Yohali Reséndiz
Aún no había luz cuando Sacrisanta abrió los ojos, el reloj marcó las 6:00 de la mañana pero se levantó a las 7:30, cuando el sol ya ardía. Confiada y tranquila, comenzó a arreglarse pero antes de hacerlo, abrió el refrigerador para cerciorarse que los desayunos de sus hijos y de ella estaban listos pues cada noch preparaban los tuppers con el menú elegido. «Mis hijos seguían dormidos, así que no los desperté y me fui a trabajar sin ningún pendiente» narra esta madre de Karen de 17 y Erik de 12 años para periodismoatodaprueba.
El día transcurrió y en el desayuno Sacrisanta tuvo un pensamiento en una de las mesas de su trabajo: «Ojalá mis hijos ya hayan desayunado»
«Ellos se iban a ir a las 18:00 a la feria de San Cristobal en el Municipio de Ecatepec, les dí permiso hasta las 21:30 máximo 22:00, mi hija vería a un amigo y se irían los tres» recuerda y prosigue.
«Mi horario de llegada varía mucho casi entre 19:00 y 20:00 voy llegando a la casa. Aquel día a las 18:00 recibí una llamada de la persona con la que salgo, cuando contesté me dijo: «vamos a comprar tus tenis» continúa narrando….
«En el transcurso del camino me volvió a llamar y me dijo: oye, ya estoy en tu trabajo. Uy, yo ya llegué a la casa…esperame en la iglesia ahí llego», le dije.
«Cuando llegué a la casa, todo estaba normal, saqué mis tuppers y los dejé en el patio. Y comencé a buscar las llaves, ellos me las dejaban en un lugar secreto, pero no había nada y como no traía llaves, me volví a salir»
«Cuando llegué, mi pareja me preguntó ¿Y los niños?, se fueron a la feria, le dije y nos fuimos a comprar los tenis y después nos despedimos. Cuando llegué a las casa faltaba poco para las nueve y me senté afuera. Saqué el celular y le marqué a mi hija pero entraba al buzón; Eran las 21:30 cuando chateaba con una amiga. A las 21:30 volví a marcar y nada. 22:30 el celular seguía apagado. Las horas las respetaban siempre, así que todo era muy raro, traté de tranquilizarme. A las 23:00 decidí ir a la casa del amigo de mi hija y al llegar no encontré a nadie, pero a los minutos su amigo llegó. ¿Y Karen? pues no sé, quedé de estar a las seis y llegué pero nadie me abrió incluso vi el candado puesto y me fui a la feria. La entraña comenzó a incomodarla. Llegué a casa de otra amiga y lo mismo».
Pensaba en el camino: «Diosito si vienen solitos, cuidámelos»
Casi eran 12 de la noche y Sacrisanta no sabía nada de sus hijos.
«En eso me acordé que mi hija un día entró por una puerta clausurada. Me trepé en la ventana y como pude me metí, al bajarme me tropecé con el garrafón……- Sacrisanta no puede más, su voz se entrecorta y se suelta a llorar, luego de varios minutos toma aire y continúa-, caminé al pasillo, miré que las puertas estaban todas cerradas, hasta la del baño que nunca la cerrábamos salvo cuando lo ocupábamos, así que me acerqué y al abrir la puerta, vi algo que jamás, jamás, jamás se me borrará de mi mente y corazón; mi hija estaba tirada en el piso, tapada con una tina que le quité la tina de encima»
«Karen, levantate, ¿que haces ahí?. Hija, Hijaaaaa, hijaaaa por favor. No, no, háblame hija, Karen, por favor responde. Mi hija tenía la sudadera de su hermano enredada en su cara, estaba húmeda, como si la hubiesen metido en alguna cubeta, tenía una especie de cinturón en el cuello, estaba morada de sus pies, de sus manitas, sentí miedo y coraje, pero no podía llorar.
¿Quien te hizo esto hija? ¿Quién entró mamita? ¿Y tu hermano, dónde está Karen? Ojalá se haya ido y no haya visto esto que te pasó.
Salí del baño y al llegar a la otro cuarto, dije: Dios mío, que mi hijo no esté ahí….pero la puerta estaba cerrada y yo no traía llaves. Así que pegue la cara a la puerta y dije: Hijo, soy soy, por favor, no tengas miedo, abremeeeee. Nadie me contestó»
Sacrisanta gritó, y gritó sin que nadie acudiera a ella. Recordó que traía su celular y le llamó a sus dos primos pero ninguno contestó. Estaba el candado por fuera y no encontraba las llaves. A los pocos minutos, su primo Fernando, le llamó ¿Que pasó Sacrisanta? ¡Por favor, ven a la casa, por favor!. Sacrisanta había encontrado la llave del candado pero no tenía las otras. Cuando su primo llegó, ella le dió la llave y él abrió por fuera. Mi hija esta en el baño, ¿que tiene? dijo Fernando y al verla le gritó, ¡Karen, levántate! ¡Dime que no es cierto, Fernando, dime que es una pesadilla! ¿Erik dónde está? Le preguntó Fernando. No sé. No sé donde está, respondió una Sacrisanta dura y al mismo tiempo miedosa.
¿Sabes qué?, tengo que salir para ver quién nos ayuda, le dijo Fernando a su prima. A Karen la maltrataron mucho. Karen, párate hija, ¿quienes fueron? Karen, habla. Le decía Sacrisanta a un cuerpo ya sin vida.
«Mi primo llamó a la patrulla y a la ambulancia. Seguí buscando la llave y cuando la encontré, me dirijí al cuarto. Mi primo ya había regresado y estaba conmigo. Entonces abrí la puerta: » Había sangre en el piso»
¡Fernando dime que no es cierto. Dime que no es Erik, dime que ese no es su piecito! ¡Hijooooo, Levántate, por favor! Fernando tomó a Sacrisanta y la sacó a la fuerza.
¡No es justo, mis hijos, miiiiiiiis hijoooos no merecían, tanta crueldad!
La patrulla llegó hora y media después del llamado y a partir de entonces no les permitieron la entrada a la casa. Llegó la Cruz Roja. Los paramédicos se acercaron a Sacrisanta y uno de ellos dijo: «Llegamos muy tarde, no pudimos hacer nada»
«Levántenla, por favor a mis hijos, seguro tienen frío»
¡Ayúden a mi hijo! Sacrisanta vio el cuerpo de su pequeño amarrado con un cable de luz, envuelto en una sabana llena de sangre y una almohada en su cara, al pie de su cama»
De nuevo contuvieron a Sacrisanta y la sacaron de la escena dolorosa.
¡ayúdenlos! supliqué, pero nada podían hacer. Los torturaron, señorita. ¿Por qué? ¿Quienes?
¿Su padre ya lo sabe? pregunta esta reportera.
Si, él ya lo supo. Vive en Zacatecas.
Hasta el momento que uste me lee, las autoridades desconocen quien o quienes cometieron estos crímenes.
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