invitarlos nuevamente hoy a estar en primera línea, a primerear en todas las iniciativas que ayuden a hacer de esta bendita tierra mexicana una tierra de oportunidad. Donde no haya necesidad de emigrar para soñar; donde no haya necesidad de ser explotado para trabajar; donde no haya necesidad de hacer de la desesperación y la pobreza de muchos, el oportunismo de unos pocos. Una tierra que no tenga que llorar a hombres y mujeres, a jóvenes y niños que terminan destruidos en las manos de los traficantes de la muerte».
En fin, con todo y esas inconveniencias, la gente aguanto todo con tal de ver aunque fuera un instante al Papa y participar de la misa, en lo que no pocos se conmovieron hasta las lágrimas.
Entrega de llaves como Huésped Distinguido
Antes de arribar al predio donde se llevó a cabo la celebración religiosa más multitudinaria de toda su gira por nuestro país, el Papa arribó a Ecatepec (procedente del Campo Marte) a las 11 de la mañana en el helipuerto del mercado de autos Ballisco –ubicado sobre la carretera Lechería-Texcoco- donde inició su recorrido de 8.5 kilómetros al bordo del papamóvil, fue recibido por el gobernador de la entidad, Eruviel Ávila y el presidente municipal, Indalecio Ríos, quien le otorgó el nombramiento de Visitante Distinguido como Jefe del Estado Vaticano, así como las llaves de la ciudad. La llave de la ciudad fue acuñada en bronce por artesanos de este municipio; mide 23 centímetros y tiene grabados los escudos de armas del Estado de México y Ecatepec. El Ayuntamiento certificó el nombramiento del Papa Francisco por unanimidad en la sexta Sesión Ordinaria del Congreso Local.
Encuentro con seminaristas
Antes de su encuentro con niños enfermos, el Santo Papa se dirigió con su comitiva al Seminario Menor de Ecatepec, en donde por más de una hora y media se reunió con seminaristas con quien compartió el pan y la sal, a la vez que aprovechó para darles un mensaje, les pidió “que se prepararen para ser parte del pueblo de Dios y no obispos del Estado”.
El Papa se reúne con niños del Hospital infantil
Al filo de las 14:30 horas se inició el corte de vialidades aledañas a este predio, luego de que el Sumo Pontífice se trasladó al Hospital Infantil de México “Federico Gómez” donde se reunió con niños enfermos de cáncer para bendecirlos, darles palabras de consuelo a ellos y sus familiares y ofrecerles un momento de tranquilidad espiritual; además de agradecer a quienes con cariñoterapia ayudan a los niños a vivir con alegría mientras pertenecen internados.
En este emotivo encuentro –donde el Papa Francisco fue recibido por la presidenta del Consejo Consultivo Ciudadano del DIF, Angélica Rivera de Peña y autoridades del nosocomio- los pequeños que en todo momento se mostraron muy contentos por la visita del Santo Padre, con quien se tomaron selfies y una niña le cantó el Ave María.
Ahí el Papa agradeció la oportunidad de poder visitarlos. Confesó que al momento de cruzar la puerta del hospital y “ver sus ojos, sonrisas, rostros generó ganas de dar gracias”. Gracias por el cariño que tienen en recibirme; por ver el cariño con que se los cuida y acompaña. Gracias por el esfuerzo de tantos que hacen lo mejor para que puedan recuperarse rápido. Es tan importante sentirse cuidados, acompañados, queridos y saber que están buscando la mejor manera de cuidarnos”. Por último les dijo que quería “pedirle a Dios que los bendiga, los acompañe a ustedes y a sus familias”.
En su oportunidad, la primera dama de la nación, manifestó que el Papa Francisco es grande por lo que dice, pero más grande por todo lo que hace y los niños de México le abren su corazón y reciben las virtudes de la fe y de la esperanza.