De nuevo una crisis en la frontera crea tensión entre Colombia y Venezuela. Esta vez, la orden del mandatario venezolano Nicolás Maduro de ordenar el cierre del paso fronterizo más importante entre San Antonio Táchira y Cúcuta y expulsar a ciento de colombianos a quienes acusa de diversos delitos.
Esto ha causado tensión con Bogotá y una situación de emergencia del lado colombiano de la frontera, que ha recibido al menos 860 personas desde el pasado viernes.
Pero, ¿cómo se refleja esta crisis en las capitales de ambos países? Los corresponsales Daniel Pardo, desde Caracas, y Natalio Cosoy desde Bogotá nos lo cuentan.
Del lado venezolano- Daniel Pardo
El gobierno de Venezuela insiste en que las causas de la crisis económica y de inseguridad que vive el país vienen de la frontera con Colombia, introducidas por paramilitares asalariados del expresidente Alvaro Uribe.
Mientras en la frontera reina la tensión, varias zonas están militarizadas y la gente solo habla del cierre y sus implicaciones, en Caracas hay interés por lo que pasa en la frontera, pero no se siente la misma crisis.
Además, los venezolanos, al menos durante el último año, se han acostumbrado a que una cosa es la crisis del país, que ven grave, y otra la de la frontera, que perciben aun más complicada.
«La frontera va a seguir cerrada caballero (en referencia a un periodista), hasta que no restablezcamos un mínimo de convivencia, de respeto a la legalidad, a la vida y a la economía. Va a seguir cerrada digan lo que digan en Bogotá, en Cúcuta o donde lo quieran decir, no me importa lo que digan de mí», expresó el presidente venezolano Nicolás Maduro.
Para el mandatario, la principal causa del problema es el paramilitarismo que surgió en Colombia durante la década de los 70.
«Fenómenos como el crimen organizado, el contrabando de extracción y la fuga de productos de primera necesidad son problemas trasladados al país a través de la práctica paramilitar instaurada en Colombia desde hace varias décadas y que ha causado graves daños en la frontera colombo – venezolana», anotó Maduro.
Y esta decisión ha contado con el apoyo de algunos columnistas en los medios venezolanos como Julio Escalona.
«La Política y la diplomacia del presidente Maduro están bien y tiene mi solidaridad.El cierre de la frontera es fundamental. Los efectos sobre la economía colombiana son fuertes ¿Seguirán conspirando? Puede que sí, pero pagarán consecuencias. Si se hace bien y la corrupción no se atraviesa, esto impactará el contrabando, sobre todo de gasolina y operaciones cambiarias, lo que les genera millonarias ganancias», escribió en el diario Últimas Noticias.
Por otro lado en Caracas está la oposición, cuyo rechazo a las medidas en la frontera se separan –o articulan– en tres variantes.
Unos creen que el estado de excepción en Táchira es un ensayo para el suspender las eleciones parlamentarias de diciembre, a las que el gobierno llega afectado por la crisis.
Otros, sobre todo organizaciones de derechos humanos como la ONG Provea, han condenado los supuestos abusos de las autoridades en su tratamiento de las deportaciones de colombianos.
Los activistas alegan que las autoridades están arrasando con casas, separando familias y, sobre todo, deportando personas que, al haber llegado al país en medio del conflicto colombiano en los 80 y 90, deberían ser tratados como refugiados.
Y otra facción de la oposición se preocupa por la supuesta xenofobia que el discurso del gobierno puede estar fomentando hacia los colombianos, considerados «hermanos» por muchos venezolanos.
Lo cierto es que no se ve una solución a la situación en los próximos días.
Del lado colombiano- Natalio Cosoy
La población fronteriza colombiana vive «una crisis humanitaria», de acuerdo con el gobierno de Colombia. Además de poner en funcionamiento mecanismos de contención, como el establecimiento de albergues, el reparto de alimentos y a la distribución de colchones y frazadas, el presidente Santos envió a la zona a la canciller María Ángela Olguín y el ministro del Interior Juan Fernando Cristo.
Por su parte, el presidente Santos mantiene un discurso de acercamiento hacia Caracas.
«Reiteramos a Venezuela nuestra total disposición para colaborar y coordinar las acciones necesarias, la lucha contra el contrabando y el crimen organizado, que lo controla», dijo. «Quiero reiterar que el camino del diálogo y la diplomacia, especialmente en momentos como este, es el más responsable y recomendable para aliviar la situación de nuestros compatriotas».
Como muchas otras voces en Colombia, sugirió que «la confrontación sólo sirve a intereses políticos, individuales y electorales».
Es que más y más se escucha de este lado de la frontera la sospecha de que el cierre limítrofe tiene un doble objetivo de cara a las elecciones venezolanas del 6 de diciembre próximo: crear la imagen de un enemigo externo y coartar, a través del estado de excepción, la posibilidad de hacer campaña en estados opositores.
Eso dijo, por ejemplo, el expresidente Andrés Pastrana, quien en entrevista con RCN La Radio consideró «aberrante» que se estén marcando las casas de colombianos en Venezuela (D, por demolición; o R, por revisadas) y pidió que se convoque a organismos internacionales.
Por su parte, el secretario general de la Unasur y expresidente de Colombia, Ernesto Samper, dijo en su cuenta de Twitter que «las deportaciones de Colombianos desde Venezuela enrarecen el clima de opinión necesario para perseguir a los paramilitares colombianos que sí están traspasando las fronteras».
ortado cerca de mil colombianos que se encontraban indocumentados en Venezuela.
Este martes el presidente Santos tiene prevista una reunión con la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores, que incluye a la Canciller, a congresistas y expresidentes.
Algunos pidieron que se incluya al expresidente opositor Álvaro Uribe, quien el lunes viajó a Cúcuta a conocer la situación en la frontera. En el lugar, dijo que «como Hitler hizo contra los judíos (…)la dictadura castrochavista de Venezuela está dedicada a infundir odio contra el pueblo colombiano». Y que llama «a nuestras mujeres prostitutas y a nuestros compatriotas diciéndoles ‘paramilitares de Uribe'».
El expresidente tiene un gran respaldo entre amplios sectores de la ciudadanía colombiana, que prefieren su estilo de confrontación -que había sostenido durante su gestión, cuando en Venezuela gobernaba Hugo Chávez- al tono conciliador de Santos, que consideran débil.
En redes sociales se escuchan voces que respaldan sus posiciones con vehemencia semejante a las que lo cuestionan y prefieren el enfoque conciliador del gobierno.
Por ejemplo el diario El Espectador, uno de los mayor circulación en el país, publicó un duro editorial que tituló: «Enfrentar la intransigencia», donde hace un llamado de atención al gobierno venezolano:
«El problema no es sencillo. El gobierno colombiano sabe que se enfrenta a una crisis ficticia, que responde más a los intereses internos de Venezuela que a Colombia. ¿Cómo lidiar con la intransigencia, con el discurso deshonesto? Con cautela y firmeza, porque hay mucho en juego», se lee en su editorial.
Y añade: «Es ridículo que el gobierno de Maduro adopte una política migratoria que parece inspirada por Donald Trump, pero lo más grave es que se está llevando por delante los derechos de colombianos y venezolanos por igual, y el problema no parece tener salida pronta.