Desde fiebre, tos seca e insuficiencia respiratoria, el coronavirus se asocia a una lista de incómodos síntomas que afectan la salud de los contagiados. Sin embargo, un estudio reciente sumó a la lista otra preocupante consecuencia del SARS-CoV-2: psicosis.
- Científicos de la Universidad de La Trobe en Melbourne, Estados Unidos, advirtieron que el COVID-19, está causando cuadros psicóticos en algunos pacientes.
- “El encierro y el poco contacto social pueden despertar síntomas paranoicos en las personas, ya que se pierde de cierta forma, el sentido de la realidad”, apunta Juan Zúñiga, jefe de Salud Mental en Vidaintegra.
Elli Brown, coautora del estudio mencionado, explicó a The Mirror que el “COVID-19 provoca experiencias estresantes en todos. Especialmente en las personas con necesidades complejas relacionadas a la salud mental”.
“Sabemos que la psicosis en sus primeras etapas, es normalmente gatillada por altos niveles de estrés psicológico. En el contexto del COVID-19, las personas se ven expuestas estrés relacionado al aislamiento y potencialmente, a situaciones familiares complicadas”, agregó la experta.
“También es posible que se presente a través de gatillantes externos, en sujetos con personalidades muy frágiles y mecanismos defensivos muy débiles”, agregó el experto.
- Los resultados del estudio aseguran que algunos pacientes de este tipo de coronavirus, pueden experimentar síntomas psicóticos tales como oír voces, delirios o una alteración completa de la realidad.
“Durante los cuadros psicóticos relacionados al COVID-19, las personas comienzan a sentir temor a que el virus termine con sus vidas. Además de mostrar comportamientos paranoicos hacia quienes las rodean, creyendo que los van a contagiar”, apuntó el jefe de Salud Mental de Vidaintegra.
Según el profesional, en los peores casos, las personas psicóticas comienzan a alucinar que tienen la enfermedad. Sintiendo síntomas a pesar de que sus exámenes sean negativos.
Si bien ya se han advertido los riesgos de desarrollar desórdenes relacionados a la salud mental tales como la depresión y la ansiedad, los investigadores del estudio estadounidense esperan ahondar en la gravedad de los daños psicológicos relacionadas al COVID-19.
“Los pacientes psicóticos se pueden descompensar provocando una seria alteración de su entorno, desestabilizando su núcleo familiar, siendo excesivamente disruptivos y, lo peor de todo, es que en los peores casos, puede conducir incluso a casos extremos como suicidios”, detalla Juan Zúñiga.
Es por esto que recomienda a todas personas con patologías psiquiátricas previas, consultar con su psicólogo o psiquiatra de forma inmediata. Idealmente, previo a la cuarentena total. En caso contrario, intentar hacer consultas por llamadas o uso de tecnología a través de las “consultas online”.
Cuarentena puede causar síntomas psiquiátricos
Se trata principalmente de alteraciones en el ciclo de sueño debido a una reducción en la actividad física normal, y un incremento en cuadros de ansiedad y depresión.
Independiente del diagnóstico, un tratamiento psiquiátrico debe considerar un mínimo de seis meses, explica Paulina Troncoso, psiquiatra de la Clínica Universidad Católica, “ya que es un proceso terapéutico que requiere un monitoreo extendido en el tiempo de la conducta y emocionalidad del paciente”.
Tratamiento con psicofármacos
Pese a la cuarentena, mantener la regularidad de la terapia es importante en el caso de las personas que están siguiendo un tratamiento con psicofármacos. El especialista debe monitorear en forma constante la evolución del paciente y su reacción a los fármacos, señala Troncoso, en términos de salud tanto mental como física, “para contrarrestar posibles efectos adversos o regular la dosis en función de la etapa del tratamiento”.
Muchos tratamientos psiquiátricos y psicoterapéuticos requieren una buena regularidad, “dado que muchas de las enfermedades suelen ser crónicas o recurrentes”, indica Adrian Mundt, psiquiatra y académico de la Universidad Diego Portales.
- Y si bien los efectos se pueden percibir a partir del primer mes, agrega Troncoso, seguir el tratamiento con psicofármacos por un tiempo prolongado -entre seis a ocho meses como mínimo- genera una protección adicional de hasta un año posterior al término del tratamiento, “lo que ayuda a prevenir o contener las recaídas o crisis de salud mental que el paciente pudiera experimentar durante ese periodo, entregando la protección y estabilidad adicionales que una persona puede necesitar al término de su tratamiento psiquiátrico”.
Gran parte de los fármacos que se ocupan en los tratamientos tardan un tiempo en ser efectivos. Por ejemplo, dice Mundt, los efectos de los antidepresivos, estabilizadores y antipsicóticos no son inmediatos, tienen un efecto cumulativo, frecuentemente desfasado. “Si los tomo de forma irregular o intermitente, puede pasar que no actúan. También la efectividad de la psicoterapia se ha mostrado con intervalos regulares, puede perderse cuando tengo muchas interrupciones o pausas”, señala.
Más sintomatología
Pero la actual pandemia y el aislamiento social son factores que puede aumentar sintomatología psiquiátrica, y no solo en quiénes están en tratamiento. El encierro prolongado tendrá consecuencias para la salud mental tanto de personas sanas como enfermas, acota Troncoso, debido a las diversas alteraciones en la vida cotidiana que cada persona deberá afrontar en el contexto de la actual pandemia de coronavirus.
“Hablamos principalmente de alteraciones en el ciclo de sueño debido a una reducción en la actividad física normal, y un incremento generalizado en cuadros de ansiedad y depresión, inducido sobre todo por la saturación de información a través del consumo excesivo de medios de comunicación y redes sociales”, señala Troncoso.
- Aquellas personas que antes o normalmente no presentaban síntomas psiquiátricos, agrega Mundt, pueden desarrollar cuadros ansiosos, angustiosos, depresivos, adaptativos al cambio de las rutinas y reactivos a la amenaza real. Incluso en individuos sanos o en sociedades enteras frente la amenaza real, dice el psiquiatra, se pueden producir reacciones paranoides.
- Se puede apreciar un aumento de sintomatología preexistente o exacerbación de trastornos, por ejemplo, el consumo de sustancias. “Hay personas que se encierran en cuarentena aumentando el consumo de alcohol. Gente pueden recaer con cuadros depresivos recurrentes o incluso se pueden producir episodios de psicosis”, indica Mundt.
Para cuidar las emociones, se debe cuidar el cuerpo. Mantener una buena higiene del sueño, relacionada con alimentación saludable y actividad física, dice Troncoso junto con encontrar un balance adecuado en el consumo de información.
“Cerca del mediodía, cuando la mente está más alerta, es un buen momento para informarse de lo que sucede en nuestro entorno, pero un par de horas antes de dormir se recomienda desconectarse de toda clase de pantallas que estimulen nuestra actividad cerebral”.
Miedo, ansiedad, estrés y depresión en los niños mexicanos
Los menores están expuestos a la psicosis social. Expertos explican las medidas que deben adoptar los padres y tutores para evitar que el llamado a quedarse en casa derive en trastornos psicológicos
- Miedo, ansiedad, estrés e incluso depresión son los padecimientos a los que están expuestos los menores de edad por el aumento de casos de Covid-19 en el país y la creciente psicosis social por la propagación de información a la que tienen acceso –principalmente en redes sociales– y comentarios sobre la enfermedad en su entorno más próximo.
- Para combatir esta situación, expertos afirman que lo principal durante esta etapa de “sana distancia” es averiguar qué es lo que los infantes saben y conocer sus dudas; a partir de esto, explicarles todo lo relativo a la pandemia por el coronavirus.
Ante el escenario que enfrenta México –al entrar en la fase 2 del brote pandémico del coronavirus–, especialistas en el trabajo con menores en edad escolar recomiendan conversar con los niños de manera sencilla, clara, con un lenguaje apropiado a su edad y sin mentir sobre la situación actual.
- La doctora Elena Calderón Canales –investigadora del Colegio de Pedagogía de la Universidad Nacional Autonomía de México (UNAM)– indica que lo primero es averiguar lo que los infantes ya saben sobre el tema, ya que es muy probable que, en su vida cotidiana, incluso los más pequeños, hayan escuchado conversaciones, observado a las personas usar cubrebocas o visto en la televisión noticas al respecto.
- “Hay que partir de lo que los niños ya conocen e informar hechos simples, tratando de aclarar sus dudas y preocupaciones. A los niños más pequeños les pueden preguntar: ¿has escuchado de la nueva enfermedad?, ¿qué dice la gente?
- Con los más grandes se pueden hacer preguntas más específicas: ¿qué dicen tus amigos del coronavirus?, ¿has recibido información al respecto?, ¿qué dicen las noticias?
- A partir de estas preguntas, los mismos niños pueden guiar la conversación hacia lo que les interesa saber del tema. Hay que estar preparados para dar información que los tranquilice y que sea certera: no es recomendable saturarlos de información”.
La doctora en psicología explica que durante la conversación es importante recordarles las acciones sobre las que pueden tener control; por ejemplo, lavarse las manos, estornudar o toser como han indicado las autoridades de salud (en el ángulo interior del brazo o estornudo de etiqueta).
Para la maestra Rebeca Caballero Álvarez, investigadora del Colegio de Pedagogía de la UNAM, cualquier infante necesita ser informado independientemente de la edad que tengan.
“Generalmente las y los adultos que están en torno al ámbito más cercano de los infantes suelen explicarles a partir de la propia necesidad y percepción del adulto y entonces más bien lo que hay que hacer es partir de lo que los chiquitos saben y conocen. […] Entre más grandes sean, tienen mayor acceso a la información y entonces lo que aplica es preguntarles qué saben, qué han leído, qué conocen y tratar de aclarar dudas o evitar que tengan nociones erróneas del virus o lo que puede pasar en términos del contagio”.
- La maestra en pedagogía indica que otro punto importante es considerar cómo se sienten. “A veces, en el caso de los niños no solamente es un tema de aclarar información, sino de atender una necesidad emocional. En realidad los chicos pueden tener miedo, estar asustados o tener incertidumbre, y no tanto una necesidad de conocimientos sino una necesidad de atención emocional”.
Por su parte, Luis Xochihua Díaz –pediatra infectólogo–explica a Contralínea que los padres y tutores tienen herramientas a su alcance para afrontar esta situación: el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) ha emitido una serie de consejos sobre cómo hablar con los niños sobre el coronavirus para que puedan enfrentar esta situación.
“Principalmente los comunicados nos aconsejan iniciar la conversación preguntando a los niños qué saben sobre la enfermedad: muchos de ellos lo van dibujando, lo van relatando mediante cuentos o alguna otra actividad que utilizan, sobre todo diálogos entre dibujos que ellos pueden hacer y que favorece que haya cierta discusión”. El experto considera que lo importante es tener fuentes expertas, sobre todo con gran cantidad de imágenes.
Además, advierte que los adultos deben buscar maneras para identificar la actitud de los menores, ya que cuando los niños ven un cambio de conducta en los adultos pueden presentar ansiedad leve, moderada o muy severa; angustia; alteraciones en el sueño; consumo de sus uñas, o insomnio.
Caballero Álvarez explica que la información básica que se le puede dar al menor de edad en principio es las prácticas básicas de prevención, el tema de lavarse las manos, de cómo hacerlo adecuadamente, cómo cubrirse al toser o estornudar.
¿Cuándo volveremos a vivir como antes?
Según la doctora Soumya Swaminathan, directora científica de la OMS “podría ser para el 2022 cuando comenzaremos a pensar en volver a la vida normal anterior al COVID-19”.
- Otros cálculos más optimistas unen a Bill Gates con el CEO de AstraZeneca Pascal Soriot, que ven un nuevo amanecer hacia fines de este inolvidable 2020. Una puerta en el tiempo que podría llevarnos de regreso a aquella “vida normal” que considerábamos tan inamovible. Con las ansias de volver a sentir el viento en la cara (sin barbijo), de abrazarnos, de renegar en la oficina. Con la ilusión de hacer esas preguntas rituales: ¿dulce o amargo?, ¿cebás vos o cebo yo?
Mientras tanto deberemos seguir con el distanciamiento, lavado de manos, el uso de tapabocas, higiene respiratoria, paciencia y esperanza./Agencias-PUNTOporPUNTO