–Las sexoservidoras también envejecen, y cuando eso ocurre, se duplica su vulnerabilidad habitual.
ALEJANDRO FIGUEROA
La voz pública las llama putas y considera su actuar como extravíos de una juventud sin freno que lleva a cabo los más horrendos vicios de una indiferente y soberbia extravagancia. Pero la vida de una prostituta puede tener un sinfín de matices, ya que su oficio está envuelto en infamias sociales que las marcan y las vulneran como la marginación, la pobreza y la trata de personas.
Como todas las mujeres, las sexoservidoras también envejecen, y es entonces cuando su vulnerabilidad se duplica. Algunas logran envejecer con mucha dignidad al grado de convertirse en mujeres cultas y amantes de las artes, como Marbella, quien compartió con Puntoporpunto su pasión por la literatura y la pintura, en contraste con toda una vida dedicada al llamado “oficio más antiguo”.
Luego de insistentes llamadas y el trámite burocrático que termina en una negativa producto del recelo germinado en periodicazos y malas experiencias con otros medios de comunicación -según palabras de Jesica Vargas, Directora de la asociación civil Casa Xochiquetzal-, el periodista está allí, irremediablemente presente.
La fachada es la de una antigua vecindad, hoy asilo para prostitutas de la tercera edad, ubicado en la calle Torres Quintero del barrio bravo de Tepito. En la entrada, Antonio, el anfitrión, solicita una cuota de cinco pesos y coloca el brazalete para acceder a la quermés organizada con motivo de las fiestas patrias.
Se escucha al fondo música temática: rancheras y sones mexicanos. Al final del recibidor hay un amplio patio semivacío. Debe ser que es muy temprano. Las inquilinas sentadas en grupos dispersos se preguntan si su quermés tendrá la concurrencia que ellas esperan. La intermitente lluvia no las alienta.
El patio, con su fuente en medio, cual convento antiguo, está lleno de espíritu festivo y de las valiosas memorias de las habitantes de Casa Xochiquetzal.
En uno de los flancos instalaron el mostrador donde tienen artesanías a la venta cuyas ganancias apoyarán al hogar que las acoge. Manteles pintados, servilletas bordadas, bolsas tejidas, joyería y cuadros, son las manualidades expuestas, hechas con manos con historias socialmente estigmatizadas; lo que las hace todavía más valiosas.
En plena confianza de que los adultos mayores, invariablemente tienen mucho que decir y con mayor razón en la situación de soledad en la que se encuentran, una de ellas, Norma, al precio de un cordial saludo comparte sus opiniones y anécdotas:
Llegué aquí desde que se fundó, hace nueve o diez años. Yo vendía dulces y batallaba mucho con el transporte público porque vivo muy lejos y los hombres no respetan. Una amiga mía me dijo: “si no tienes donde quedarte puedes venir aquí a dormir y comer sin que te cobren. Aquí todas nos llevamos bien y no nos hace falta nada”.
Esa amiga es Carmen Muñoz, quien inició esta casa, la que peleó por esta casa; es ella. Es trabajadora sexual. Trabaja aquí cerca, en la calle de Loreto.
Norma cuenta que antes de habitar la casa, ella ayudó con su rehabilitación como alberge. La describe como un lugar que inhabitable, “horrible”. Estaba lleno de arena, piedras, vigas y tabiques y, en cuanto el entonces jefe de gobierno, Andrés Manuel López Obrador, les concedió el espacio, se dedicaron asear todas las habitaciones empezando por las de arriba.
El comienzo
Asociación Civil Casa Xochiquetzal había nacido para dar cobijo a «Las Amorosas Más Bravas», como las bautizó Celia Teresa Gómez Ramos en el libro que escribió con el mismo título.
Su sitio en la red lo define como un albergue que proporciona atención integral a mujeres trabajadoras sexuales de la tercera edad en situación de calle, las cuales fueron víctimas de violencia, en todos sus tipos, desde muy temprana edad. Y que en su tiempo de servicio ha logrado dar atención a 248 mujeres.
Libros, en lugar de sexo
Al fondo del patio y en solitario hay una mujer con bastón sentada en una silla de plástico y su pie vendado apoyado en otra. Su nombre es Marbella. Es una trabajadora sexual retirada, habitante de Casa Xochiquetzal, artesana, lectora voraz y hacedora de versos.
Marbella se abre y comparte con ligereza un poco de su interesante historia:
¿Cómo llegó a esta casa?
Llegué hace cinco años y fue por accidente. Me había retirado del oficio y trabajé como intendente en la estación del metro Garibaldi. Un día me fracturé el pie en el trabajo y me quedé sin empleo. No tenía dónde quedarme sin trabajo, ni dinero. Ya hacía dos días que no probaba alimento. Me vine a sentar al jardín que está enfrente. Entonces me hablaron de Casa Xochiquetzal. Me recibieron y desde entonces estoy aquí.
¿Tiene familia?
Tuve tres hijos. Una de ellos falleció a los 19 años. Con la otra converso de vez en vez. Y mi hijo, quien es catedrático en Michoacán, dice que se avergüenza de mí, que hubiera preferido no saber nada, no enterarse.
Ellos nunca me vieron en una esquina parada o en un jardín, porque todo lo que hice, lo hice muy discreto. Es cierto. Me apoyé de mi cuerpo para sacar adelante a mis hijos. ¿Pero que podía yo hacer con tres hijos cuando me quedé sola? Yo tenía que luchar por ellos.
Describa con una palabra a la prostitución
La prostitución para mí fue todo, porque me ayudó a sacar adelante a mis hijos. Aunque la falsa moral de la sociedad nos critica, nos señala. Pero no me dan para darle de comer a mis hijos, no me dan para vestirlos. Y los mismos hombres que nos utilizan, son los que nos dicen “putas”.
En la prostitución no tan sólo es vender cariño y sexo, porque hasta de psicólogas la hemos tenido que hacer con ellos. Muchas veces el hombre no te busca por meterse a su cuarto contigo, sino te busca porque quiere conversar. Muchas veces quiere que lo escuchen, porque sus esposas nunca les preguntan “¿cómo te fue en el trabajo?”, “¿cómo te fue en tu vida diaria?” o “¿cómo te sientes?”, y muchas mujeres piensan que por tener un papelito firmado, ya tienen todo.
Entonces, un hombre te paga porque lo escuchas, lo aconsejas. Una prostituta es psicóloga, doctora y hasta a veces masajista. Una prostituta lo es todo.
¿Sufrió esclavitud sexual o algún otro tipo de abuso?
Fui víctima de abusos sexuales desde los ocho años y entonces me echaron a la calle, pero gracias a Dios yo quise estudiar y eso me dio sustento moral. Tengo una carrera normalista trunca. Soy admiradora del arte. En literatura me gusta mucho Nabokov, Rubén Darío y me gustan grandes pintores como Rembrandt, Picasso y Miguel Ángel.
Tengo aproximadamente 60 libros y ya todos los leí. Entonces los releo, porque yo no puedo estar sin un libro en la mano.
También me gusta escribir:
“Yo soy como ese río subterráneo que corre por debajo de la tierra
Al que nadie ve pero todos saben que ahí está fluyendo
Yo soy como esa flor que crece en los pantanos
A la que todos admiran por su belleza y colorido
Pero nadie se atreve a tocarla por temor a hundirse en el fango que la rodea”
¿Qué la inspira?
A veces la nostalgia, el amor, la tristeza, la alegría. Mis sentimientos son demasiado intensos; o amo u odio. No hay más.
Casa Xochiquetzal puede ser un fenómeno muy atendido por los medios de comunicación, para cuyas audiencias resulta novedoso, y lo es. Sin embargo, la visita hecha por este reportero es una experiencia a compartir con los lectores desde una óptica humana; aparte de lo que pueda aderezarse con intenciones periodísticas, porque quienes viven allí, al final, son personas con las mismas necesidades que los demás, aunque con ciertas desventajas sociales, emocionales, físicas y económicas.