AGENCIAS
El fugitivo más famoso de México puede haber escapado de la cárcel de alta seguridad por un túnel, pero es Enrique Peña Nieto, el presidente del país, quien ahora se encuentra ‘bajo tierra’.
La espectacular fuga de la cárcel de Joaquín “El Chapo” Guzmán el sábado por la noche – la segunda del capo del narcotráfico en 15 años – representa un enorme revés para Peña Nieto, quien ha establecido un récord en relación con la captura de capos de la droga.
Según los analistas políticos, esto no sólo va a exacerbar las ya tensas relaciones con las agencias del orden público en EU, sino que también dejara al compromiso del presidente de tomar medidas enérgicas contra las actividades ilícitas a través de un nuevo sistema anticorrupción con una apariencia vergonzosamente débil.
“Peña Nieto ahora tiene la espalda contra la pared”, declaró Raúl Benítez, un analista de seguridad mexicano. “Esto echa a la basura su nueva estrategia anticorrupción”.
En declaraciones hechas desde París, donde se encuentra en una visita oficial, con una expresión sombría Peña Nieto calificó el escape de Guzmán de la prisión de máxima seguridad Altiplano, como “una afrenta” contra la nación.
Pero su llamado a una investigación sobre si algunos funcionarios ayudaron al capo de la droga a huir pareció superfluo: para la mayoría de los mexicanos, es absolutamente increíble que el capo Guzmán pudiera haber tenido un túnel de una milla de largo construido bajo su sección de duchas sin, al menos, la connivencia de las autoridades penitenciarias.
El narcotraficante Guzmán ya había usado el soborno para lograr la fuga de otra cárcel de máxima seguridad en 2001 –en un carrito de lavandería o disfrazado de policía, dependiendo de qué versión se crea – y pasó los siguientes 13 años invisible a las autoridades, a pesar de los informes que declaraban que se estaba dando la gran vida.
Su recaptura en febrero de 2014 reforzó la imagen resolutiva de Peña Nieto, quien ha apostado la reputación de su presidencia en una serie de trascendentales reformas estructurales, incluyendo la histórica apertura del sector petrolero de México a la inversión extranjera, con las primeras licitaciones a presentarse esta semana.
Pero en cuestión de meses, el presidente parecía haberse ‘descarrilado’, acosado por una serie de escándalos relacionados con derechos humanos y conflicto de intereses. Hubo una manifestación de indignación pública sobre el aparente asesinato en septiembre de 43 estudiantes por parte de una banda de narcotraficantes que eran pagados por la policía local. En noviembre estalló un nuevo escándalo, esta vez relacionado con casas de lujo construidas para la esposa del presidente y el ministro de finanzas por un contratista del gobierno que formó parte de la licitación ganadora – encabezada por China – para un proyecto de un tren de alta velocidad.
Peña Nieto ha tratado de recuperar la iniciativa política concentrando los esfuerzos para erradicar los sobornos a través de un escrutinio sin precedentes de los servidores públicos y de sanciones para los funcionarios y las empresas culpables de ilegalidades.
Tras ratificar el plan y convertirlo en ley, el presidente declaró al Financial Times que era un importante paso adelante después de lo que admitió era un clima de “incredulidad y de desconfianza”. Pero los hechos han sido lentos en coincidir con las palabras. Una investigación oficial sobre la mansión de la primera dama, por ejemplo, todavía está por hacer públicos los resultados.
“Ha habido un enorme progreso en la creación de instituciones que, a largo plazo, probablemente puedan cambiar esta tendencia de que la corrupción es más la regla que la excepción”, dijo Juan Pardinas, director del Imco, un grupo de expertos. “Pero no veo voluntad política . . . para hacer frente a los problemas a corto plazo”.
Se esperaba que Peña Nieto usara su discurso del estado de la nación el 1 de septiembre para relanzar su mandato presidencial de seis años. Pero la fuga de la prisión de un hombre para quien la cárcel parece ser un interludio en lugar de un impedimento aumentará la presión sobre el presidente para demostrar que puede obtener resultados.
Incluso en un país famoso por sus inverosímiles telenovelas, la fuga de la prisión del sábado de un criminal bigotudo difícilmente pudiera ser inventada.